CONSAGRACIÓN DE UN LUGAR: REPETICIÓN DE LA COSMOGONÍA
Mircea Eliade
Importa comprender bien
que la cosmización de territorios desconocidos es siempre una consagración: al
organizar un espacio, se reitera la obra ejemplar de los dioses. La íntima
relación entre cosmización y consagración está ya atestiguada en los niveles
elementales de cultura (por ejemplo, entre los nómadas australianos, cuya
economía sigue estando en el estadio de la colección y de la caza menor). Según
las tradiciones de una tribu arunta,
los achilpa, el ser divino Numbakula «cosmizó», en los tiempos
míticos, su futuro territorio, creó a su Antepasado y estableció sus
instituciones. Con el tronco de un árbol gomífero Numbakula hizo el poste sagrado (Kauwa-auwa) y, después de haberlo untado de sangre, trepó por él y
desapareció en el Cielo. Este poste representa un eje cósmico, pues es en torno
suyo donde el territorio se hace habitable, se transforma en «mundo». De ahí el
considerable papel ritual del poste sagrado: durante sus peregrinaciones, los achilpa lo trasportan con ellos y eligen
la dirección a seguir según su inclinación. Esto les permite desplazarse
continuamente sin dejar de «estar» en su «mundo» y, al propio tiempo, en
comunicación con el Cielo donde desapareció Numbakula.
Si se rompe el poste, sobreviene la catástrofe; se asiste en cierto modo al
«fin del mundo», a la regresión, al Caos. Spencer y Guien refieren que, según un mito, habiéndose roto una vez el poste
sagrado, la tribu entera quedó presa de la angustia; sus miembros anduvieron
errantes por algún tiempo y finalmente se sentaron en el suelo y se dejaron
morir (1).
Este ejemplo ilustra
admirablemente tanto la función cosmológica del poste ritual como su papel
soteriológico. Por una parte, el Kauwa-auwa
reproduce el poste utilizado por Numbakula
para cosmizar el mundo, y por otra, gracias a él creen los achilpa poder comunicar con el dominio celeste. Ahora bien, la
existencia humana sólo es posible gracias a esa comunicación permanente con el
Cielo. El «mundo» de los achilpa no
se convierte realmente en su mundo sino en la medida en que reproduce el Cosmos
organizado y santificado por Numbakula.
No se puede vivir sin una «abertura» hacia lo trascendente, la existencia del
mundo ya no es posible y los achilpa
se dejan morir. Instalarse en un territorio
viene a ser, en última instancia, el consagrarlo.
Cuando la instalación ya
no es provisional, como entre los nómadas, sino permanente, como entre los
sedentarios, implica una decisión vital que compromete la existencia de la
comunidad por entero. «Situarse» en un lugar, organizarlo, habitarlo son
acciones que presuponen una elección existencial: la elección del Universo que
se está dispuesto a asumir al «crearlo». Ahora bien: este «Universo» es siempre
una réplica del universo ejemplar, creado y habitado por los dioses: comparte,
según eso, la santidad de la obra de los dioses.
El poste sagrado de los achilpa «sostiene» su mundo y asegura la
comunicación con el cielo. Tenemos aquí el prototipo de una imagen cosmológica
que ha conocido una gran difusión: la de los pilares cósmicos que sostienen el
Cielo a la vez que abren el camino hacia el mundo de los dioses. Hasta su cristianización,
los celtas y los germanos conservaban todavía el culto a tales pilares
sagrados. El Chronicon Laurissense
breve, escrito hacia el 800, refiere que Carlomagno, con motivo de una de sus
guerras contra los sajones (772), hizo demoler en la villa de Eresburgo el templo y el bosque sagrado
de su «famoso Irmensul». Rodolfo de
Fulda (ca. 860) precisa que esta famosa columna es la «columna del Universo que
sostiene casi todas las cosas» (universalis
columna quasi sustinens omnia). La misma imagen cosmológica reaparece en
Roma (Horacio, Odas, III, 3), en la India antigua con el Skambha, Pilar cósmico (Rig
Veda, I, 105; X, 89, 4; etc.). Y también entre los habitantes de las islas
Canarias y en culturas tan remotas como las de los kwakiutl (Colombia británica) y los nad'a de Flores (Indonesia). Los kwakiutl creen que un poste de cobre atraviesa los tres niveles
cósmicos (el Mundo subterráneo, la Tierra y el Cielo): allí donde penetra en el
Cielo se encuentra la «Puerta del Mundo de arriba». La imagen visible de este
Pilar cósmico es, en el Cielo, la Vía Láctea. Pero esta obra de los dioses que
es el Universo la recogen e imitan los hombres a su escala. El Axis mundi que se ve en el Cielo, bajo
la forma de la Vía Láctea, se hace presente en la casa cultual bajo la forma de
un poste sagrado. Es éste un tronco de cedro de diez a doce metros de longitud,
más de cuya mitad sobresale de la casa cultual. El papel que desempeña en las
ceremonias es capital: el de conferir una estructura cósmica a la casa. En los
cánticos rituales se la llama «nuestro mundo» y los candidatos a la iniciación
que habitan en ella, proclaman: «Estoy en el Centro del Mundo..., estoy junto
al Pilar del Mundo (2), etc.». La misma asimilación del Pilar cósmico al poste
sagrado y de la casa cultual al Universo se da entre los nad'a de Flores.
El poste de sacrificio se llama «Poste del Cielo», y se estima que sostiene el
Cielo (3).
NOTAS
(1) B. Spencer y
P. J. Gillen, The Arunta, Londres, 1926, I, p. 388.
(2) Werner Müller, Weltbild und Kult
der Kwakiutl-Indianer, Wiesbaden, 1955, pp. 17-20.
(3) P. Arndt, "Die
Megalithenkultur des Nad'a": Anthropos, 27. 1932.
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