BUSCADOR DE VERDAD
Rumi
Dakuki era un hombre de amor y muy prodigioso, atento a protegerse de lo ilícito. Nunca permanecía más de dos días en un mismo
lugar, pues se decía: "Si me quedo más tiempo en una casa, corro el
peligro de ver mi corazón atraído por algo o por alguien."
Caminaba de día y rezaba de noche. Su
naturaleza era la de un ángel. Como él era puro, estaba en continua búsqueda de
hombres puros y dirigía a Dios esta plegaria: "¡Oh, Señor! ¡Permíteme encontrar
a tus fieles servidores!" .
Y Dios le
respondía: "¡Oh, hombre puro! ¡Qué sed y qué amor
hay en ti! Pero si ese amor me ha sido consagrado, ¿por qué estás siempre
buscando hombres?"
Dakuki respondió: "¡Oh,
Dios mío! ¡Estoy en mitad del océano y busco una cántara de agua! Los deseos
que tengo acerca de tu amor son para mí motivo de orgullo, igual que mis deseos
por el prójimo me son motivo de vergüenza. Desde hace años, viajo sin cesar,
tanto a Oriente como a Occidente. Voy con los pies desnudos por caminos llenos
de guijarros y de espinas. Pero no creas que un enamorado se desplaza sobre sus
pies torturados. No, es con su corazón como viaja. Mi atracción por el hombre
no hace sino aumentar. ¡Quisiera ver la ola del océano en una gota de
agua!."
Un día, Dakuki
se encontró dirigiendo la oración en una playa entre un grupo de fieles. Todo
el mundo se puso en fila para la oración cuando, de pronto, la mirada de Dakuki
se dirigió hacia el mar y oyó gritos. Vio, en alta mar, un barco, sacudido por
las olas. Los pasajeros, en la oscuridad, gritaban por temor a hundirse, pues la
tempestad soplaba como Azrael. Incluso los infieles y los rebeldes habían
recobrado su fe en Dios y todos se prosternaban, desesperados.
Al ver esto,
las lágrimas llenaron los ojos de Dakuki. "¡Oh, Señor! le dijo,
¡perdónalos y socórrelos!". Esta plegaria fue escuchada y el barco se salvó, pero los pasajeros
creyeron que esto se debía a sus propios esfuerzos. Creían que sus oraciones
habían sido aceptadas. Como el zorro que escapa de las garras del león gracias
a sus patas, pero que sigue estando tan orgulloso de su cola.
En pocas
palabras, el barco atracó en el momento mismo en que Dakuki y los fieles
terminaban su oración. Los fieles dijeron: "¿Quién ha podido hacer este prodigio?
¿Habrá sido el imán, que, compadecido, haya dirigido esta oración a Dios? ¡Se
habría atrevido a interferirse en la voluntad divina!". Y cuando Dakuki se volvió, vio que todo el
mundo se había marchado. Habían desaparecido todos, como peces deslizándose en
el agua. Dakuki se puso de nuevo a llorar. ¡Ah! ¡Ahora es cuando caes en la trampa! ¡Hombre inmaduro! Creías, como
todo el mundo, que ellos eran hombres. Tú los has mirado con los ojos de
Satanás, que dice: "Yo fui creado a partir del fuego y Adán a
partir del barro."
¡Oh, Dakuki,
abre los ojos! Sigue buscando día y noche. Abandona las obras de este mundo.
¡Busca a los hombres invocando Su nombre!
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