EL PALO
ENCEBADO O LA CUCAÑA, ALGO MÁS QUE UNA SIMPLE DISTRACCIÓN POPULAR
Hiranya de Nashar
Cuando
un determinado conocimiento tradicional está a punto de extinguirse, sus
depositarios lo confían a la memoria colectiva de los pueblos, para que el
mismo se conserve a través de los tiempos, hasta que nuevamente pueda ser
descubierto, re-interpretado e inclusive ajustado a su verdadero sentido.
El
pueblo entonces, aún sin saberlo y mucho menos comprenderlo, puede guardar de
esta manera los residuos de antiquísimas tradiciones, impidiendo que su
conocimiento se pierda para siempre.
En
tal sentido nos dice René Guenón, en su trabajo titulado “El Santo Grial”, que la incomprensión natural de la masa es
garantía suficiente de que lo que poseía un carácter esotérico no será así
despojado de este carácter, sino que permanecerá solamente como una especie de
testimonio del pasado para aquellos que, en otros tiempos, sean capaces de
comprenderlo.
De
esta manera, lo que pareciera ser producto popular y espontaneo de los pueblos,
por muy deformado o tergiversado que esté, en realidad tiene un origen no
humano. Corresponde entonces a los buscadores de la Verdad, desentrañar el conocimiento que se ha tratado
de salvar.
Dentro
del folklore de muchos pueblos de América Latina y Europa se encuentra el
llamado “palo encebado” o “cucaña”.
El “palo encebado” es una distracción
popular, que consiste en escalar o trepar con la sola ayuda de extremidades
superiores e inferiores, un poste entre 3 y 6 metros de altura aproximadamente,
bien clavado en la tierra embadurnado con cebo, aceite, jabón o cualquier otra
sustancia resbaladiza, en cuya punta rodeándola totalmente se instala una
plataforma redonda, sobre la cual se coloca
un premio que se debe alcanzar.
Generalmente se realiza en fechas
religiosas o patronales, casi siempre en honor a un santo.
Su práctica como medio de distracción
o diversión, despierta mucha emoción entre los espectadores, quienes
generalmente ignoran su significado más profundo y aúpan y tratan de ayudar al
escalador para que no se caiga en su intento por llegar a la cima y obtener el
consiguiente premio.
En esta diversión arraigada en el
folklore de muchos pueblos, llena de emoción por el esfuerzo casi siempre
infructuoso de los participantes, se logra detectar un conjunto de datos e información
como testimonio encubierto de algún ritual o conocimientos, de tiempos
inmemoriales.
A primera vista, el “palo encebado”
sin lugar a dudas es una representación del “eje del mundo” y al igual que un
árbol, una columna o cualquier otro elemento similar, firmemente enterrado en
la tierra, transmite la idea de que el ser debe comenzar su ascenso hacia estados
superiores, a partir de su individualidad en este estado de manifestación. El
Alma entonces, recorrerá el sendero desde su naturaleza inferior, es decir,
desde la tierra, hasta alcanzar el cielo o su naturaleza superior.
Trepar el “palo encebado”, rememora
algunos rituales védicos en los cuales se debía subir a un árbol, lo que indica
claramente que esa acción tiene un carácter primordial y envuelve la idea de la
ascensión a estados superiores del ser, ante la necesidad del hombre de
elevarse al cielo y de recorrer el camino de retorno a su origen.
El “palo encebado” también implica para
el participante que tratar de subirlo, el descenso a la tierra, lo que nos
recuerda el simbolismo de la escala doble, con la cual, después de una subida
debe seguir un descenso, significando que con cada ascenso se obtienen grados
de conocimiento acordes con la realización de cada estado y al bajar se traen
las virtudes correspondientes a ese grado de conocimiento.
Por otra parte, la innegable
dificultad en el ascenso, en la cual el cuerpo constantemente sube un pequeño
trecho y por su propio peso se desliza y desciende, bien recuerda los
obstáculos que el iniciado encontrará y afrontará en su Camino de retorno. La
grasa del palo encebado, cada vez se irá afinando hasta que llegado el momento,
alguien llegará a la cima. Esta circunstancia refleja la necesidad de perseverar
en el esfuerzo por más que las condiciones parezcan insalvable.
¡Solo quien insiste
alcanzará la meta!
¿Acaso ésto no nos recuerda la Esperanza?
Es decir, esa energía espiritual que junto con la Fe y la Caridad conforma las
llamadas virtudes teologales.
No olvidemos que la Esperanza para el
iniciado, se traduce en una verdadera fuerza, que le da la motivación necesaria
para insistir y perseverar en la búsqueda de la Luz, por muy arduo y
dificultoso que sean los obstáculos que tenga que afrontar, porque siente que
sus esfuerzos producirán un resultado y llegará el momento de recoger los
frutos anhelados, la tierra prometida conforme a la promesa bíblica,
donde emana leche y miel.
Por algo, siempre se ha dicho, que solamente es fuerte quien tiene Esperanza.
Llegar a la cima y obtener el premio
prometido como culminación de la perseverancia y de la lucha sostenida, significa
el encuentro del tesoro escondido dentro de sí, que tiene todo hombre que viene
a este mundo.
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el espíritu de Dios
mora en vosotros? (1 Corintio, 3,16)
La plataforma redonda colocada en la
parte superior del “palo encebado”, lo atraviesa y se prolonga un poco más
hacia arriba, simbolizando la salida del “cosmos”, mediante la cual se tiene
acceso a los estados supraindividuales.
Así pues, el “palo encebado” o la “cucaña”
es un testimonio vivo de importante información esotérica, conservada entre
muchos pueblos, a pesar de las innumerables deformaciones que ha sufrido a través de los
años.
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