DIOS ES AMOR
Constant Chevillon
Dios es amor. Él mismo es
todo amor; todas sus facultades, todas sus prerrogativas, su esencia entera son
amor. Así, como hay tres personas en Dios, debe haber tres aspectos del amor.
En efecto, este es substancia, distinción y unidad; en estos tres conceptos se
encuentran desarrollados toda la metafísica, toda la ciencia y toda la
filosofía del amor. El primer estado es la vida, el desbordamiento de la vida.
Se quiere extender el amor, se quiere comunicar con todos los seres, se quiere
levantar al mundo o crearlo. Es el amor del Padre que da la sustancia a todos
los seres, porque él es la raíz esencial de la vida. La vida burbujea en él,
ella desborda de alguna manera y quiere esparcirse por todas partes. El amor
del Padre da la vida, es el amor que se da, según la palabra del Apóstol Jaime:
“Omne
datum perfectum a patre luminum”.
Pero este desbordamiento,
este inmenso deseo de darse, que todos nosotros hemos sentido en los días de
nuestra adolescencia, no puede realizarse sin un objeto adecuado. Es necesario
para el amor otro estado, un medio de expresión, y este medio nosotros lo encontramos
en el Verbo, segunda hipostasía del divino ternario. Para dar su amor y por
consecuencia la vida, es necesario operar una elección, es necesario entre
todos los objetos posibles del amor, distinguir uno. O, como la facultad de distinción
del Verbo es infinito, esta fase del amor es la más vasta de todas y la más
fecunda; los poemas y los libros que ella ha inspirado son numerosos como las
estrellas del cielo, ellos son siempre jóvenes y siempre leídos. Esta es, en
efecto, la distribución del amor. El Padre ha concebido y creado todo, pero él
ha creado por su Verbo. Y el Verbo se ha deleitado en la creación porque él es
el distribuidor del amor. Esta es la razón por la cual, bajo la pluma de
Salomón, la Sabiduría, que es el Logos
eterno, exclama: “Deliciae meae esse cum filiis hominum”.
El Verbo, mismo, va más
lejos; cuando el hombre hubo pecado y roto toda relación de amor con el creador,
el Hijo, que es el Verbo encarnado, tendió la mano al pecador para darle una
prueba desconocida de su amor. Jesús amará a sus apóstoles y sus discípulos, él
amará a la Samaritana y a la pecadora de Magdala, él amará a Juan y Lázaro con
un amor predilecto. Él muere sobre la cruz del Gólgota para dar a todos la
posibilidad de volver a ser los hijos del Padre. No hay fibra humana y facultad
espiritual que permanezca insensible en la difusión del amor.
Esto no es todo. Crear la
vida y el amor, distribuirlos, no constituye un fin, estas son etapas hacia una
realización más alta. Para el amor es necesario un objetivo y este objetivo es
la unificación del Ser y de los seres. Esta es la tercera y última etapa, consagrada al seno de
la esencia divina por el Espíritu Santo. El amor unifica, porque él crea la familia,
la nación y la comunidad humana. Bien mas, más allá de la muerte, él va hacia
aquellos que no están más, a aquellos que han amado, han florecido y sufrido en
el amor, esta es la Iglesia universal, la Comunión de los santos.
Sobre este hecho, el amor
agota sus modalidades pero no su potencia, él se desarrolla a través de la
infinidad de formas y de seres, y no puede fijarse un límite. Así el hombre que
no puede saber todo, ni comprender todo, sin dejar sin embargo de perseguir la actualización
total de la ciencia, el hombre puede y debe, en su consciencia limitada,
alcanzar la totalidad del amor, la Caridad universal. Amar todo, tal es la ley
suprema del amor. Esta es la razón por la cual Pablo dijo a los Efesios (III,
14 a 19): “Yo ruego porque… enraizados y fundados en el amor, ustedes puedan
comprender cuál es la longitud, el ancho, la altura y la profundidad”.
El amor en su primera
fase es una energía impetuosa, un desbordamiento de vida sin especificación, la
tendencia a exteriorizarse y abrasarlo todo. En su segunda etapa, él se
presenta a nosotros como una distinción y una elección, como una lucha que
contiene dos alternativas de triunfo y de decepción. En su apogeo, es la paz y
la serenidad en la unión y en la fuerza.
Sondea la esencia divina
y encontrarás el amor, uno y tres como Dios mismo; sondea al hombre y tú lo
encontrarás todavía bajo la cubierta fenomenal de la naturaleza contingente.
Dios es todo amor y el hombre creado a su imagen es el reflejo de este amor.
Ahora, transporta todo
aquello en modo sensible y tú tendrás todo el goce humano; aplícalo al plano
divino y tú tendrás toda la gloria de la Beatitud eterna.
Comentarios
Publicar un comentario