LO EXOTERICO
Y LO ESOTERICO
Federico González Frías
Todos los símbolos sagrados, tanto los
expresados por la naturaleza como los adquiridos por los hombres mediante
revelación divina, ya sean éstos gestuales, visuales o auditivos, numéricos,
geométricos o astronómicos, rituales o mitológicos, macro o microcósmicos,
tienen una faz oculta y una aparente; una cualidad intrínseca y una
manifestación sensible, es decir, un aspecto esotérico y otro exotérico.
Mientras el
hombre profano –que es tal por su estado caído– únicamente puede percibir lo
exterior del símbolo, pues ha perdido la conexión con su origen mítico y su
realidad espiritual, el iniciado más bien procura descubrir en él lo más
esencial, lo que se encuentra en su núcleo interior, lo que no es sensible pero
sí inteligible y cognoscible, la estructura invisible del cosmos y del
pensamiento, su trama eterna, es decir, lo esotérico, que constituye también el
ser más profundo del hombre mismo, su naturaleza inmortal.
Al tomar
contacto e identificarse con esa condición superior de sí mismo y del Todo,
constata que signos y estructuras simbólicas aparentemente diversas son sin
embargo idénticas en significado y origen; que un mismo pensamiento o idea
puede ser expresado con distintos lenguajes y ropajes sin alterarse en modo
alguno su contenido único y esencial; que las ideas universales y eternas no
pueden variar aunque en apariencia se manifiesten de modo cambiante.
El cosmos,
la creación entera, contiene una cara oculta: su estructura invisible y
misteriosa que lo hace posible y que es su realidad esotérica, pero que al
manifestarse se refleja en miríadas de seres de variadísimas formas que le dan
una faz exotérica, su apariencia temporal y mutable. En el hombre sucede lo
mismo: el cuerpo y las circunstancias individuales son las que constituyen su
aspecto exotérico y aparente, siendo el espíritu lo más esotérico, lo único
Real, su origen más profundo y su destino más alto. Si los cinco sentidos
humanos son capaces de mostrar lo físico, la realidad sensible, ese sexto
sentido de la intuición inteligente y la mirada interna que se adquiere por la
Iniciación en los Misterios permite Ver más allá; da acceso a una región
metafísica en la que los seres y las cosas no están sujetos ya al devenir ni
signados por la muerte.
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