ACERCA DE LOS CONSTRUCTORES
DE LA EDAD MEDIA
RENÉ GUÉNON
Un artículo de Armand Bédarride, aparecido en "Le Symbolisme" del mayo último, y al cual hemos ya hecho
alusión en nuestra crónica de revistas, nos parece susceptible de dar lugar a
algunas reflexiones útiles. Este artículo, titulado "Los Ideales de
nuestros Precursores", concierne a las corporaciones de la Edad Media
consideradas como habiendo transmitido algo de su espíritu y de sus tradiciones
a la Masonería moderna.
Notemos primero, a este propósito, que la distinción entre
"Masonería operativa" y "Masonería especulativa" nos parece
que debe tomarse en muy distinto sentido del que se le atribuye de ordinario.
En efecto, lo más habitual es imaginar que los Masones "operativos"
no eran más que simples obreros o artesanos, y nada más, y que el simbolismo de
significaciones más o menos profundas no habría llegado sino bastante
tardíamente, tras la introducción, en las organizaciones corporativas, de
personas extrañas al arte de construir. Por otra parte, no es esa la opinión de
Bédarride, que cita un número bastante grande de ejemplos, especialmente en los
monumentos religiosos, de figuras cuyo carácter simbólico es incontestable; él
habla en particular de las dos columnas de la catedral de Würtzbourg, "que prueban, dice él, que los Masones
constructores del siglo XIV practicaban un simbolismo filosófico", lo que
es exacto, a condición, evidentemente, de entenderlo en el sentido de
"filosofía hermética", y no en la acepción corriente según la que no
se trataría más que de la filosofía profana, la cual, por lo demás, nunca ha
hecho el menor uso de un simbolismo cualquiera. Podrían multiplicarse los
ejemplos indefinidamente; el plano mismo de las catedrales es eminentemente
simbólico, como ya hemos hecho observar en otras ocasiones; lo que hay que
añadir también es que, entre los símbolos usados en la Edad Media, además de
aquellos de los cuales los Masones modernos han conservado el recuerdo aun no
comprendiendo ya apenas su significado, hay muchos otros de los que ellos no
tienen la menor idea (1).
Hace falta, en nuestra opinión, oponerse de alguna forma a la opinión
corriente, y considerar a la "Masonería especulativa" como no siendo,
desde muchos puntos de vista, más que una degeneración de la "Masonería
operativa". Esta última, en efecto, era verdaderamente completa en su
orden, poseyendo a la vez la teoría y la práctica correspondiente, y su
designación puede, en este aspecto, ser entendida como una alusión a las
"operaciones" del "arte sagrado", del cual la construcción
según las reglas tradicionales era una de las aplicaciones. En cuanto a la
"Masonería especulativa", que nació en un momento en el cual las corporaciones
constructivas estaban en plena decadencia, su nombre indica bastante claramente
que ella está confinada en la especulación pura y simple, es decir, en una
teoría sin realización; sin duda, sería confundirse de la manera más extraña
viendo eso como un "progreso". Si aún no hubiera habido ahí más que
un aminoramiento, el mal no sería tan grande como lo es en realidad; pero, como
hemos ya dicho en diversas ocasiones, ha habido además una verdadera desviación
a principios del siglo XVIII, cuando la constitución de la Gran Logia de
Inglaterra, que fue el punto de partida de toda la Masonería moderna. No
insistiremos más por el momento, pero hemos de destacar que si se quiere
comprender verdaderamente el espíritu de los constructores de la Edad Media,
tales observaciones son de todo punto esenciales; de otra forma, uno se haría
una idea falsa o al menos muy incompleta.
Otra idea que no es menos importante rectificar, es aquella según la cual
el empleo de las formas simbólicas habría sido simplemente impuesto por razones
de prudencia. Que esas razones hayan existido a veces, no lo contestamos, pero
ese no es sino el lado más exterior y el menos interesante de la cuestión;
nosotros lo hemos dicho a propósito de Dante y de los "Fieles de
Amor"(2), y podemos repetirlo en lo que concierne a las corporaciones de
constructores, tanto más cuanto que ha debido haber lazos bastante estrechos
entre todas esas organizaciones, de carácter en apariencia tan diferente, pero
que participaban todas en los mismos conocimientos tradicionales (3). Ahora
bien, el simbolismo es precisamente el modo de expresión normal de los
conocimientos de este orden; tal es su verdadera razón de ser, y ello en todos
los tiempos y en todos los países, incluso en los casos en los que no era cuestión
de disimular lo que fuese, y muy simplemente porque hay cosas que, por su
naturaleza misma, no pueden expresarse sino de esta forma.
La equivocación que se comete demasiado frecuentemente al respecto, y de
la cual encontramos hasta cierto punto el eco en el artículo de Bédarride, nos
parece deberse a dos motivos principales, de los cuales el primero es que,
generalmente, se concibe bastante mal lo que era el Catolicismo en la Edad
Media. Sería preciso no olvidar que, así como hay un esoterismo musulmán, había
también en esa época un esoterismo católico, queremos decir un esoterismo que
tomaba su base y su punto de apoyo en los símbolos y los ritos de la religión
católica, y superponiéndose a ésta sin oponerse en modo alguno; no es dudoso
que ciertas Ordenes religiosas estuvieron muy lejos de ser extrañas a ese
esoterismo. Si la tendencia de la mayor parte de los católicos actuales es
negar la existencia de esas cosas, ello prueba solamente que ellos no están
mejor informados al respecto que el resto de nuestros contemporáneos.
Si se nos objeta, como prueba de las preocupaciones sociales de los
constructores, las figuras satíricas y más o menos licenciosas que se
encuentran a veces en sus obras, la respuesta es bien simple: esas figuras
están sobre todo destinadas a despistar a los profanos, que se detienen en la
apariencia exterior y no ven más que lo que ella disimula de más profundo. Hay
algo ahí que está además lejos de ser particular de los constructores; ciertos
escritores, como Boccacio, Rabelais sobre todo y muchos otros aún, han adoptado
la misma máscara y usado del mismo procedimiento. Hay que creer que esta
estratagema ha sido eficaz, puesto que, en nuestros días aún, y sin duda más
que nunca, los profanos se enredan ahí.
Si se quiere ir al fondo de las cosas, hay que ver en el simbolismo de
los constructores la expresión de ciertas ciencias tradicionales, relacionadas con
lo que se puede, de modo general, designar por el nombre de
"hermetismo". Solamente, que no habría que creer, puesto que hablamos
aquí de "ciencias", que se trata de algo comparable a la ciencia
profana, única conocida por casi todos los modernos; parece que una asimilación
de este género, se haya formado en el espíritu de Bédarride, que habla de
"la forma cambiante de los conocimientos positivos de la ciencia", lo
que se aplica propia y exclusivamente a la ciencia profana, y que, tomando literalmente
unas imágenes puramente simbólicas, cree descubrir ahí ideas
"evolucionistas" e incluso "transformistas", ideas que
están en contradicción absoluta con todo dato tradicional. Hemos desarrollado
largamente, en varias de nuestras obras, la distinción esencial de la ciencia
sagrada o tradicional y de la ciencia profana; no podemos ni soñar en
reproducir aquí todas esas consideraciones, pero al menos hemos juzgado como
bueno el atraer la atención una vez más sobre este punto capital.
No añadiremos más que algunas palabras para concluir: no es sin razón que
Janus, entre los Romanos, era a la vez el dios de la iniciación a los misterios
y el dios de las corporaciones de artesanos; tampoco es por nada que los
constructores de la Edad Media conservaran las dos fiestas solsticiales de ese
mismo Janus, devenidas con el Cristianismo, los dos san Juan de invierno y de
verano: y, cuando se conoce la conexión de San Juan con la vertiente esotérica
del Cristianismo, ¿no se ve inmediatamente que, con otra adaptación requerida
por las circunstancias y por las "leyes cíclicas", es siempre de la
misma iniciación a los misterios de lo que se trata efectivamente?
NOTAS:
(1) Hemos tenido últimamente la ocasión de señalar, en la catedral de
Estrasburgo y sobre otros edificios de Alsacia, un número bastante grande de
marcas de talladores de piedra, datando de épocas diversas, desde el siglo XII
hasta principios del XVII; entre esas marcas, las hay muy curiosas, y hemos
encontrado especialmente la esvástica, a la cual Bédarride hace alusión, en uno
de los capiteles de Estrasburgo.
(2) Ver el "Voile d' Isis" de febrero de 1929. (Actualmente,
capítulo IV de Sobre esoterismo cristiano, Obelisco, Barcelona, 1993).
(3) Los Compañeros del "Rito de Salomón" han conservado hasta
nuestros días el recuerdo de su conexión con la Orden del Temple.
(4) Esta manera de ver es en gran parte la de Aroux y de Rosetti, en lo que
concierne a la interpretación de Dante, y se la encuentra también en muchos
pasajes de la Historia de la Magia de Eliphas Lévi.
(5) El ejemplo de ciertas organizaciones musulmanas, en las cuales
preocupaciones políticas han sofocado en cierto modo la espiritualidad
original, es muy nítido a este respecto.
(Publicado originalmente en "Le Voile
d´Isis", en el nº de enero-febrero de 1927 y retomado en "Etudes
Traditionnelles", nº 486, octubre a diciembre de 1984. Recopilado
póstumamente en Etudes sur la
Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage).
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