RENE GUENON Y LA MASONERÍA
Parte II
FRANCISCO ARIZA
Abundando en lo dicho,
Guénon señala6 la similitud que existe entre las palabras "secreto" (secretum) y "sagrado" (sacratum), añadiendo que "se trata,
tanto en uno como en otro caso, de aquello que está puesto aparte (secernere),
reservado, separado del dominio profano". Y prosigue: "igualmente el
lugar consagrado es llamado templum,
cuya raíz tem (que se reencuentra en
el griego temnô, cortar, separar, de
donde temenos, recinto sagrado)
expresa también la misma idea; y la 'contemplación' se vincula aún a esta idea
por su carácter estrictamente 'interior' ". Estas palabras nos llevan a
considerar el papel fundamental que en la tradición masónica desempeña la
Logia, el Templo o "recinto sagrado" que según la fórmula ritual ha
de estar "a cubierto", esto es "separado" y "puesto
aparte" de la realidad relativa, y por tanto ilusoria, del mundo profano,
significando esta palabra, profano, lo que literalmente está "fuera del
templo" (profanum). Pero además, la Logia, el Templo masónico, representa
una verdadera síntesis del orden universal (de la Cosmogonía), y por
consiguiente un modelo simbólico sumamente importante cuya estructura el masón
ha de conocer perfectamente, formando así parte integrante de la propia
enseñanza iniciática.
La Logia es
consubstancial a la Orden masónica, pues no se debe olvidar que los orígenes de
la misma se remontan a la construcción del Templo de Jerusalén, o de Salomón,
al que la propia Logia reproduce en su esquema esencial. Además, es en la
Logia, dentro del "recinto sagrado", donde se cumplen todos los
trabajos rituales, y este es el motivo de que la Logia también sea considerada
como un "Taller", recuerdo sin duda alguna de los tiempos operativos,
pero que continúa siendo un término todavía válido para quienes la iniciación y
su proceso es el exacto equivalente del "Arte Real" o "Gran
Obra". En efecto, Guénon afirmó en varias ocasiones que lo más importante
en Masonería es la ejecución del ritual, que es el verdadero trabajo masónico,
en primer lugar porque el rito no es sino el propio símbolo en acción, y por
tanto no está separado de la idea que conforma al símbolo: es esa misma idea
manifestándose, y es por eso que es el vehículo de transmisión de la influencia
espiritual o supra-individual. Y en segundo lugar, y como consecuencia de ello,
porque esa acción está realizada siempre conforme al orden, es decir conforme a
las propias leyes del cosmos, pues esta palabra, cosmos, en griego significa
precisamente "orden", que es por cierto la traducción exacta del
sánscrito rita, idéntica
evidentemente a la palabra rito.7 Cosmos, orden y rito (es decir el símbolo en
acción) son entonces tres términos equivalentes, de ahí la necesidad de que el
gesto ritual sea ejecutado lo más perfectamente posible, porque de esta manera
se entra en correspondencia directa con la Armonía universal.8
La Masonería misma se
identifica y es una con esa Armonía, y para sus miembros ella es "la
Orden", entendida claro está, como sinónimo del propio Orden cósmico, como
si, efectivamente, no fuera sino una emanación directa de él. Naturalmente esto
no es privativo sólo de la Masonería, pues lo mismo podría decirse de todas las
organizaciones iniciáticas y tradicionales. Pero en la Masonería, por el hecho
de derivar de una tradición de constructores, que entendían el cosmos como una
arquitectura, y la arquitectura como una imitación del modelo cósmico, esa
relación con el orden universal se hace más evidente y está en su propia razón
de ser. Además, la denominación de Gran Arquitecto dado al principio espiritual
bajo la inspiración del cual se realizan todos los trabajos y ritos masónicos,
es motivo más que suficiente para que no quepa la menor duda al respecto. Y es
ese Principio, que Guénon identifica con el Viswakarma hindú, o el
"Espíritu de la Construcción Universal",9 el que es trasmitido, o al
menos su germen o semilla virtual, en el rito de la iniciación masónica, y el
que está "presente" siempre en la ejecución del rito cuando éste,
como se ha dicho antes, es una "acción hecha conforme al orden". Ese
espíritu se concibe como una "luz", y el desarrollo del germen
espiritual implantado por la influencia iniciática, se verá como una
"iluminación" progresiva de la conciencia humana,10 iluminación que
es análoga "a la vibración original del Fíat Lux que determina el comienzo
del proceso cosmogónico por medio del cual el 'caos' de las posibilidades será
ordenado para devenir el 'cosmos' ". La "iluminación"
iniciática, que es un "segundo nacimiento", opera entonces el mismo
efecto en el ser que la acción de la Palabra o Verbo divino al proyectar el
Fíat Lux en el caos o matriz primigenia, de donde nace igualmente el mundo. Dicho
caos, Guénon en cierto modo lo asimila a las "tinieblas exteriores"
del estado profano, de donde procede el recipiendario antes de su entrada en el
Templo, entrada que será para él, en efecto, un pasaje "de las tinieblas a
la luz". Existe, por tanto, todo un conjunto de correspondencias y
analogías entre el proceso cosmogónico y el proceso iniciático, "y así la
iniciación es verdaderamente, según un carácter por otro lado muy general de
los ritos tradicionales, una imagen de 'lo que ha sido hecho en el comienzo'
".11
Según ese "carácter
general", además del rito propiamente iniciático, la "imagen de lo
que ha sido hecho en el comienzo" la Masonería la repite en el ritual de
apertura de la Logia, apertura que es sin duda alguna un acto cosmogónico, y
por consiguiente una fuente de enseñanza simbólica inestimable para entender el
sentido de la propia iniciación.12 En efecto, hasta el momento de su apertura
la Logia permanece en "tinieblas", o en un "caos" potencial
que será progresivamente "iluminado" y "ordenado" por la
acción del rito, acción que determinará la creación de un espacio y un tiempo
sagrados, pues la energía del símbolo habrá sido plenamente actualizada,
pasando a ser la Logia entonces "un lugar muy iluminado y muy
regular", expresión masónica que se ha seguido conservando, y de la que
Guénon dice que representa "un recuerdo de la antigua ciencia sacerdotal
que regía la construcción de los templos".13 Dicha ciencia es la
Geometría, a la que los operativos identificaban con la Masonería misma, pues
el arte de la construcción, esto es la arquitectura, constituye el desarrollo
de las ideas contenidas en las formas geométricas, entendidas éstas en su
aspecto puramente cualitativo, que es el que siempre ha tenido en la Masonería
y en todas las tradiciones. No es entonces por casualidad que en ésta el Gran
Arquitecto reciba también el nombre de "Gran Geómetra del
Universo".
En efecto, la geometría
es la ciencia masónica por excelencia,14 estrechamente relacionada con la
ciencia de los números, pues la geometría es realmente el cuerpo del número,
pero el número considerado no como cifra, que sólo sirve para el cómputo
cuantitativo, sino como ideas de orden metafísico que al manifestarse organizan
la Inteligencia o estructura invisible del cosmos, generando su dinámica
interna o Alma universal, y con ella el Rito cósmico y la posibilidad de la
vida bajo todas las formas en que ésta se expresa. Hablar de número es hablar,
como pensaban los pitagóricos, de una energía o fuerza en acción, de un poder
divino que al plasmarse en la substancia receptiva del mundo y del hombre la
actualiza y la hace inteligible, esto es, la ordena al conjugar y armonizar sus
partes dispersas. Y ya que hablamos de los pitagóricos (cuya herencia afirma
Guénon pasó a la Masonería medieval a través de los Collegia Fabrorum romanos),
debemos decir que para ellos el Dios geómetra era el propio Apolo hiperbóreo,
Dios de la Luz primigenia del que Platón dice que "geometriza
siempre", pues con sus rayos luminosos "mide" la totalidad de la
manifestación universal, extrayendo el cosmos del caos.
En este sentido, Guénon
nos dice en el tercer capítulo de El reino de la cantidad y los signos de los
tiempos, titulado "Medida y manifestación", que esos rayos equivalen
a las middoth de la Cábala (que significan precisamente "medidas" en
hebreo), asimiladas a los atributos y nombres divinos, "afirmándose que
Dios creó los mundos gracias a ellas, lo que por otra parte se relaciona
precisamente con el simbolismo del punto central y de las direcciones del
espacio. También podríamos recordar a este respecto la frase bíblica en la que
se afirma que Dios ha 'dispuesto de todas las cosas en número, peso y medida'
".15 Según esto la manifestación corpórea, o el mundo físico, debe tomarse
como un símbolo de toda la manifestación universal, pues de otra manera ésta (la
manifestación universal) dejaría de ser representable, es decir que no se
podría simbolizar de ninguna manera, lo cual evidentemente es imposible, pues
la ley de analogía y de correspondencia (ley que constituye la clave del
símbolo) actúa en todos los niveles y planos de la manifestación,
relacionándolos unos con otros, generando así el discurso de la existencia. El
propio pensamiento humano es analógico, y es precisamente esa cualidad la que
le permite acceder y comprender, a su nivel correspondiente, las realidades
superiores.
Es entonces por eso que
el espacio físico se toma como un símbolo del propio orden cósmico, y ese
espacio es realizado y medido en toda su extensión por las seis direcciones,
equivalentes simbólicamente a las middoth
o atributos divinos y a los "rayos luminosos" del Apolo hiperbóreo,
todos ellos partiendo de un centro, que en el caso de la representación
geométrica es un punto, y en el mundo espiritual es el "Corazón o Centro
del Mundo", es decir Dios mismo o la Unidad primordial. La Logia, que es,
volvemos a repetir, una imagen del cosmos, no se "actualiza" hasta el
momento en que se "encienden las luces", las cuales, efectivamente,
la hacen pasar de las "tinieblas a la luz". Todo esto es importantísimo
en el simbolismo masónico, al que, como estamos intentando explicar aquí,
Guénon ha restituido su auténtica dimensión iniciática y esotérica. El mismo
nos dice en un capítulo de Los símbolos fundamentales de la ciencia sagrada,
concretamente en "El simbolismo solsticial de Jano", que la
estructura de la Logia está formada a partir de la cruz de tres dimensiones,
dimensiones cuya "longitud es 'de Oriente a Occidente'; su anchura, 'de
Mediodía a Septentrión'; su altura, 'de la Tierra al Cielo' (el Cenit); y su
profundidad, 'de la superficie al centro de la Tierra' (el Nadir). Por otra
parte, continúa Guénon, se dice que 'en la Logia de San Juan (así es como se
denomina a la Logia masónica) se elevan templos a la virtud y se cavan
mazmorras para el vicio';16 estas dos ideas de 'elevar' y 'excavar' se refieren
a las dos dimensiones verticales, altura y profundidad, que se cuentan según
las mitades de un mismo eje que va del 'cenit al nadir', tomadas en sentido
mutuamente inverso; esas dos direcciones opuestas corresponden, respectivamente,
a sattwa y a tamas (mientras que la expansión de las dos dimensiones
horizontales corresponde a rajas), es decir a las dos tendencias del ser, hacia
los Cielos (el templo) y hacia los Infiernos (la mazmorra)". Como se dice
en los manuales de instrucción masónica (cuya lectura y meditación Guénon
recomendaba practicar asiduamente como apoyo al trabajo interior), esas
dimensiones prueban que la Masonería es universal, y por tanto también la
Logia, que al ser "iluminada" por la luz que está en su interior (luz
despertada y vehiculada por el rito), ha sido "abierta" a las
influencias espirituales, quedando constituida según el modelo del cosmos. Esas
direcciones, en efecto, determinan tres espacios simbólicos análogos a los tres
planos cósmicos: el Inframundo, la Tierra y el Cielo, los que a su vez se
relacionan con los tres grados iniciáticos de aprendiz, compañero y maestro,
respectivamente. Por tanto, si como se afirma en los rituales, la Logia es
"justa y perfecta", es, entre otras razones, porque ella refleja el
equilibrio y la armonía universal, y porque la seis direcciones de la cruz
tridimensional más su centro suman siete, al que todas las tradiciones
consideran como el número cosmogónico por antonomasia; con él se acaba la
creación y se resume en sí misma como nos indica el Génesis, y es al mismo
tiempo el número de los planetas tradicionales, y el de las siete sefiroth de
"construcción cósmica" del Árbol de la Vida cabalístico.
La cuestión del sentido
cualitativo de las direcciones del espacio Guénon la aborda muchas veces a lo
largo de su obra, pero muy especialmente en El simbolismo de la cruz, que es un
libro de una importancia capital para quien le interese conocer la ciencia de
la geometría desde el punto de vista tradicional y sagrado, y desde luego para
los masones realmente interesados en el conocimiento de su Orden debe
representar unos de los textos fundamentales de investigación simbólica,
supliendo así, en gran medida, la carencia doctrinal en que vive sumida la
Masonería desde hace ya varios siglos.17 Aquella frase que estaba en el
frontispicio de entrada a la escuela platónica: "Que nadie entre aquí si
no es geómetra", podría estar perfectamente en la entrada al templo
masónico, pues como dice Guénon las enseñanzas que en esa escuela se impartían
no podían "ser comprendidas verdadera y efectivamente más que por una
'imitación' de la actividad divina", lo que en lenguaje masónico equivale
al cumplimiento de los planes "trazados" por el Gran Arquitecto o
Gran Geómetra del Universo.
Sobre estos planes, y su
cumplimiento efectivo en el ser, veamos qué nos dice Guénon en el cap. XXXI de Aperçus..., titulado "De la
enseñanza iniciática": "En el fondo si todo proceso iniciático
presenta en sus diferentes fases una correspondencia, ya sea con la vida humana
individual, ya con el conjunto de la manifestación vital misma, particular o
general, 'microcósmica' o 'macrocósmica', ésta se efectúa según un plan análogo
al que el iniciado debe cumplir en sí mismo, para realizarse en la completa
expansión de todas las potencias de su ser. Se trata siempre y en todo lugar de
los planes correspondientes a una misma concepción sintética, de tal manera que
ellos son principialmente idénticos, y, aunque son diferentes e indefinidamente
variados en su realización, proceden de un 'arquetipo' único, plan universal
trazado por la Voluntad suprema que es designada simbólicamente como el 'Gran
Arquitecto del Universo'.
"Así pues, todo ser tiende,
conscientemente o no, a realizar en sí mismo, por los medios apropiados a su
naturaleza particular, aquello que las formas iniciáticas occidentales,
apoyándose sobre el simbolismo 'constructivo', denominan el 'plan del Gran
Arquitecto del Universo', y a concurrir por ello, según la función que le
pertenece en el conjunto cósmico, a la realización total de ese mismo plan, el
cual no es en suma sino la universalización de su propia realización personal.
Es en este punto de su desarrollo, cuando un ser toma realmente conciencia de
esta finalidad, que comienza para él la iniciación efectiva, que debe
conducirle por grados, y según su vía personal, a esta realización integral,
que se cumple, no en el desarrollo aislado de ciertas facultades especiales,
sino en el desarrollo completo, armónico y jerárquico, de todas las posibilidades
implicadas en la esencia de este ser".
NOTAS
6. Aperçus..., cap. XVII.
7. "Los
ritos iniciáticos" y "El rito y el símbolo", Ibid.
8. Esta es una
de las razones por las que la asistencia periódica a la Logia es uno de los
principales deberes de un masón.
9. Ver "Maçons et charpentiers", en Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le
Compagnonnage II. En el mismo volumen, en el artículo "A propos du Grand Architecte de L'Univers",
Guénon también asimila al Gran Arquitecto con el Adam Kadmon de la Cábala y el
Hombre Universal del sufismo islámico. También es muy significativo lo que dice
acerca del hierograma del Gran Arquitecto (formado por el Tetragrama Iod, He,
Vau, He, el nombre inefable de Dios) y el de Allah, constituido por otro
Tetragrama "cuya composición jeroglífica designa netamente el Principio de
la Construcción Universal", añadiendo en nota "que las cuatro letras
que forman en árabe el nombre de Allah equivalen respectivamente a la regla, a
la escuadra, al compás y al círculo, éste último siendo sustituido por el
triángulo en la Masonería de simbolismo exclusivamente rectilíneo".
10. "En
tu luz vemos la luz", Salmos, 36, 10.
11. Aperçus... cap. XLVI, "Sobre dos
divisas iniciáticas".
12. El ritual
de apertura de la Logia se complementa con el ritual de clausura o cierre de la
misma. Esto se simboliza con el "apagado de las luces", que se
concentran así en el punto primordial de donde manaron. Este doble movimiento
de expansión (apertura) y concentración (clausura), es análogo al espir y
aspir, creación y disolución generadas por el ritmo (rito) universal.
13. El Rey del
Mundo, cap. III.
14. En la
Masonería operativa la geometría era la "quinta" ciencia, pues ella
ocupa el quinto lugar en la enumeración de las siete artes liberales. Ver a
este respecto "La letra G y el Svástica", en Símbolos Fundamentales
de la Ciencia Sagrada.
15. Número,
peso y medida se corresponden con los pilares masónicos de la Sabiduría, la
Fuerza y la Belleza.
16. Sobre la
teoría hindú de los tres gunas (tamas, rajas y sattwa) remitimos al cap. V de
El simbolismo de la Cruz. También el cap. VIII de La Rueda, una imagen
simbólica del cosmos, de Federico González.
17. En esta
obra Guénon recoge algunas enseñanzas del esoterismo islámico y de la tradición
hindú relativas a la metafísica de la geometría que pudieran ser de gran
utilidad para la investigación en profundidad del simbolismo masónico.
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