La Palabra - Diccionario de Simbolos y Temas Misteriosos

LA PALABRA

Federico González Frías 

"Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe".
Juan I, 3

Hay un antecedente evidente en el Génesis, es la palabra de Dios la que ordena "¡Hágase la luz!" (Fiat Lux) y luego sigue siendo la voz de Dios la ejecutora de su plan, ("dijo Dios").

El término palabra era para los griegos desde Heráclito tema muy amplio, aunque debemos siempre tener en cuenta que la palabra crea un discurso, que es el que es, y de allí su identificación con el concepto de logos.

Para todos los pueblos la palabra ha sido siempre mágica. Para la teología hermetista la palabra ha sido un ser mediador por el que la deidad trascendente toma contacto con el mundo o contribuye a su creación, o conservación.

Tal es el caso de Hermes, dios de la palabra y la elocuencia y heredero del Thot egipcio inventor de la escritura y él mismo un escriba divino, es lo mismo a como se lo ve a Hermes en el Corpus Hermético, revelador de la ciencia divina.

Por eso no es nada extraño que el mismo evangelista Juan, nutrido de la filosofía de su tiempo que toma la palabra como la fuerza que a partir de una idea (idea-fuerza) activa a todo el universo y les da a las criaturas el ser individual signando su función, le haya reconocido su poder generador.


De hecho el Verbo existía antes de la Creación, ya que él la genera, y convivía alegremente con Dios. San Agustín aún ha identificado a Cristo con la palabra y por lo tanto con el logos.

Por ser mágica no se puede saber si obra por sí misma o por la boca de quien la pronuncia (individualidad). En Israel es atribuida al poder de Yahvé y también en Egipto es dada como tal porque la pronuncia el faraón, al ser éste mismo una encarnación de la verdad.

En todo caso siempre tiene que haber una estricta relación entre el Verbo y quien la pronuncia, incluso en las circunstancias en que ésta ha sido pronunciada.


La palabra es inmortal, está siempre viva y por ello es que perpetuamente es actuante. Si se comprende, es curativa, porque nos lleva de continuo a la resurrección. Pero no es sólo ella su sentido, sino que su sonido es capaz de dar cuenta de un estado que se produce en nosotros. De allí la reiteración de nombres y palabras en los himnos sagrados, que han pasado, como convención de modo profano, a los estribillos de las canciones populares.

Comentarios