Mors et Vita (Muerte y Vida) - Constant Chevillon

MORS ET VITA
(Muerte y Vida)

Constant Chevillon

Al momento de su nacimiento, una criatura humana está dotada a penas de un  vago instinto animal. Todo, para ella, se resume en sensaciones de bienestar o  de sufrimiento. Si ella está satisfecha, ella sonríe; al menor atisbo de mal, ella  llora y se lamenta. El mundo exterior no viene a ella sino a través de una niebla en el seno de la cual todo está confundido en un conjunto sin relieve.  

Luego, un día, un rayo de sol; un velo se levanta, los individuos se destacan  sobre el fondo de la bruma, la conciencia sale de su matriz y deviene una realidad. El niño se distingue de su atmósfera, él comienza a vibrar con su entorno inmediato, es un hombre en vías de evolución. Él crece poco a poco y  su horizonte se agranda. Él toma contacto con su medio, de espectador se convierte en actor.

Él almacena experiencia, aquella del momento presente, y,  por la historia, aquella de los siglos pasados. Porque, esta última, que se puede creer muerta o al menos completamente cristalizada, lleva en sí misma un  fermento de inmortalidad, es el germen del futuro. En la aurora de su vida, intoxicado por ese sutil néctar, el hombre se vuelve entonces hacia el futuro. El horizonte impreciso, adornado con toda la belleza del devenir en gestación, le aparece como un campo indefinido de luz, puntuado por sensaciones  novedosas. El sol marcha hacia el Zenit, el tiempo rápido transcurre todavía  lentamente, el pasado individual está tan próximo!  


Mas la vida transcurre al ritmo del tiempo matemático; la adolescencia y la  juventud dan lugar a la edad madura. Los obstáculos se multiplican con los  deberes. El horizonte lejano se retrae y deviene un calabozo donde el hombre  se ve acosado con los horrores de la asfixia. El tiempo acelera su marcha, transcurre ahora con una rapidez vertiginosa, siguiendo la cadencia psicológica, y la angustia indecible penetra el alma humana con el pensamiento de la  muerte inevitable y cada día es contado.  

El gusano roedor está en el fruto, él lo agotará hasta la cáscara si nada viene a  interrumpir su trabajo de destrucción. Qué desilusión para la mayoría de los  hombres. Y qué! La vida, ese dinamismo siempre tendido hacia la acción,  ¿puede entonces dar lugar al colapso pasivo de la muerte? La noche total va a  suceder a la luz ardiente. ¡El fin! No ver más, no escuchar más, no pensar más, no moverse más. El silencio y la sombra; el silencio sin posibilidad de eco, la  sombra sin esperanza de una nueva luz, la inmovilidad absoluta de la tumba, la Nada! El hombre sobre la pendiente, el anciano, ha recibido en su mano ya  temblante, el cáliz de la amargura; la embriagadora ambrosía ha dado lugar a la balanza del Gólgota. El espectro de la muerta está allí, presto a sujetarlo en sus garras de rapaz nocturno.  

¿Por qué tiemblas tú, ignorante y temeroso? ¿Por qué obstinarte en contemplar el mundo exterior, para seguir la ilusoria evolución de las series fenomenales a través del espacio y el tiempo? Desciende en ti mismo, abre los ojos de tu espíritu al sol invisible del que nuestro sol no es sino una imagen deformada. 


Una fe inquebrantable, apoyada con una inmensa esperanza, te iluminará de  repente en el seno de la caridad universal. Y la muerte no será más para ti sino un túnel oscuro, un pasaje penoso y corto al fin del cual se abre el inmutable horizonte de la Eternidad.   

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