EL PREDICADOR
Rumi
Había un predicador que, cada vez que se ponía
a rezar no dejaba de elogiar a los bandidos y desearles toda la felicidad
posible. Elevaba las manos al cielo diciendo:
"¡Oh,
Señor: ofrece tu misericordia a los calumniadores, a los rebeldes, a los
corazones endurecidos, a los que se burlan de la gente de bien y a los
idólatras!"
Así terminaba
su arenga, sin desear el menor bien a los hombres justos y puros. Un día, sus
oyentes le dijeron:
"No es costumbre rezar así! Todos estos
buenos deseos dirigidos a los malvados no serán escuchados." Pero él replicó:
"Yo
debo mucho a esa gente de la que habláis y por esa razón ruego por ellos. Me
han torturado tanto y me han causado tanto daño que me han guiado hacia el
bien. Cada vez que me he sentido atraído por las cosas de este mundo, me han
maltratado. Y todos esos malos tratos son la causa por la que me he vuelto
hacia la fe”.
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