EL
ROSAL DE LAMAS
Mariantonia
Palacios
Joseph
de los Ángeles del Carmen Lamas (1775-1814) es uno de los compositores coloniales
venezolanos que goza de mayor celebridad en nuestros días. Además de que la
Escuela de Música más antigua del país lleva su nombre, una de sus obras, el Popule Meus, es interpretada durante la
Semana Santa en todos los rincones de Venezuela.
Contradictoriamente,
Lamas siempre se mantuvo ajeno a la fama y la gloria durante su vida. Su
existencia transcurrió entre la intimidad del hogar y la capilla musical de la
Catedral de Caracas, institución a la que ingresó a los catorce años como
integrante del coro. Allí permaneció hasta su muerte, inmutable frente a lo que
ocurría a su alrededor. Se dedicó a tocar el bajón, el violín, y tal vez el
órgano y el oboe, a cantar, y a componer música para los servicios religiosos.
Extremadamente
humilde y retraído, Lamas tuvo una vida apacible y tranquila de la que se
tienen muy pocas noticias. Murió a los 39 años en la más absoluta pobreza. “Fue
su entierro todo de limosna”, reza su partida de defunción, y no dejó
testamento “por no tener bienes”. Fue sepultado en el cuarto tramo de la
Iglesia de San Pablo el 10 de diciembre de 1814.
Este
templo fue demolido por Antonio Guzmán Blanco en 1876 para construir el Teatro
Municipal. Las investigaciones realizadas por el historiador Manuel Landaeta
Rosales permitieron ubicar el cuarto tramo donde fue sepultado Lamas. Estaría situado
en una franja de terrero “entre la baranda de la calle hacia el oriente y los
muros orientales del teatro Municipal”. En ese espacio se plantó un pequeño
jardín donde floreció por mucho tiempo un rosal que fue bautizado como “el
rosal de Lamas”. Incluso llegó a considerarse la posibilidad de levantar allí
un monumento que honrara la memoria del compositor.
Cuando
en 1948 se ensancharon las calles aledañas al teatro, se excavó el jardín donde
estaba el rosal y se encontró una lápida partida con las letras LAM. El
hallazgo interesó a Mauro Páez Pumar, quien, tras algunas investigaciones,
sugirió que la lápida y los restos hallados correspondían al compositor. El
Consejo Municipal designó entonces una comisión para encargarse del asunto. Sin
embargo, cuatro meses después, una noticia aparecida en el diario “Últimas Noticias”
da cuenta de que los despojos encontrados habían sido dejados “dentro de un
viejo, destartalado y polvoriento cajón… en un rincón de la barraca situada al
lado izquierdo del teatro Municipal donde los obreros que reparaban el Coliseo
guardan sus herramientas y materiales”.
Allí,
en ese cajón, quedaron olvidados los restos de José Ángel Lamas, el compositor
colonial venezolano que es recordado por la feligresía cada vez que se
interpreta su Popule Meus durante la
Semana Mayor.
Cortesía de Edwin Arellano
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