Los Vicios del Corazón I - Al Ghazali


Los Vicios del Corazón

(Bidaya) Imam Al-Ghazali

            (El hombre) tiene (ángeles) que se van turnando delante y detrás de él guardándolo por el mandato de  Allah.

            En Verdad, Dios no cambia la condición de una gente, mientras estos no se cambien asimismo, y cuando dispone una calamidad para una gente (como consecuencia de sus malas acciones), no hay nadie capaz de evitarla. Pues no tienen a nadie que pueda  protegerles de Él. (Qur´an 13:11)

            Muchas son las cualidades vituperables del corazón, y larga es la empresa de purificarlo, de sus males y difícil de entender el método o tratamiento para curarlas. La teoría y la práctica de este método se han olvidado  por completo, porque la gente no se preocupa de sus almas, atraídas por el falso brillo de las cosas de este mundo.

            En el  Ihya Ulum Din (La revivificación delas ciencias religiosas), hemos desarrollado por extenso toda esta materia, dedicando a ella sus dos últimas partes, pero aquí nos limitaremos a precaverte contra los tres vicios del corazón que más dominan a las personas que se dedican en nuestros días al estudio, a fin de que te guardes de ellos, porque son mortales en sí mismos y madres de todos los demás vicios, a saber:

LA ENVIDIA, LA HIPOCRESÍA y LA VANIDAD.

 

            Esfuérzate, pues, en purificar de ellos tu corazón.

1) LA ENVIDIA

            Es una rama de la ambición y avaricia. El avaro es avaro de lo que posee, contra sus prójimos. El ambicioso es avaro de las divinas gracias (que en los tesoros de la Omnipotencia se encierran y que él no posee), contra sus prójimos. Es, pues, más grave su avaricia que la del simple avaro. El envidioso es el que se disgusta de que Dios otorgue las Gracias de los tesoros de su Omnipotencia a uno cualquiera de sus siervos, es decir, la ciencia, la fortuna, el amor de la gente u otro de los bienes de la vida y esto, hasta tal punto, que el envidioso desearía que de tales gracias o bienes fuesen privados sus prójimos, aunque él  personalmente ninguna ventaja lograse por ello. Es pues, este vicio el colmo de la perversidad. Por eso dijo el Profeta Muhammad: 

“La envidia devora las buenas cualidades, como el fuego la leña”

 
                Pero el envidioso recibe su castigo, y sin remisión ni misericordia, aun en este mundo, porque en el mundo no  podrán faltar jamás personas (y muchas, por cierto) relacionadas y conocidas del envidioso, a las cuales haya otorgado Dios sus beneficios, el saber, las riquezas y los honores, que atormentarán sin cesar al envidioso hasta que muera, antes de que reciba en la otra vida un tormento mayor y más terrible. Pero hay algo más: El devoto no alcanzará la perfección real y positiva de la fe religiosa, mientras no quiera para los demás musulmanes, hermanos suyos en la fe, lo mismo que quiere para sí propio.

            Es preciso que se haga solidario de ellos: En la  prosperidad como en la desgracia, porque los musulmanes deben ser como una sola y bien fraguada edificación, cuyas  partes mutuamente se apoyan y fortalecen unas a otras, y como un solo cuerpo, en el cual si un miembro se siente aquejado por un dolor, todos los otros miembros se resienten  y quejan. Si pues en tu corazón no sientes esta simpatía, más te valdrá ocuparte en buscar los medios de librarte de la eterna condenación, que no en estudiar las peregrinas cuestiones de la ética o del derecho procesal.

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