Hace ya algunas semanas, conversábamos en una de nuestras
entradas sobre la importancia que tiene "La Memoria", para aquel
quien está en la verdadera búsqueda de un cambio interior; con el fin de
utilizarla como una herramienta para el develamiento del simbolismo y de las
percepciones que desde lo Sagrado, nos son dadas como un "maná"
sustentador, es decir, como un alimento para el Alma.
Es para mi más que un honor, hacerles llegar a vosotros un
artículo publicado por nuestro muy querido Maestro ´Umar, sobre del
trabajo íntimo, sus soportes y la idea de lo "Metafísico", como resultado final del peregrinaje interior.
Mis palabras sobran ante la profundidad de las de éste
Maestro Hábil. Los dejo con las de él.
Todas las bendiciones del mundo para el Maestro ´Umar y que Allá
sepa iluminar sus pasos.
LA
MEMORIA INÚTIL
En nuestro artículo sobre "La piedra cúbica en
punta" (1) habíamos indicado que las observaciones sobre los símbolos son
accesibles a todo "iniciado" sin exigir por su parte una
"cultura" cualquiera, sea ésta religiosa, científica, semántica o
teológica. El presente artículo se propone desarrollar esta afirmación y
demostrar su fundamento y su veracidad, basándonos en lo que nos dice René Guenon
sobre la metafísica y, más particularmente, en su conferencia titulada "La
Metafísica oriental", de la cual extraemos las citas que seguirán a
continuación.
Intentaremos así hacer comprender que la
"realización" se obtiene a través de la progresiva supresión de los
"conceptos", y no por la acumulación, por racional que sea, de lo que
los modernos, erróneamente, acostumbran a llamar "conocimientos".
Ciertamente, Aristóteles nos enseña que "el alma es
todo lo que conoce". La lectura superficial de esta afirmación está en la
base de toda la enseñanza actual, que consiste en acumular
"conocimientos" sobre todos los temas posibles, y más específicamente
los conocimientos llamados filosóficos, históricos, científicos, lingüísticos,
tecnológicos, etc., según la idea primaria de que "cuanto más se sabe, más
rico es este saber".
Ahora bien, se observará que esta
"culturización" exige, sin excepción alguna posible, la posesión (o
la adquisición mediante las técnicas apropiadas) de una memoria muy sólida. Por
otra parte, son innumerables los "institutos" que proponen métodos de
adquisición o de fortificación de la memoria, e incluso "métodos de
lectura rápida".
E incluso en el seno de las propias organizaciones
iniciáticas esta idea está de tal forma admitida que se exige a la mayoría de
los candidatos a la iniciación una "cultura" previa a su admisión,
pudiendo llegar hasta una preferencia por los "universitarios", y
esto tanto más cuanto que tales organizaciones creen absurdamente haber pasado
de lo operativo a lo más puramente especulativo.
De hecho, si juzgamos según la proliferación de los
"diccionarios de los símbolos", o según la multiplicidad a menudo
anárquica de términos hebreos, desviados o no, en los rituales de los Talleres
llamados "superiores", no se podría conceder un prejuicio favorable
al candidato cuya memoria de conocimientos profanos o exotéricos no alcance un
nivel mínimo.
¿No se llega incluso a pedir al postulante, según el
"tinte" característico del taller, el conocimiento actualizado del
salario mínimo interprofesional, de las organizaciones sindicales en vigor, de
la historia de la revolución francesa o de los filósofos más recientes, cuando
no de los escritores más discutibles, al estilo de Sartre, Teilhard de Chardin,
Aragon, Marcuse, Marx, Freud, Jung y tantos otros?
Así, aquel cuya memoria no haya sido solamente mantenida,
sino también desarrollada, no tendría posibilidad alguna de acceder a la
"realización metafísica", que es, no obstante, el objetivo último de
la iniciación.
Ahora bien, Aristóteles dijo que "el alma es todo lo
que conoce", y no "todo lo que sabe". Esta deformación de la
idea de "conocimiento", indebidamente asimilada al "saber",
conduce incluso a los más aptos a la desilusión y a la renuncia, y no dejar
subsistir, en las altas esferas de la Franc-Masonería, más que a
universitarios, para los cuales, evidentemente, las posibilidades de realización
están, muy a menudo, en razón inversa a sus numerosas cualificaciones profanas.
Y ello porque esta aptitud para la memorización de los datos o hechos más
diversos y a menudo más disparatado es un verdadero obstáculo en la vía del
conocimiento metafísico, que es, como nos dice René Guenon, "el conocimiento supra-racional, intuitivo e
inmediato" de lo que "está más allá de la naturaleza", es
decir, de lo "sobrenatural".
Tal como está aquí enunciado, este conocimiento aparece
como la antítesis de la memoria, definida ésta como "la facultad que
consiste en conservar los estados de conciencia pasados y los conocimientos
adquiridos, y de poder evocarlos a voluntad".
Incluso si se admite generalmente que la memoria es
evolutiva y que se modifica en función de la naturaleza de las cosas
memorizadas, no es menos cierto que todo el saber moderno está condicionado por
la buena conservación de los conceptos y de los hechos registrados.
La definición de la memoria precisa que se trata, ya de
estados de conciencia, ya de conocimientos adquiridos: y esto es evidente,
puesto que lo que debe ser conservado proviene necesariamente del exterior. Se
habla incluso de "almacenar" los datos conceptuales, sean compatibles
entre sí o no.
Ciertamente, René Guenon admite que "…los medios de la realización metafísica…
deben estar al alcance del hombre", y que "…es en las formas que pertenecen a este mundo, donde se sitúa su
manifestación presente, que el ser tomará un punto de apoyo para elevarse por
encima de este mundo; palabras, signos simbólicos o procedimientos
preparatorios cualesquiera no tienen otra razón de ser ni otra función…son
soportes, y nada más".
Así, se podría creer, como muchos piensan, que cuantos
más símbolos, palabras y signos conoce un iniciado, derivados de las lenguas
sagradas antiguas o actuales, más oportunidades tendrá de acceder al
conocimiento metafísico. Abundan así los "trabajos" llenos de citas
en sánscrito, en hebreo, en árabe, con el loable aunque a menudo estéril
objetivo de enriquecer e ilustrar los conceptos desarrollados. Si a veces
ocurre que estas citas tienen como efecto el poner de relieve la universalidad
de un concepto, a menudo el resultado obtenido consiste en dispensar al lector
de profundizar por sí mismo su propia reflexión sobre los símbolos.
Ahora bien, Guenon nos pone inmediatamente en guardia a
este respecto al precisar que "…no
confundamos un simple medio con una causa en el verdadero sentido de la palabra",
y que "no debemos entender la
realización metafísica como un efecto cualquiera de algo, porque no se trata de
la producción de algo que no exista todavía, sino de la toma de conciencia de
lo que está, de manera permanente e inmutable, fuera de toda sucesión temporal
o de otro tipo, pues todos los estados del ser, considerados en su principio,
están en perfecta simultaneidad, en el eterno presente".
Lo que es permanente e inmutable no tiene evidentemente
ninguna necesidad de ser memorizado ni conservado. Mientras que la memoria
supone un conocimiento cronológico de los hechos memorizados, el conocimiento
puro exige, por el contrario, una abolición de las condiciones temporales, y
quien está en la vía debe primeramente franquear las limitaciones de las
condiciones temporales, a fin de que la aparente sucesión de las cosas pueda transmutarse
en simultaneidad y pueda nacer en él "el
sentido de la eternidad, facultad ésta desconocida por el hombre ordinario".
E insiste: "Esto
es de una extrema importancia, pues quien no pueda escapar del punto de vista
de la sucesión temporal y considerar todas las cosas de modo simultáneo es
incapaz de la menor concepción de orden metafísico. Lo primero que debe hacer
quien verdaderamente quiere llegar al conocimiento metafísico es situarse fuera
del tiempo, diríamos incluso situarse en el no-tiempo".
Se podría objetar que la memoria permite, precisamente,
restituir en un instante dado hechos que están registrados en el tiempo,
incluso en épocas muy alejadas unas de otras, y que sería así una herramienta
al servicio del no-tiempo, o que podría dar una buena imagen de éste.
Esto sería olvidar que la memoria está totalmente
sometida a la cronología, ya que es la "conservadora" por excelencia.
Hay entonces un verdadero abismo entre el eterno presente, o no-tiempo, y el
recuerdo de acontecimientos que no pueden ser memorizados sino en el tiempo.
Es ésta la razón de que tal distinción sea de una extrema
importancia, pues es a causa del aparente mecanismo de la memoria que el hombre
experimenta grandes dificultades para evadirse de la condición temporal. Cuando
Sri Nisargadatta Maharaj nos ofrece el ejemplo del niño que dice "yo"
y, convertido en anciano, continúa diciendo "yo", nos hace entrever
el no-tiempo del "Sí", absolutamente independiente de la memoria.
Precisa incluso que nuestros miedos son el producto del recuerdo de nuestros
dolores, y que nuestros deseos nacen del recuerdo de nuestros placeres.
Así, quienes entran en la iniciación deben comprender que
la metodología ritual que practican, lejos de beneficiarse de sus adquisiciones
profanas, tiende, por el contrario, a ponerlas en duda.
Ciertamente, como dice Guenon, "estos medios podrán, en el punto de partida, ser casi indefinidamente
variados, pues, para cada individuo, deberán ser apropiados a su naturaleza
especial, conforme a sus aptitudes y sus disposiciones particulares".
Pero añade que "no
hay ninguna dificultad en reconocer que no existe medida común entre la
realización metafísica y los medios que conducen a ella, o, si se prefiere, que
la preparan. Ésta es por otra parte la razón de que ninguno de estos medios sea
necesario, de una necesidad absoluta; o, al menos, no hay sino una sola
preparación verdaderamente indispensable, y es el conocimiento teórico".
Observamos así inmediatamente que el conocimiento teórico
no precisa de la ayuda de la memoria, puesto que se apoya en principios
inmutables y no en la sucesión aparente de los efectos que pueden ocasionarse y
que, por otra parte, son lo único que puede ser memorizado.
Incluso el conocimiento teórico, según nos dice Guenon,
"no podría llegar muy lejos sin un
medio al que debemos considerar como el que desempeñará el papel más importante
y más constante: este medio es la concentración… Todos los demás no son sino
secundarios con respecto a éste; sirven sobre todo para favorecer la concentración
y para armonizar entre sí los diferentes elementos de la individualidad humana,
a fin de preparar la comunicación efectiva entre esta individualidad y los
estados superiores del ser".
Ahora bien, esta "concentración", que puede ser
identificada con la "meditación", es la actitud opuesta al acto de
memorización, que es la expresión misma de la exteriorización de las cosas
individuales memorizadas.
Y para volver de nuevo a nuestro anterior artículo, no se
puede, "geométricamente", situar mejor y simbolizar esta
"concentración" sino en la Punta de la Piedra cúbica, donde no puede
subsistir ningún acto de memorización.
Observemos, por lo demás, que la memoria no está sometida
sólo a las condiciones temporales: ella comprende igualmente las condiciones
espaciales, en la medida en que lo que tiende a conservar pertenece también al
dominio de la forma. Ya se trate de fórmulas matemáticas, de conceptos sobre la
materia, de cosmología, de imágenes del pasado o incluso de reglas
gramaticales, todos nuestros recuerdos revisten, más o menos, una cierta forma
espacial que contribuye, por su propia naturaleza, a facilitar la memorización.
Y, quizá, reflexionando un poco, descubramos que es ésta la condición necesaria
de la memorización.
Ahora bien, nos dice Guenon que la segunda fase de la
realización metafísica "se refiere a los estados supra-individuales, pero
todavía condicionados, aunque sus condiciones sean distintas a las del estado
humano… Lo que se supera es el mundo de las formas en su acepción más general,
comprendiendo aquí todos los estados individuales, sean cuales sean, pues la
forma es la condición común a todos estos estados, aquella por la que se define
la individualidad como tal. El ser que ya no puede ser llamado humano ha
escapado a la "corriente de las formas", según la expresión
extremo-oriental".
Así, la vía de realización metafísica impone, desde su
inicio, el abandono de las condiciones a la vez temporales y espaciales, que
son, precisamente, las condiciones de la existencia, del ejercicio y del
aprovechamiento de la memoria. Se comprenderá entonces no solamente la
inutilidad de ésta en la búsqueda metafísica, sino igualmente su verdadera
nocividad con respecto al esfuerzo de superación que esta búsqueda exige.
Pero hay más. Tras haber expuesto las dos principales
fases de la progresión en el verdadero conocimiento, René Guenon precisa que
"por elevados que sean estos estados
con respecto al estado humano, por alejados que estén de éste, no son aún sino
relativos, y ello es verdad incluso del más alto de ellos, el que corresponde
al principio de toda manifestación. Su posesión no es entonces más que un
resultado transitorio, que no debe ser confundido con el objetivo último de la
realización metafísica; es más allá del ser donde reside este objetivo, con
respecto al cual todo el resto no es más que encauzamiento y preparación. Este
objetivo supremo es el estado absolutamente incondicionado, liberado de toda
limitación".
Incluso para el debutante que se atiene todavía a la
"letra" de lo que dice René Guenon aparece totalmente evidente que en
este camino toda utilización de la memoria está absolutamente excluida, no
pudiendo ésta en modo alguno franquear las condiciones limitativas que la
justifican necesariamente, como por definición.
Se comprende así que la "vía masónica", a la
que consideramos como esencialmente metafísica, no podría consistir en acumular
"conocimientos", con la ayuda no solamente del intelecto, sino
también de la memoria. Pues esta vía simbólica de "constructores" es,
por la inversión normal de los símbolos, una vía de "destrucción de las
ilusiones" en vistas a la comprensión de lo "Real".
Como dice René Guenon, "incluso todo lo que se puede expresar no es literalmente nada con
respecto a lo que supera toda expresión, al igual que lo finito, sea cual sea
su magnitud, es nulo frente a lo Infinito".
Por lo demás, la extrema punta de la flecha de las
catedrales no es para la memoria sino las "piedras" que ella
sintetiza.
NOTA:
(1). Vers la Tradition, nº
60, junio-julio-agosto de 1995.
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