Resumen del capítulo LXXI: “EL OJO
QUE LO VE TODO”, de la obra “Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada”.
“EL OJO
QUE LO VE TODO”
René Guenon
Uno de los símbolos
comunes al cristianismo y a la masonería es el triángulo en el cual está
inscripto el Tetragrama hebreo, o a veces solamente un yod, primera letra del
Tetragrama, que puede considerarse en este caso como una abreviatura de él, que
por lo demás, en virtud de su significación principial, constituye de por sí un
nombre divino, e incluso el primero de todos según ciertas tradiciones. A
veces, también el yod mismo está reemplazado por un ojo, generalmente designado
como “el Ojo que lo ve todo” (The All-Seeing Eye); la semejanza de forma entre
el yod y el ojo puede, en efecto, prestarse a una asimilación, que por otra
parte tiene numerosos significados, sobre los cuales, sin pretender
desarrollarlos enteramente aquí, puede resultar interesante dar por lo menos
algunas indicaciones.
En primer lugar, cabe
advertir que el triángulo de que se trata ocupa siempre una posición
central y que además, en la masonería,
está situado expresamente entre el sol y la luna. Resulta de aquí que el ojo
contenido en el triángulo no debería estar representado en forma de un ojo
ordinario, derecho o izquierdo, puesto que en realidad el sol y la luna
corresponden respectivamente al ojo derecho e izquierdo del “Hombre Universal”
en cuanto éste es idéntico al “macrocosmo”. Para que el simbolismo sea
enteramente correcto, ese ojo debe ser un ojo “frontal” o “central”, es decir,
un “tercer ojo”, cuya semejanza con el yod es más notable todavía; y, en efecto,
ese “tercer ojo” es el que “lo ve todo” en la perfecta simultaneidad del eterno
presente . A este respecto, hay, pues, en las figuraciones ordinarias una
inexactitud, que introduce una asimetría injustificable, debida sin duda a que
la representación del “tercer ojo” parece más bien inusitada en la iconografía
occidental; pero quienquiera comprende bien ese simbolismo, puede fácilmente
rectificarla.
El triángulo recto [o
sea, con un vértice superior] se refiere propiamente al Principio; pero, cuando
está invertido por reflejo en la manifestación, la mirada del ojo contenido en
él aparece en cierto modo como dirigida “hacia abajo”, es decir, del Principio
de la manifestación misma, y, además de su sentido general de “omnipresencia”,
toma entonces más netamente el significado especial de “Providencia”. Por otra
parte, si se considera ese reflejo, más particularmente, en el ser humano, debe
notarse que la forma del triángulo invertido no es sino el esquema geométrico
del corazón; el ojo que está en su centro es entonces, propiamente, el “ojo del
corazón” (‘aynu-l-qalb en el
esoterismo islámico), con todas las significaciones que implica. Además,
conviene agregar que por eso, según otra conocida expresión, se trata del
corazón “abierto” (el-qalbu-l-maftùh); esta
abertura, ojo o yod, puede ser figurada simbólicamente como una “herida”, y
recordaremos a este respecto el corazón irradiante de Saint-Denis d’Orques, sobre el cual ya hemos hablado anteriormente,
y una de cuyas particularidades más notables es precisamente que la herida, o
lo que exteriormente presenta esa apariencia, tiene visiblemente la forma de un
yod.
Más aún: a la vez que
figura el “ojo del corazón”, como acabamos de decir, el yod, según otra de sus
significaciones jeroglíficas, representa también un “germen” contenido en el
corazón asimilado simbólicamente a un fruto; y esto, por lo demás, puede
entenderse tanto en sentido “macrocósmico” como “microcósmico”. En su
aplicación al ser humano, esta última observación debe ser vinculada con las relaciones
entre el “tercer ojo” y el lûz, del
cual el “ojo frontal” y el “ojo del corazón” representan, en suma, dos
localizaciones diversas, y que es además el “núcleo” o “germen de inmortalidad”.
Es también muy significativo a este respecto que la expresión árabe ‘aynu-l-juld presente el doble sentido de
‘ojo de inmortalidad’ y ‘fuente de inmortalidad’; y esto nos reconduce a la
idea de “herida”, que señalábamos antes, pues, en el simbolismo cristiano, está
también referido a la “fuente de inmortalidad” el doble chorro de sangre y agua
que mana de la abertura del corazón de Cristo. Es éste el “licor de
inmortalidad” que, según la leyenda, fue recogido en el Graal por José de
Arimatea; y recordaremos a este respecto, por último, que la copa misma es un
equivalente simbólico del corazón, y que, como éste, constituye también uno de
los símbolos tradicionalmente esquematizados con la forma de un triángulo
invertido.
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