Resumen del
capítulo LXIV: “EL PUENTE y el ARCO IRIS”, de la obra “Símbolos fundamentales de la Ciencia
Sagrada”; de René
Guenon.
EL PUENTE Y EL ARCO IRIS
René Guenon ha señalado,
con motivo del simbolismo del puente y de significado esencialmente “axial”,
que la asimilación entre este simbolismo y el del arco iris no es tan frecuente
como suele creerse. Seguramente hay casos en que tal asimilación existe, y uno
de los más claros es el que se encuentra en la tradición escandinava, donde el
puente de Byfrost está expresamente
identificado con el arco iris. En otros casos, cuando el puente se describe
como elevándose en una parte de su recorrido y bajando en la otra, es decir,
con la forma de un arco abovedado, parece más bien que, generalmente, esas
descripciones hayan sido influidas por una vinculación secundaria con el arco
iris, sin implicar por ello una verdadera identificación entre ambos símbolos.
Esa conexión se explica
fácilmente por el hecho de que el arco iris se considera generalmente como
símbolo de la unión del cielo y de la tierra; entre el medio por el cual se
establece la comunicación de la tierra con el cielo y el signo de esa unión hay
una conexión evidente, que sin embargo no entraña necesariamente identificación
o asimilación. Agregaremos en seguida que este significado mismo del arco iris,
el cual se encuentra en una u otra forma en la mayoría de las tradiciones,
resulta directamente de su relación estrecha con la lluvia, puesto que ésta,
según lo hemos explicado en otro lugar, representa el descenso de los influjos
celestes al mundo terrestre. El ejemplo más conocido en Occidente de esta
significación tradicional del arco iris es, naturalmente, el texto bíblico
donde se la expresa de modo muy neto; en particular, se dice en él: “He
colocado mi arco en las nubes para que sirva como señal de alianza entre mí y
la tierra”, pero es de notar que esa “señal de alianza” no está presentada en
modo alguno como un medio que permita el paso de un mundo al otro, paso al cual
ese texto, por otra parte, no hace la menor alusión. En otros casos, el mismo
significado se expresa en formas muy distintas: entre los griegos, por ejemplo,
el arco iris estaba asimilado al peplo de Iris, o quizá a Iris misma en una
época en que en las figuraciones simbólicas el “antropornorfismo” no había sido
aún llevado tan lejos como lo fue más tarde; aquí, esta significación está
implicada por el hecho, de que Iris era la “mensajera de los Dioses” y por
consiguiente desempeñaba el papel de intermediaria entre el cielo y la tierra;
pero va de suyo que tal representación está muy alejada en todo sentido del
simbolismo del puente.
En el fondo, el arco iris parece más bien, de modo
general, haber sido puesto en relación sobre todo con las corrientes cósmicas
por las cuales se opera un intercambio de influjos entre cielo y tierra, antes
bien que, con el eje según el cual se efectúa la comunicación directa entre los
diferentes estados; y, por otra parte, esto concuerda mejor con su forma curva,
pues, aunque, como lo hemos hecho notar anteriormente, esa forma misma no esté
forzosamente en contradicción con una idea de “verticalidad”, no deja de ser
cierto que esta idea no puede ser sugerida en tal caso por las apariencias
inmediatas, como lo es, al contrario, en el caso de todos los símbolos
propiamente axiales.
Ha de reconocerse que en
realidad el simbolismo del arco iris es muy complejo y presenta aspectos
múltiples; pero, entre ellos, uno de los más importantes quizá, aunque pueda
parecer sorprendente a primera vista, y en todo caso el que tiene más
manifiesta relación con lo que acabamos de indicar, es el que lo asimila a una
serpiente, y que se encuentra en muy diversas tradiciones. Se ha observado que
los caracteres chinos que designan al arco iris contienen el radical
‘serpiente’, aunque esta asimilación no está formalmente expresada de otro modo
en la tradición extremo-oriental, de modo que podría verse en ello algo así
como un recuerdo de algo que se remonta probablemente muy lejos. Parecería que
este simbolismo no haya sido enteramente desconocido de los mismos griegos, por
lo menos en el período arcaico, pues, según Homero, el arco iris estaba
representado en la coraza de Agamenón por tres serpientes cerúleas, “imitación
del arco de Iris y signo memorable para los humanos, que Zeus imprimió en las
nubes”. En todo caso, en ciertas regiones de África y particularmente en el
Dahomey, la “serpiente celeste” está asimilada al arco iris y a la vez se la considera
como señora de las piedras preciosas y la riqueza.
Sabido es que una de las
principales significaciones simbólicas de la serpiente se refiere a las
corrientes cósmicas a que aludíamos poco antes, corrientes que, en definitiva, no
son sino el efecto y como la expresión de las acciones y reacciones de las
fuerzas emanadas respectivamente del cielo y de la tierra. Esto da la única
explicación plausible de la asimilación del arco iris a la serpiente, y tal
explicación está en perfecto acuerdo con el carácter reconocido al arco iris,
de ser el signo de unión del cielo y de la tierra, unión que, en efecto, está
en cierto modo manifestada por esas corrientes, ya que éstas no podrían
producirse sin aquélla. Ha de agregarse que la serpiente, en cuanto a este
significado, está asociada con la mayor frecuencia a símbolos axiales como el
árbol o el bastón, cosa fácil de comprender, pues la dirección misma del eje
determina la de las corrientes cósmicas, sin que empero la de éstas se confunda
en modo alguno con la de aquél, así como tampoco, para retomar el simbolismo
correspondiente en su forma geométrica más rigurosa, una hélice trazada sobre
un cilindro se confunde con el eje del cilindro mismo. Entre el símbolo del
arco iris y el del puente, una conexión similar sería, en suma, la que podría
considerarse como la más normal; pero, ulteriormente, esa conexión ha llevado
en ciertos casos a una suerte de fusión de los dos símbolos, que no estaría
enteramente justificada si no se considerara a la vez resuelta en la unidad de
una corriente axial la dualidad de las corrientes cósmicas diferenciadas.
Empero, ha de tenerse en cuenta también que las figuraciones del puente no son
idénticas cuando se lo asimila al arco iris y cuando no, y, a este respecto,
cabría preguntarse si entre el puente rectilíneo y el puente en arco no existe,
por lo menos en principio, una diferencia de significación correspondiente en
cierto modo a la que hay, según hemos indicado antes, entre la escala vertical
y la escalera en espiral, diferencia que es la de la vía “axial” que reconduce
directamente el ser al estado principial y la vía más bien “periférica” que
implica el paso distinto a través de una serie de estados jerarquizados,
aunque, en un caso como en el otro, la meta final sea necesariamente idéntica.
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