LA ALQUIMIA ESPIRITUAL
II PARTE
La existencia de una Alquimia
Espiritual, elemento de la Reintegración individual del Adepto, está probada
incontestablemente por la lectura de los antiguos autores. ¡Sin duda, eran
todos buenos cristianos! ¿Pero no era porque habían entendido que Conocimiento
y Sabiduría debían ir a la par, y que el Conocimiento sin la Sabiduría era peor
que la Ignorancia sola? …
Así, en su rarísima obra “La Palabra
Dejada”, Bernardo el Trevisano nos dice esto: “Así es Trinidad en Unidad, y Unidad en Trinidad, porque aquí donde están
Espíritu, Alma y Cuerpo, aquí también están Azufre, Mercurio y Sal”.
Y Albert Poisson concluye de ello
que:
“La Gran Obra tiene por fin un
triple objetivo: en el Mundo Material, la Transmutación de los Metales, para hacerlos
llegar al Oro, a la perfección; en el Microcosmos, el perfeccionamiento del
Hombre Moral; en el Mundo Divino, la contemplación de la Divinidad en Su
Esplendor. Según la segunda aceptación, el Hombre es entonces el atanor
filosófico donde se cumple la elaboración de las Virtudes, es, entonces, en
este sentido, según los místicos, que hay que entender estas palabras: “Porque la Obra está con Ustedes y en
Ustedes, de manera tal que, encontrándola en ustedes mismos, donde está
continuamente, la tienen también siempre en cualquier parte que estén, sobre la
tierra o sobre el mar…” (Hermes Trismegisto: “Los Siete Capítulos”)…”
(Albert Poisson: “Teorías y Símbolos de los
Alquimistas”)
Citemos además a Basileo Valentín: “De
estas cosas, sepa, Oh mi amigo apasionado del Arte Químico, que la vida es
únicamente un verdadero Espíritu, y que, por consiguiente, todo lo que el
vulgar ignorante estima estar muerte, debe al contrario, ser llevado de vuelta
a una vida incomprensible, visible y espiritual, y, en ella, debe ser
conservado …”
(Basileo Valentín: “Las Doce Claves de la Filosofía” V Clave)
“En
breve, si quieres realizar nuestra Piedra, sea sin pecado, persevera en la
Virtud. Que tu Espíritu sea esclarecido del amor de la Luz y de la Verdad.
Adopta la resolución, después de haber adquirido el don divino que deseas, de
tender la mano a los pobres embarrados, de ayudar y de volver a levantar los
que están en la desdicha…”
(Basileo Valentín: “El Rebis de las Doce Llaves”)
En efecto, y cosa curiosa, los
elementos esenciales, auxiliares sucesivos de esta transmutación, y de la
Pirita metálica, y del Hombre carnal, estos elementos son a la vez de número,
de clasificación y de sucesión, exactamente similares. Analicemos entonces,
sucesivamente los dos aspectos de la Obra.
Robert Ambelain
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