Qabbalah - René Guenon


QABBALAH

René Guenon

El término de qabbalah, en hebreo, no significa otra cosa que “tradición”, en el sentido más general; y, aunque las más de las veces designa la tradición esotérica o iniciática cuando se emplea sin más precisión, también ocurre a veces que se aplica a la tradición exotérica misma (1). Así pues, este término, de por sí, es susceptible de designar la tradición; pero como pertenece a la lengua hebrea, es normal que, como ya hemos hecho ver en ocasiones, cuando se utiliza otra lengua se lo reserve precisamente para la tradición hebraica, o si se prefiere otra manera de hablar, quizá más exacta, para la forma especialmente hebrea de la tradición. Si insistimos en ello, es porque hemos comprobado en algunos la tendencia a darle otro sentido a esta palabra, a hacer de ella la denominación de un tipo especial de conocimientos tradicionales, dondequiera que se encuentren además, y eso porque creen descubrir en la propia palabra todo tipo de cosas más o menos extraordinarias que en realidad no hay en ella. No tenemos intención de perder nuestro tiempo señalando interpretaciones imaginarias; más útil es precisar la verdadera significación original de la palabra, lo cual basta para reducirlas a nada, y eso es cuanto nos proponemos aquí.

La raíz QBL, en hebreo y en árabe (2), significa esencialmente la relación de dos cosas que están colocadas una frente a otra; de ahí provienen todos los diversos sentidos de las palabras que se derivan de ella, como, por ejemplo, los de encuentro y aún de oposición. De esta relación resulta también la idea de un paso de uno a otro de los dos términos en presencia, de donde ideas como las de recibir, acoger y aceptar, expresadas en ambas lenguas por el verbo qabal; y de ahí deriva directamente qabbalah, es decir, propiamente “lo que es recibido” o transmitido (en latín traditum) de uno a otro. Con esta idea de transmisión, vemos aparecer aquí la de sucesión; pero hay que señalar que el sentido primero de la raíz indica una relación que puede ser tanto simultánea como sucesiva, tanto espacial como temporal. Esto explica el doble sentido de la preposición qabal en hebreo y qabl en árabe, que significa a la vez “ante” (es decir “enfrente”, en el espacio) y “antes” (en el tiempo); y el estrecho parentesco de las dos palabras “ante” y “antes”, incluso en nuestra lengua, muestra bien que siempre se establece cierta analogía estas dos modalidades diferentes, una en simultaneidad y la otra en sucesión. Esto también permite resolver una aparente contradicción: aunque la idea más frecuente, cuando se trata de una relación temporal, sea aquí la de anterioridad y, por consiguiente, se refiere al pasado, también sucede, sin embargo, que derivados de la misma raíz designan el futuro (en árabe mustaqbal, es decir, literalmente aquello ante lo cual se va, de istaqbal, “ir hacia adelante”) pero ¿no se dice también en nuestra lengua que el  pasado está antes de nosotros y que el futuro está ante nosotros, lo cual es totalmente comparable? En suma, basta en todos los casos que uno de los términos considerados esté “ante” o “antes” con respecto al otro, ya se trate, por lo demás, de una relación espacial o de una relación temporal.


 
Todas estas observaciones se pueden confirmar además con el examen de otra raíz, igualmente común al hebreo y al árabe, y que tiene significados muy próximos a aquellos, incluso podría decirse idénticos en gran parte, pues, aunque el punto de partida sea claramente diferente, los sentidos derivados llegan a coincidir. Es la raíz QDM, que en primer lugar expresa la idea de “preceder” (qadam), de donde todo lo que se refiere, no sólo a una anterioridad temporal, sino a cualquier prioridad de orden. Así, para las palabras que provienen de esta raíz, aparte los sentidos de origen y antigüedad (qedem en hebreo, qidm o qidam en árabe), se encuentra el de primacía o precedencia, e incluso el de marcha, avance o progresión (en árabe teqaddum (3)); y, también aquí, la preposición qadam en hebreo y qoddâm en árabe tiene el doble sentido de “ante” y “antes”. Pero el sentido principal, aquí, designa aquello que es primero, sea jerárquicamente, sea crono-lógicamente; también, la idea más frecuentemente expresada es la de origen o de primordialidad y, por extensión, de antigüedad cuando se trata del orden temporal: así, qadmôn en hebreo y qadim en árabe, significan “antiguo” en el uso corriente, pero, cuando se refieren al dominio de los principios, han de traducirse por “primordial” (4).

Aún ha lugar, a propósito de estas mismas palabras, a señalar otras consideraciones que no carecen de interés: en hebreo, los derivados de la raíz QDM sirven también para designar el Oriente, es decir, el lado del “origen” en el sentido de que es aquel donde aparece el sol levante (oriens, de oriri, de dónde viene también origo en latín), el punto de partida del avance diurno del sol; y, al mismo tiempo, también es el punto que se tiene ante sí cuando uno se “orienta” volviéndose hacia el sol por donde sale (5). Así, qedem también significa “Oriente”, y qadmôn “oriental”; pero no habría que querer ver en estas designaciones la afirmación de una primordialidad del Oriente desde el punto de vista de la historia de la humanidad terrestre, puesto que, como hemos tenido ocasión de decir frecuentemente, el origen primero de la tradición es nórdico, “polar” inclusive, no oriental ni occidental; la explicación que acabamos de indicar nos parece además plenamente suficiente. A este respecto, añadiremos que estas cuestiones de “orientación”, de una manera general, tienen una importancia bastante grande en el simbolismo tradicional y en los ritos que se basan en dicho simbolismo; por lo demás, son más complejas de lo que se podría pensar y pueden causar algunos errores, pues, en formas tradicionales diversas, hay varios modos de orientación diferentes. Cuando se orienta uno hacia el sol levante como se acaba de decir, el Sur se designa como el “lado de la derecha” (yamîn o yaman; cf. el sánscrito dakshina que tiene mismo sentido), y el Norte como el “lado de la izquierda” (shemôl en hebreo, shimâl en árabe); pero a veces también ocurre que la orientación se toma volviéndose hacia el sol en el meridiano, y entonces el punto que se tiene ante sí ya no es el Oriente, sino el Sur: así, en árabe, el lado Sur, entre otras denominaciones, tiene también la de qiblah, y el adjetivo qibli significa “meridional”. Estos últimos términos nos devuelven a la raíz QBL; y sabido es que la misma palabra qiblah designa también, en el Islam, la orientación ritual; en todos los casos es la dirección que se tiene ante sí; y lo que además es bastante curioso es que la ortografía de esta palabra qiblah es exactamente idéntica a la del hebreo qabbalah.

Ahora, podemos hacernos esta pregunta: ¿por qué motivo la tradición, en hebreo, se designa con una palabra que proviene de la raíz QBL, y no de la raíz QDM? Se podría estar tentado de decir, a este respecto, que, como la tradición hebrea no constituye sino una forma secundaria y derivada, no podría convenirle una denominación que evoque la idea de origen o de primordialidad; pero esta razón no nos parece esencial pues, directa o indirectamente, toda tradición se vincula a los orígenes y procede de la Tradición primordial, y nosotros mismos hemos visto en otra parte que toda lengua sagrada, incluidos el propio hebreo y el árabe, se considera que representa en cierta forma la lengua primitiva.

La verdadera razón, según parece, es que la idea que ha de ponerse en evidencia sobre todo es la de una transmisión regular e ininterrumpida, idea que, por lo demás, es también la que expresa propiamente la palabra misma de “tradición”, así como lo indicábamos al principio. Esta transmisión constituye la “cadena” (shelsheleth en hebreo, silsilah en árabe) que une el presente al pasado y que ha de continuarse del presente hacia el porvenir: es la “cadena de la tradición” (shelsheleth haqabbalah), o la “cadena iniciática” de la que hemos tenido ocasión de hablar recientemente, y es también la determinación de una “dirección” (volvemos a encontrar aquí el sentido del árabe qiblah) que, a través de la sucesión de los tiempos, orienta al ciclo hacia su fin y une éste con su origen, y que, extendiéndose incluso más allá de estos dos puntos extremos a causa de que su fuente principial es intemporal y “no humana”, lo enlaza armónicamente con los demás ciclos, concurriendo a formar con ellos una “cadena” más vasta, la que ciertas tradiciones orientales denominan la “cadena de los mundos”, donde se integra, de eslabón en eslabón, todo el orden de la manifestación universal.

NOTAS.

 Artículo publicado en “Le Voile d´Isis”, mayo de 1933. Retomado en Formes Traditionnelles et Cycles Cosmiques.

(1)   Esto causa ciertos equívocos: así, hemos visto a algunos pretender vincular el Talmud a la Kabbala entendida en sentido esotérico; de hecho, el Talmud es la “tradición”, pero puramente exotérica, religiosa y legal.

(2)   Llamamos la atención sobre el hecho, no tenido suficientemente en cuenta, de que estas dos lenguas, la mayoría de cuyas raíces es común, a menudo pueden aclararse la una por la otra.

(3)   De ahí la palabra qadam, que significa “pie”, es decir, lo que sirve para la marcha.

(4)   El insânul- qadîm, es decir, el “Hombre primordial”, es, en árabe, una de las denominaciones del “Hombre universal” (sinónimo de El-insânul-kamîl, que es literalmente el “Hombre perfecto” o total”; es exactamente el Adam Qadmôn hebreo.

(5)   Es curioso observar que Cristo es llamado, a veces, Oriens; esta denominación puede relacionarse sin duda con el simbolismo del sol levante; pero, a causa del doble sentido que aquí indicamos, es posible que haya que relacionarlo también, o incluso sobre todo, con el hebreo Elohi Qedem, o expresión que designa al verbo como “Anciano de los Días”, es decir, que es antes de los días, o el Principio de los ciclos de manifestación, considerados simbólicamente como “días” por diversas tradiciones (los “días de Brahmâ” en la tradición hindú, los “días de la creación” en el Génesis hebreo.

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