RENE GUENON Y LA MASONERÍA
Parte I
FRANCISCO ARIZA
Uno de los temas de
investigación sin duda apasionantes entre los muchos que ofrece la obra de René
Guénon es, precisamente, el que nos toca desarrollar en estas páginas: la
influencia de dicha obra en la Masonería, sabiendo de antemano que no podemos
abordar, por razones obvias, todo lo que Guénon dijo al respecto, que fue mucho
y muy importante. Esto nos obliga a ser necesariamente sintéticos en nuestra
exposición, y a señalar tan sólo una serie de puntos que nos parece pudieran
ofrecer una visión global de lo que el mensaje guenoniano representa para la
Masonería, una de las pocas vías iniciáticas que todavía pervive en
Occidente.
Y cuando hablamos de esa
influencia lo hacemos sabiendo que la obra legada por Guénon, en su conjunto,
constituye no la exposición de una forma tradicional cualquiera, sino que se
trata de la adaptación a nuestra época de la doctrina metafísica y la
cosmogonía perenne, cuya depositaria no es otra que la Tradición primordial,
también llamada Tradición unánime y universal, pues su origen es no-humano, o
mejor aún supra-humano, por ser la expresión misma de la Verdad y la Sabiduría
eternas (1). Para Guénon, todas las formas tradicionales (incluidas las que tienen
dentro de sí un componente religioso o exotérico) derivan de esa Tradición
primigenia, y de ella extraen su legitimidad en tanto que tales formas. Esto
incluye, naturalmente, a la tradición masónica, según confirman las distintas
leyendas en donde se relatan sus orígenes míticos, así como sus códigos
simbólicos y sus ritos iniciáticos, los cuales constituyen sus señas de
identidad y su razón misma de ser. Quizás fue la pervivencia de esos códigos la
razón principal del interés mostrado siempre por Guénon hacia la Masonería,
interés que, además, estaba plenamente justificado por el hecho de que ésta,
lejos de encontrarse en pleno vigor, se hallaba sumergida en una profunda
decadencia que la conducía de manera inexorable al borde de su desaparición
como tal organización iniciática, y por tanto de ser completamente absorbida
por el mundo profano.
En efecto, a principios
de siglo, cuando Guénon comienza a escribir sus primeros artículos en la
revista "La Gnose" (precisamente en la época en que recibe la
iniciación islámica, la taoísta y la masónica), la Masonería estaba sufriendo
la misma suerte que antaño corrieron otras organizaciones iniciáticas y
tradicionales de Occidente, como fue el caso de la Orden del Temple y la Orden
Rosa-Cruz, a las que más adelante nos referiremos. La incomprensión de que eran
objeto los símbolos y los ritos por la mayoría de sus miembros era la causa
principal de esa decadencia, que para Guénon ya comienza cuando a principios
del siglo XVIII la Masonería pierde gran parte de su antiguo carácter operativo
(heredado de los constructores y cofradías artesanales de la Edad Media) al
hacerse predominante en ella lo "especulativo", que lejos de
constituir, como señala el propio Guénon, "un progreso, implica, no una
desviación propiamente dicha, sino una degeneración en el sentido de un
aminoramiento, que consiste en la negligencia y el olvido de todo lo que es
realización, porque es esto lo verdaderamente "operativo" (2).
Ese olvido sería entonces
el verdadero origen de lo "especulativo" dentro de la Masonería (o de
la preponderancia de éste en detrimento de lo operativo, pues ambos no tienen
por qué excluirse, como no se excluyeron en la antigua Masonería, en donde lo
especulativo se correspondía con la iniciación virtual y lo operativo con la
realización efectiva), lo cual no quiere decir que ésta haya tomado
definitivamente una forma "especulativa", pues esto significaría
afirmar que sus símbolos son sólo "teoría", y no contuvieran, como de
hecho contienen, los elementos necesarios para la realización espiritual. Como
antes hemos dicho, lo "especulativo" es sólo un punto de vista, por
otro lado insuficiente, por su carácter mental y reflejo, para efectuar el paso
de la "potencia al acto", de lo virtual a lo efectivo, o como se dice
en lenguaje masónico, para ir de las "tinieblas a la luz". Esto ha de
quedar bien claro si se quiere comprender lo que para Guénon significaba
realmente la Masonería, pues más allá del estado de degeneración en que, por
las circunstancias que fuesen, se encuentra una organización iniciática, esto
"no cambia nada de su naturaleza esencial, y asimismo la continuidad de la
transmisión es suficiente para que, si circunstancias más favorables se
presentaran, una restauración sea siempre posible, debiendo ser necesariamente
concebida esta restauración como un retorno al estado 'operativo' (3). Por
ello él insistió, casi cada vez que abordaba el tema masónico, en señalar las
diferencias existentes entre lo "operativo" y lo
"especulativo", pues es ésta una cuestión de capital importancia que
debe ser entendida claramente si se desea comprender la verdadera naturaleza de
la iniciación masónica, o mejor aún, de la iniciación considerada en ella
misma, al margen de la forma tradicional a través de la cual se exprese. Para
Guénon lo "operativo" no es sinónimo de trabajo manual, ni tampoco de
"práctica", sino más bien de trabajo interior, en el sentido
alquímico del término, es decir de lo que el ser pueda hacer consigo mismo en
vistas al cumplimiento de su propia realización espiritual, que es lo que
realmente importa, no siendo el trabajo manual sino un soporte como otro
cualquiera para efectuar dicha realización. No es entonces por casualidad que
tanto la Masonería, como la tradición Hermética, también se denomine el
"Arte Real", idéntico a la "Gran Obra" de la transmutación
alquímica. Las "herramientas" de ese trabajo interior no son otras
que los ritos y los códigos simbólicos, su práctica, estudio y meditación, pues
ellos vehiculan las ideas de orden cosmogónico y metafísico cuyo conocimiento
efectivo determinará el grado del desarrollo del ser y la vinculación con su
Principio uno y eterno.
Sin embargo, si los
símbolos y los ritos, o la energía espiritual que vehiculan y de la que son el
soporte, no son "vivificados" por el Espíritu, esto es, si no actualizan
y promueven la búsqueda del Conocimiento, que es en definitiva de lo que se
trata, la iniciación masónica será tan sólo "virtual", y entonces sí
que podrá llamarse "especulativa", pero no en ella misma, sino con
respecto a quien así la considere. Es bastante probable que para la mayoría de
masones de hoy en día su Orden no sea sino eso: "especulativa", o
teórica, sin relación alguna, o en cualquier caso reducida al mínimo, con
cualquier tipo de realización interior, que incluye el desarrollo de las posibilidades
de orden universal y trascendente inherentes a la naturaleza humana. Pero la
obra guenoniana va dirigida sobre todo a aquellos masones que realmente se
entregan a la búsqueda del Conocimiento, esperando encontrar en los símbolos y
ritos masónicos las enseñanzas y los métodos necesarios para hacer efectiva su
iniciación. Es decir, a los que se sienten a sí mismos herederos de su legado
tradicional, y se muestran receptivos a su mensaje, considerando que está vivo
y que es actuante (y no una reliquia del pasado trasnochada y anacrónica), y
además sabiendo con certeza, y esto es esencial, que dicho legado forma parte
de la "cadena áurea" o Philosophia Perennis directamente emanada de
la Tradición primordial.
Por consiguiente, es
partiendo de una toma de conciencia de la verdadera universalidad de los
símbolos y los ritos masónicos, que se puede acometer cualquier labor
encaminada a recuperar, en la medida de lo posible, los elementos doctrinales
que se han perdido, o han sido alterados, con el paso de lo operativo a lo
especulativo. Y es en este punto preciso donde la obra de Guénon adquiere su
verdadera función con respecto a la Orden masónica, ofreciéndole a esos masones
vinculados con el Espíritu de su tradición las "líneas maestras" a
partir de las cuales realizar esa labor restauradora. Si la obra que nos ha
legado ha sido considerada como "providencial" para la Orden masónica
es por una razón fundamental: porque restituye el sentido original de sus
símbolos y sus ritos, que constituyen la doctrina y el método masónico
respectivamente, integrándolos dentro de la Cosmogonía Perenne, afín a todas
las formas tradicionales. De ahí también que cualquier tentativa que se haga
para recuperar la "operatividad" de la simbólica masónica haya de
pasar necesariamente por un conocimiento previo de aquella obra, en la que se
encontrará todo lo imprescindible para que dicha tentativa dé sus frutos y se
haga realidad, lo cual incluye, naturalmente, el conocimiento de otras
tradiciones distintas a la Masonería, pero idénticas a ella en lo esencial.
Esto es perfectamente normal e incluso necesario, pues admitiendo la
universalidad y sacralidad de los códigos simbólicos de todas las tradiciones,
aún vivas o ya desaparecidas, el conocimiento de dichos códigos es desde luego
de una ayuda inestimable para comprender la propia simbólica masónica. La misma
obra de Guénon es un ejemplo, e incluso un modelo, de lo que decimos, pues en
ella constantemente se hace referencia a las relaciones, reciprocidad y
correspondencia entre las diversas doctrinas tradicionales, en su identidad a
través de sus símbolos, ritos y mitos, haciéndonos ver que todas esas doctrinas
derivan, gracias precisamente a esa identidad, de una sola y única Doctrina o
Tradición. Esa obra no es la de una individualidad (en todo caso ésta fue tan
solo el soporte), sino la de una función tradicional, que Guénon
"encarnó" por razones que nunca sabremos (ni tampoco importan
demasiado), pues como se dice en las Escrituras "el Espíritu sopla donde quiere",
cómo y a quién quiere. Y también que "los caminos del Señor son
inescrutables". En lo que concierne a la doctrina puramente metafísica y a
los símbolos fundamentales de la cosmogonía, Guénon fue un fiel intérprete de
la Tradición, el más importante de nuestro siglo, y sus limitaciones en este
caso eran las que le imponían el propio lenguaje humano, que como tantas veces
él mismo dijo, se muestra incapaz, por su forma analítica y discursiva, de
expresar en toda su amplitud las verdades universales, que son de orden supra-humano,
y que por tanto sólo pueden ser aprehendidas mediante la "intuición
intelectual", a cuyo despertar contribuye principalmente el símbolo y lo
que él revela. Guénon no se cansó de repetir que el mensaje tradicional no es
sistemático, es decir que no se presta a ningún tipo de clasificación racional
y mental, pues el objeto mismo de ese mensaje es el mundo de las ideas y de los
arquetipos, es decir de las posibilidades de concepción verdaderamente
ilimitadas, que naturalmente están por encima de cualquier sistema o forma, que
siempre tiende a la limitación más o menos estrecha.
Por tal motivo, Guénon
consideraba muy importante la creación de logias centradas en la investigación
de los símbolos y los rituales, para lo cual es imprescindible que los
integrantes de esas logias posean conocimientos doctrinales lo suficientemente
amplios y profundos para que dicha labor de los frutos apetecidos, y permita
que lo que estaba "disperso" sea de nuevo "re-unido", lo
que sería conforme a uno de los principios básicos de la Masonería, que
consiste en "difundir la luz y reunir lo disperso". Podemos decir que
la obra de Guénon, en la medida en que ella es la expresión de los principios e
ideas universales, puede verse como esa "luz" clarificadora que la
Masonería necesita como guía para remontar la curva descendente en que se
encuentra en la actualidad. Y aquí queremos recordar aquella expresión
hermética que afirma que "cuando todo parece perdido es cuando todo será
salvado". Y aunque esta expresión se refiera a un determinado momento del
proceso mismo de la iniciación, también se puede extrapolar al conjunto entero
de una tradición, en este caso de una organización que precisamente es
iniciática, que aunque en lo esencial ella siga siendo tan virginal como en sus
orígenes (lo que hace posible que, a pesar de todo, continúe transmitiendo la
influencia espiritual a quien esté capacitado para recibirla), sin embargo, en
tanto que institución, está inevitablemente sumida al devenir del tiempo y su
decadencia cíclica. En cierto modo, lo propio del hombre, peregrino en un país
extranjero, es "errar" por la "rueda del mundo", mientras
que la Tradición (lo que ella revela) se mantiene inalterable en el centro de
esa misma rueda, a la que da vida y sentido.
Así pues, el papel que
pudieran desempeñar esas logias sería fundamental para devolver a los símbolos
y ritos masónicos su "operatividad", sabiendo de antemano que esto
será así para un número muy reducido de masones, suficientes, por otro lado,
para que la Masonería recobre nuevamente su "fuerza y vigor", por
emplear una expresión masónica habitual. Este es uno de los casos en que la
calidad (o cualidad) importa infinitamente más que la cantidad. Mas, para que
dicha operatividad sea efectiva, esos estudios, lejos de limitarse al plano
puramente teórico (esto es, "especulativo"), han de ser considerados
por quienes los realizan como un soporte y formando parte integrante de su
propio trabajo interno, condición ésta que es indispensable para que los
resultados que se pretenden alcanzar estén apoyados en una base lo
suficientemente sólida y fuerte, nacida del íntimo convencimiento de que la
"intención" que los mueve está en conformidad con la herencia
recibida de la Tradición.
Es evidente que dicha
"intención", o voluntad, ha de tomarse aquí en su sentido etimológico
preciso, esto es, como un "tender hacia" (de in tendere), o
"tendencia" hacia la que se dirige u "orienta" todo el ser,
lo cual equivale a seguir un orden en la dirección ascendente que señala el
"Eje del Mundo", comunicando a ese ser con su Principio, que en la
Masonería recibe el nombre de Gran Arquitecto del Universo. De hecho la palabra
iniciación, del latín in ire, no quiere decir sino 'entrada' o 'comienzo', y
está ligada a la idea de emprender un camino: el camino del Conocimiento. En El
Rey del Mundo, Guénon aclara la representación simbólica de esa intención u
orientación ritual: "ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un
centro espiritual, que, cualquiera que sea, es siempre una imagen del verdadero
Centro del Mundo". Podrían aplicarse aquí estas palabras del Evangelio,
que, además, forman parte de ciertos rituales masónicos: "Buscad y
encontraréis; pedid y recibiréis; llamad y se os abrirá". Ha de existir
entonces un verdadero "compromiso" adquirido con el Espíritu de la
Orden masónica para que lo "virtual" pase a ser efectivo y se
convierta en una realidad permanente; que lo potencial, en fin, se actualice, y
permita que el hombre se encuentre y se conozca a sí mismo en el cumplimiento de
su verdadero destino. Dicho compromiso lo constituye el "lazo"
iniciático, mediante el cual el ser, ligándose con la Tradición, asume, o va
asumiendo gradualmente (de aquí la idea de grados), que ella y él son una sola
cosa, es decir que el mensaje por la Tradición vehiculado se identifica con el
que lo recibe, y viceversa. Sólo entonces la Masonería, su mensaje o
transmisión, (4) podrá ir revelando su contenido y promover la efectiva
realización interior, justificando así el sentido de su propia existencia como
organización iniciática.
Esta idea aparece con
frecuencia en Guénon, sobre todo en sus dos libros que tratan específicamente
sobre la iniciación: Aperçus sur
l'Initiation e Initiation et Réalisation Spirituelle. Estos volúmenes
tienen un valor inapreciable para conocer la verdadera naturaleza de la
iniciación, pues en ellos se exponen los principios fundamentales que
estructuran su proceso, y para los masones en particular constituyen sin duda
una guía doctrinal que les permite recuperar una enseñanza que formaba parte
integrante de la antigua Masonería operativa. Las ideas que allí se desarrollan
son, por tanto, un complemento perfecto a los estudios de los símbolos y un
medio efectivo para comprender en profundidad el sentido de los ritos y sus prácticas,
vehículos y soportes, volvemos a repetir, de la influencia espiritual (5).
Para Guénon, el lazo
iniciático no es otra cosa que la recepción de esa influencia, que siendo de
orden estrictamente espiritual y metafísico es siempre idéntica a sí misma, inmutable
y eterna, cualesquiera sean los vehículos simbólicos y las formas tradicionales
a través de los cuales se manifieste. Dicho lazo se refiere, empleando un
término hindú, al sûtrâtmâ, o "hilo de Âtmâ", el hálito del Espíritu
que liga entre sí a los múltiples estados del ser, y a todos ellos con su
Principio, que es su identidad más profunda y real. En este sentido, debemos
recordar que algunos de los antiguos manuales masónicos comenzaban con la
siguiente serie de preguntas y respuestas: "¿Qué lazo nos une?".-
"Un secreto".- "¿Cuál es este secreto?".- "La
Masonería". Esto quiere decir, entre otras cosas, que la Masonería es ella
misma un "secreto", o un "misterio", conservado en su
núcleo más íntimo por encima de la forma específica que necesariamente adquiere
una organización tradicional, y que dicho secreto es inviolable por su propia
naturaleza espiritual, no teniendo nada que ver con el "secretismo"
propiciado por las sectas ocultistas, pseudo-iniciáticas y similares. Secreto o
misterio que únicamente puede ser conocido por quienes se entregan a él, pues
como se dice en el Zohar, "la Sabiduría sólo se revela a quien la
ama".
NOTAS
1. Es el Sanâtana Dharma de la tradición hindú,
equivalente al "Evangelio Eterno". A éste podrían aplicarse las
palabras de Cristo: "Los cielos y la tierra pasarán pero mis palabras no
pasarán jamás".
2. Aperçus sur L'Initiation, cap. XXIX,
"Operativo y especulativo".
3. Ibid.
Guénon suministra también otros datos que contribuyen sin duda a entender las
razones del nacimiento de la Masonería especulativa, como el hecho de que los
miembros (Anderson a la cabeza) que integraban las cuatro logias inglesas que
en 1717 fundaron la Gran Logia de Inglaterra, no habían "recibido la
totalidad de los grados 'operativos', lo que explica la existencia, al comienzo
de la Masonería 'moderna', de ciertas lagunas que fue necesario cubrir
seguidamente, lo que no pudo hacerse más que por la intervención de los
supervivientes de la Masonería 'antigua', mucho más numerosos todavía en el
siglo XVIII de lo que creen generalmente los historiadores". En otro lugar
("Heredom", en Etudes sur la
Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage t.
II) Guénon señala que esos masones sólo habían alcanzado el grado de
compañero, con lo cual estaban privados de un conocimiento pleno de la
iniciación masónica, únicamente otorgado mediante el acceso al grado de
maestro. Les faltaban, por consiguiente, la legitimidad necesaria para adaptar
los rituales masónicos a las nuevas condiciones cíclicas que se estaban
produciendo en aquella época, adaptación que sólo era posible realizar
partiendo del respeto a los antiguos usos y costumbres, no de su olvido, o en
cualquier caso de su manipulación, en beneficio de una concepción de la
Masonería más moral y comprometida con los acontecimientos exteriores del mundo
profano que verdaderamente iniciática y tradicional. Guénon hace asimismo notar
cómo Anderson destruyó sistemáticamente todos cuantos documentos de la antigua
Masonería cayeron en sus manos, especialmente aquellos en que se evidenciaba la
filiación masónica al esoterismo hermético-cristiano, en el que era sumamente
importante el simbolismo de la Santa Trinidad, lo que evidentemente no cuadraba
en la mentalidad de un pastor protestante como era Anderson (ver a este
respecto "A propósito de los signos corporativos", ibid.). Por ello mismo, las
"lagunas" de que habla Guénon se dieron sobre todo en los grados
superiores de la Masonería operativa, incluido el grado de maestro, que
naturalmente, estaba ausente entre los que fundaron la Gran Logia de
Inglaterra. Y fueron esos grados los que debieron restituir, en la medida de lo
posible, los "supervivientes" que permanecieron fieles a su herencia
tradicional.
4. Tradición y
transmisión proceden ambas del latín tradere, por lo que equivalen exactamente
a lo mismo.
5. En la
Masonería, por su propia constitución heredada de una tradición artesanal y de
oficio, el trabajo colectivo desempeña un papel fundamental como soporte para
la realización del Conocimiento. En este sentido, y para saber lo que Guénon
pensaba al respecto recomendamos el estudio de los capítulos X y XXIII de
Initiation et Réalisation Spirituelle, llamados respectivamente "Sobre la
'glorificación del trabajo' " y "Trabajo iniciático colectivo y
'presencia' espiritual" (este último ha sido traducido en el nº 7 de [la revista] SYMBOLOS). En ellos se dan todas las indicaciones pertinentes sobre la
verdadera naturaleza de la influencia espiritual que inspira y guía el trabajo
colectivo tal cual se practica, o debería practicarse, en la Masonería.
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