EL POZO DEL LEÓN
Rumi
Los animales vivían todos
con el temor del león. Las grandes selvas y las vastas praderas les parecían
demasiado pequeñas. Se pusieron de acuerdo y fueron a visitar al león. Le
dijeron:
"Deja
de perseguirnos. Cada día, uno de nosotros se sacrificará para servirte de
alimento. Así, la hierba que comemos y el agua que bebemos no tendrán ya este
amargor que les encontramos."
El león respondió:
"Si
eso no es una astucia vuestra y cumplís esta promesa, entonces estoy perfectamente
de acuerdo. Conozco demasiado las triquiñuelas de los hombres y el profeta
dijo: "El fiel no repite dos veces el mismo error".
"¡Oh,
sabio! -dijeron los animales-, es inútil querer protegerse contra el destino.
No saques tus garras contra él. ¡Ten paciencia y sométete a las decisiones de
Dios para que Él te proteja!".
"Lo
que decís es justo -dijo el león-, pero más vale actuar que tener paciencia,
pues el profeta dijo: "¡Es preferible que uno ate su camello!”.
Los animales:
"Las
criaturas trabajan para el carnicero. No hay nada mejor que la sumisión. Mira
el niño de pecho; para él, sus pies y sus manos no existen pues son los hombros
de su padre los que lo sostienen. Pero cuando crece, es el vigor de sus pies el
que lo obliga a tomarse el trabajo de caminar."
-“Es verdad, -reconoció el
león- pero ¿por qué cojear cuando tenemos pies?”. Si el dueño de la casa
tiende el hacha a su servidor, éste comprende lo que debe hacer. Del mismo
modo, Dios nos ha provisto de manos y de pies. Someterse antes de llegar a su
lado, me parece una mala cosa. Pues dormir no aprovecha sino a la sombra de un
árbol frutal. Así el viento hace caer la fruta necesaria. Dormir en medio de un
camino por el que pasan bandidos es peligroso. La paciencia no tiene valor sino
una vez que se ha sembrado la semilla."
Los animales
respondieron:
"Desde
toda la eternidad, miles de hombres fracasan en sus empresas, pues, si una cosa
no se decide en la eternidad, no puede realizarse. Ninguna precaución resulta
útil si Dios no ha dado su consentimiento. Trabajar y adquirir bienes no debe
ser una preocupación para las criaturas."
Así, cada una de las
partes desarrolló sus ideas por medio de muchos argumentos pero, finalmente, el
zorro, la gacela, el conejo y el chacal lograron convencer al león.
Así pues, un animal se
presentaba al león cada día y éste no tenía que preocuparse ya por la caza. Los
animales respetaban su compromiso sin que fuese necesario obligarlos.
Cuando llegó el turno al
conejo, éste se puso a lamentarse. Los demás animales le dijeron:
"Todos
los demás han cumplido su palabra. A ti te toca. Ve lo más deprisa posible junto
al león y no intentes trucos con él."
El conejo les dijo:
"¡Oh, amigos míos!
Dadme un poco de tiempo para que mis artimañas os liberen de ese yugo. De eso saldréis ganando, vosotros y vuestros hijos."
-¿“Dinos cuál es tu idea”?, dijeron los animales.
-“Es una triquiñuela, -dijo
el conejo-, cuando se habla ante un espejo, el vaho empaña la imagen."
Así que el conejo no se
apresuró a ir al encuentro del león. Durante ese tiempo, el león rugía, lleno
de impaciencia y de cólera. Se decía:
"¡Me
han engañado con sus promesas! Por haberlos escuchado, me veo en camino de la
ruina. Heme aquí herido por una espada de madera. Pero, a partir de hoy, ya no
los escucharé."
Al caer la noche, el
conejo fue a casa del león. Cuando lo vio llegar, el león, dominado por la
cólera, era como una bola de fuego. Sin mostrar temor, el conejo se acercó a
él, con gesto amargado y contrariado. Pues unas maneras tímidas hacen sospechar
culpabilidad. El león le dijo:
"Yo he
abatido a bueyes y a elefantes. ¿Cómo es que un conejo se atreve a provocarme?"
El conejo le dijo:
"Permíteme
que te explique: he tenido muchas dificultades para llegar hasta aquí. Había
salido incluso con un amigo. Pero, en el camino, hemos sido perseguidos por
otro león. Nosotros le dijimos: "Somos servidores de un sultán".
Pero él rugió: "¿Quién
es ese sultán? ¿Es que hay otro sultán que no sea yo?". Le suplicamos
mucho tiempo y, finalmente, se quedó con mi amigo, que era más hermoso y más
gordo que yo. De modo que otro león se ha atravesado en nuestros acuerdos. Si
deseas que mantengamos nuestras promesas, tienes que despejar el camino y
destruir a este enemigo, pues no te tiene ningún temor."
-¿Dónde está? -dijo el león- ¡Vamos,
muéstrame el camino!"
El conejo condujo al león
hacia un pozo que había encontrado antes.
Cuando llegaron al borde
del pozo, el conejo se quedó atrás. El león le dijo:
"¿Por
qué te detienes? ¡Pasa delante!"
"Tengo
miedo, dijo el conejo. ¡Mira qué pálida se ha puesto mi cara!"
-¿De qué tienes miedo?" preguntó
el león.
El conejo respondió:
"¡En ese pozo vive
el otro león!"
-Adelántate, dijo el león.
¡Echa una ojeada sólo para verificar si está ahí!
-Nunca me atreveré, -dijo el
conejo-, si no estoy protegido por tus brazos."
El león sujetó al conejo
contra él y miró al pozo. Vio su reflejo y el del conejo. Tomando este reflejo por
otro león y otro conejo, dejó al conejo a un lado y se tiró al pozo.
Esta es la suerte de los
que escuchan las palabras de sus enemigos. El león tomó su reflejo por un
enemigo y desenvainó contra sí mismo la espada de la muerte.
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