Idris - Ibn Idris Ibrahim (Ignacio Sánchez)

 "IDRIS"

Ibn Idris Ibrahim

(Ignacio Sánchez)

  ¡Gloria a Dios cuando estáis en la tarde y cuando estáis en la mañana!

A Él pertenece la alabanza en los cielos y en la tierra, de noche y cuando estáis en pleno día. Hace salir la vida de lo muerto y lo muerto de la vida.

Vivifica la tierra después de su agostamiento. Así seréis sacados de vuestras tumbas”.

Azora XXX

El Corán

          La Iniciación, tiene como objetivo principial, el de “conducir” al Iniciado, hasta su reencuentro con Dios, a través de los rituales de purificación propiamente dicho y los de instrucción, que nos prepararan para la vida en otro plano sin tener que ser vencidos por la muerte física. El trabajo de reencuentro debe de pasar tanto por la “Restitución” del Ser, es decir, el reencuentro de todos aquellos “elementos”, que por acción de la degeneración han sido sometido a la separación y la correspondiente instrucción que nos permitirá reunir todos esos elementos contentivos del microcosmos, en el centro inmanifestado del Ser; que al ser reunidos o religados a su principio primigenio, encontrará el camino indicado que lo conducirá al encuentro con Dios.

            Al igual que en todas las tradiciones derivadas, en el Islam, podemos encontrar la presencia de una “deidad” relacionada con el plano intermedio y que es capaz de garantizarnos el encuentro con el plano “Metafísico”. Esta deidad, desempeña un rol trascendental y de vital importancia para todos los Iniciados, ya que gracias a su presencia o a su “influencia”, permite la unión o la perfecta vinculación entre el plano corporal (al que fuimos arrojados por efecto de la caída del hombre), el plano intermedio (al que accedimos como por efecto de la Iniciación) y al plano Metafísico (donde se disipan las dualidades y permanece incólume la Omnipotencia y la Omnipresencia del G:. A:. D:. U:.).

            Así como en todas las tradiciones derivadas de la Tradición Primordial, podemos encontrar varias maneras de invocar a un ser Único: Dios, Allah, Jehovah, G:. A:. D:. U:., Amón, Zeus, Júpiter, Itzamná (y otros tantos más), son representantes del plano Metafísico. De igual manera podemos en las mismas, encontrar varias maneras de invocar al representante del plano intermedio bajo las siguientes formas: Henoch, Hermes, Hiram, Tot, Quetzalcoatl o Ene-Katl. En la tradición islámica no puede ser de otra manera, ya que la presencia de esta autoridad o deidad del plano medio es conocida como Seyidna-Idris.



            Idris, así como Henoch, Hermes, Hiram o Tot (la misma influencia bajo distintos nombres), son los representantes del Magisterio del Plano Intermedio como ya hemos indicado y por lo tanto, representan a las Escuelas de los Misterios Menores, ya que estas, son las que nos permiten el acceso al plano intermedio del ser, es decir, al mundo psíquico en donde deberemos lograr un orden al caos (Ordo ab caos) a través de la Luz recibida (Fiat Lux). Es de esta manera que Henoch o Idris vienen a representar a la deidad de todos los Iniciados.

            Tener plena consciencia y conocimiento de la importancia que representa Henoch, así como Idris, como deidad de todos los Iniciados, es fundamental para poder avanzar en el Camino de Retorno o de Regreso a nuestra morada íntima. La Masonería al igual que todas las Augustas Escuelas de Misterios es de carácter “Hermético” y su doctrina es esencialmente “Esotérica”. Se le atribuye a Hermes Trimegistos, patrón de los Iniciados, al enseñanza a los hombres de las letras y las ciencias tradicionales como la Astrología, la  Música, la Geometría y la Aritmética, la retórica, la gramática y la lógica supra humana. Es decir, a Henoch, Hermes, Tot o “Idris”, se le atribuyen la “comunicación de la Tradición Oral”, cuando ya el hombre por su evidente condición degenerada, había perdido su estado de continua o vigente “comunión” (común unión) con Dios. Es así, que podemos intuir que nacen, por voluntad de la providencia, las Escuelas de Misterios, con el único y fiel propósito de que los hombres, ahora llamados “Iniciados”, pudieran religarse con la Divinidad a través de sus corazones simbólicos.

            Nuestro Maestro Rene Guenon señala sobre que: “Seyidna Idris es identificado a la vez a Hermes y a Henoch; esta doble asimilación parece indicar una continuidad de tradición que remontaría más allá del sacerdocio egipcio; habiendo debido éste recoger solamente la heredad de lo que representa Henoch, que se relaciona manifiestamente a una época anterior”.

            A este respecto Albanashar Al-Walÿ nos refiere que: “Quienes nos transmitieron nuestra tradición oral sostienen que con plena justificación puede considerarse a la Atlántida “la cuna de la civilización” por cuanto ella constituye la civilización de los orígenes. Desde Atlántida, a través de una de las tres grandes islas que formaban su reino, la tradición se abrió "ruta” hacia México y Perú por el occidente, hacia el este a Galicia, Bretaña e Irlanda, y por el sur-este hacia Egipto y Etiopía. Esta última tierra [Egipto y Etiopía] fue preelegida y predestinada por haber sido considerada la más favorable y apropiada para recibir aquella altísima civilización”. Es, gracias a lo indicado por nuestro querido Maestro Albanashar, que podemos entender la relación o mejor dicho, la “correspondencia” existente entre la Tradición Secundaria “Atlante”, la tradición derivada Egipcia, Hermes  (Henoch) como deidad y la “comunicación de la Tradición Oral”, que es por excelencia “de labios a oídos”.

            Ahora bien, antes de adentrarnos en el islamismo como una tradición y su relación vigente con Idris, como deidad del plano intermedio para esa rica forma iniciática, debemos abordar lo que en la parte 3 del capítulo I de la Obra “El Retorno de Henoch” del Querido Maestro Fermín Vale Amesti,  nos refiere acerca de Abraham como heredero de los secretos de Henoch y padre de la Iniciación en Israel. Abraham, ya sea un personaje bíblico, una deidad o un pueblo o Escuela Iniciática (figura que prefiere elegir el autor de estas palabras), es considerado como el “continuador” de esa “Tradición Oral” que fue comunicada a los hombres por el mismo Henoch. Es así como podemos entender que de las tres grandes tradiciones que nacen de Abraham: la hebrea, la cristiana y la islámica; podemos encontrar: la transmisión de la misma Influencia Espiritual, la “comunicación” de la misma doctrina de carácter hermética y su técnica de transformación interior: la alquimia. Como ya vimos, en la tradición del Islam encontramos en Seyidna Idris a su patronato Iniciático.

            En ésta parte 3 del Capítulo I de la ya citada Obra del Maestro de Caracas, encontramos que Henoch habría pasado los años de su pacífica, piadosa y útil vida en el estudio de las ciencias del Culto Divino, en la enseñanza de las mismas a sus contemporáneos, y en instituir los ritos de Iniciación, hasta que el comportamiento de la humanidad alcanzo tal descomposición y desarrollo, que «toda imaginación de los pensamientos del corazón del hombre era solo maldad continua». Fue entonces cuando, de acuerdo con la tradición masónica, Henoch, disgustado con la perversidad que lo rodeaba, y aterrado con el pensamiento de las inevitables consecuencias que eran de esperarse, huyó hacia la soledad y el secreto del Monte Moriah (donde más tarde se erigiría el Templo De Salomón), y se dedicó a la meditación y a la contemplación. Fue en ese lugar, entonces consagrado por su condición de Eremita (y que más tarde iba a ser más y más sacralizado por los sacrificios de Abraham, de David y de Salomón), donde la Shekina o Sagrada Presencia apareció ante él (Teofanía) y le inspiró las instrucciones que iban a preservar la sabiduría de los ante-diluvianos (la Tradición Primordial) para su posteridad, cuando el mundo, con la excepción de una sola familia; debería ser destruido por el diluvio inminente.

            Para la «La gran leyenda masónica de Henoch», él mismo habiendo sido inspirado por el Altísimo, construyo un templo subterráneo dedicado a Dios. Su hijo Matusalén construyo el edificio. Ese templo consistía en nueve bóvedas de ladrillo, situadas perpendicularmente debajo de cada una, y comunicadas por aperturas puestas en el arco de cada bóveda. En idioma griego, la palabra Enoch se puede descomponer en dos: ENN, que significa nueve (9) y OXOS, que significa «que contiene». Es decir: que contiene el nueve, cifra sagrada.

            Esta leyenda, la leyenda de nuestra tradición masonería, nos permite resaltar que, Henoch, la deidad y patrón en forma de síntesis y de Influencia Espiritual de todos los Iniciados en el “Arte Real”; está relacionado con el número nueve “9”, razón por la cual y gracias a las correspondencias de la Ley de Analogía, podemos asociar con el fin del ciclo numeral que va desde el numero 1 hasta número 9, para luego retornar hasta la “Unidad Primordial”. Vemos en ello, una clara correspondencia entre Henoch como “Instructor” e “Iniciador” en las Ciencias Sagradas.

            Ya para finalizar, podemos encontrar a Idris en varias ocasiones en el Corán, texto Sagrado de la tradición del Islam. En la Azora (Surah) XXI sobre “Los Profetas” cuando dice: “Y acuérdate de Ismael, Idris y Du-l- Kill: todos estuvieron entre los resignados, y los introdujimos en nuestra misericordia; ellos están entre los justos” (19, 58). Aquí podemos referir el carácter de “Profeta” que el Corán le atribuye a Idris.

            Sobre ello el Corán señala: “Y recuerda en el Libro a Idris: él fue verídico Profeta, y es elevado a un puesto distinguido” (19, 56-57). En esta cita, deseamos dejar una última reflexión acerca de la trascendental figura de Idris o de Henoch como representante de la Tradición para Occidente y es el hecho de que tanto Henoch (Idris), como los profetas Ezequiel y Muhammad; fueron “Exaltados a las alturas” sin pasar por la muerte. Ya sea en brazos de un arcángel, en un carro de fuego o por un caballo Sagrado, lo que las escrituras de la Ley de Dios nos quiere indicar es que, estas figuras, en tanto que profetas o deidades, fueron “liberadas” del ciclo de vidas y muerte (samsáras) al cual están sometidos los profanos y todos aquellos Iniciados que no han logrado llevar a cabo su trabajo interior de “Reintegración” y que pasa por alcanzar la “Inmortalidad” del Ser, escapando del “Simbolismo de la Rueda” o de la “Doble Espiral” que nos ata a este mundo.

            Ibn Idris Ibrahim





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