La Esencia y el Nombre - RUMI


     En esta oportunidad, creemos necesario introducir a nuestro listado de grandes Maestros y Sabios en el Sendero; a uno de los más influyentes gnósticos de todos los tiempos.
     Hablamos del Mevlana (Mawlana) Yalal ad-Din Muhammad Rumí o Jalalud ´Din Rumi o simplemente "Rumi". Padre y fundador de la escuela Mevleví de Derviches danzantes.
     Nunca un Maestro en Sendero había recibido tal grado de iluminación espiritual, como el que Rumi recibió y supo transmitir a través de sus poemas, cuentos, leyendas del camino y a través de la Danza y de la Música.  
     Rumi nació cerca del 1.200 (D.C.) en Afganistan, en la Ciuadad de Balj y muere en el año de 1.273 en Turquía, en la Ciudad de Konya; en donde hoy día reposa un museo que alberga sus restos, pertenencias y escritos, es decir, sus enseres profanas. Las Iniciáticas no han dejado de danzar para todos los Iniciados del mundo: para musulmanes, hebreos, cristianos, masones, taositas y para el resto de los hijos de la Tradición a lo largo de todo el Orbe. 
     En Konya, una vez al año se reunen todos los derviches del mundo, para rendirle honores a este padre de una de las formas más ricas y únicas del Taccawuf: la vía Mevleví.
     Grande entre los grandes, compartió anécdotas e instrucciones prácticas y operativas junto a otro grande del Sendero: Shamz de Trabriz, quien consideró como su maestro y guía espiritual.
     Sin más que decir de éste inspirador de almas, sedientas de liberación y tras sus huellas en el sendero, los dejamos con uno de sus tantos e inspiradores cuentos tradicionales.
A vosotros con mucho cariño de parte de éste querido peregrino en el Sendero.



Yalal ad-Din Muhammad Rumí (Bajl, Afganistan 1.207 - Konya, Turquía 1.273)

LA ESENCIA Y EL NOMBRE

            Un día, un hombre instruido, por gusto de relatar una historia, hablaba de un árbol situado en la India. “Nadie que come de sus frutos, decía, envejece ni muere jamás.”

            Un rey oyó referir este relato a una persona fidedigna, y deseó con todo su corazón descubrir aquel árbol. Por eso envió a un mensajero inteligente en su búsqueda.

            Éste recorrió el país visitando todas las ciudades, llanuras y montañas. Todos a quienes preguntaba se burlaban de él, lo trataban de loco, o le mostraban un respeto irónico más penoso que un insulto. También, lo enviaban a lugares en los que supuestamente estaba el árbol en cuestión. Cada uno le daba una información diferente, hasta que al final, tras varios años transcurridos en vanas investigaciones, el mensajero resolvió renunciar a su búsqueda y totalmente desconsolado tomó el camino de vuelta.


            Ahora bien, en un lugar donde hizo un alto, vivía un sabio. El mensajero se dijo: “Ya que no tengo más esperanza, lo visitaré antes de irme, para que me acompañe su bendición”.

            Llorando, se dirigió dónde estaba el sabio y puso de manifiesto su desespero. El sabio le preguntó cuál era el motivo y el hombre respondió:

            “El emperador me envió a buscar un árbol que es único en el mundo; su fruto es de la substancia del Agua de vida. Hace años que lo estoy buscando y sólo he recibido burlas”.

            El sabio se echó a reír y dijo:

            “¡Ingenuo!, este árbol es el del Conocimiento; altísimo, enorme y que se extiende hasta muy lejos, es un Agua de vida que proviene del océano infinito de Dios. Partiste en busca de la forma y te perdiste; no puedes hallarlo, pues has abandonado la realidad.

            A veces lo llaman “árbol”, a veces “sol”, ora “mar”, ora “nube”. Es ese algo único de donde provienen cien mil efectos, el menor de ellos es la vida eterna. Aunque su esencia es una, tiene mil efectos y se le pueden aplicar innumerables nombres.

            Una persona puede ser tu padre, con respecto a otro individuo puede ser su hijo. Respecto de otro puede ser su enemigo y, para otros más, mostrarse amigo. Posee cientos de miles de nombres, pero es un solo hombre; ninguna de sus características puede dar de él una verdadera descripción.

            Quienquiera que busque sólo el nombre, está extraviado y perdido, como tú lo estás. ¿Por qué atenerte a la palabra “árbol” de tal modo que quedes amargamente defraudado? Renuncia a los nombres y considera los atributos, para que los atributos puedan guiarte a la esencia.”

            Las disputas de los hombres las causan los nombres; la paz llega cuando se dirigen a la realidad indicada por el nombre.

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