Él ha habitado entre nosotros (Habitavit in nobis) - Constant Chevillon

ÉL HA HABITADO ENTRE NOSOTROS
 (HABITAVIT IN NOBIS)

Constant Chevillon

(Juan I. 14)

Jesús es nacido de la Virgen María, en la noche de Noel, en Belem de Judá. Es necesario de evocar aquí el misterio de su vida oculta y la radiación espiritual y mística de su vida pública?, otros lo han hecho con la ayuda de los Evangelios y de  las tradiciones orales legadas por los apóstoles y los discípulos inmediatos. Con qué beneficio podemos sopesar sobre las cuestiones históricas perpetuamente controvertidas. Su nacimiento milagroso, sus peregrinaciones terrestres, su muerte trágica han sido negadas con pasión, en el nombre de la exégesis; se lo ha afirmado con ímpetus grandiosos, en el nombre de la fe, de la esperanza y de la caridad. Nuestra razón, por lo demás, pesa gravemente en la balanza de la fe. A aquellos  que niegan, ella puede decir:  Si los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles son puras supercherías, si el Cristo  no ha existido jamás, que se nos explique cómo pobres Judíos, Galileos desgraciados en el reino de Judá, han podido conquistar con una religión nueva, basada sobre mentiras, una parte de Israel primero, el mundo mediterráneo luego?   

Eran pocas personas, pescadores, artesanos, ignorantes por la mayor parte. Ni uno, excepto Pablo, era filósofo o teólogo, ninguno pertenecía a la élite ; ellos han no obstante lanzado las bases de una obra gigantesca, de una iglesia que, tras  veinte siglos de persecuciones, de problemas y de desilusiones, a todo instante  socavado por los retornos ofensivos de la maldad humana, mantenida por el rigor  de sus principios, agrupada bajo su égida y hace comunicar en el mismo ideal más de quinientos millones de hombres, sin contar todos aquellos que gravitan de lejos  en su órbita, bajo la cubierta de su moral, más universal y más arriba que aquellas salidas del genio de los grandes filósofos. Cómo los sabios, los eruditos, los  aristócratas, desde los patricios de Roma, los ciudadanos refinados de Corinto o de  Atenas hasta los habitantes de la milenaria Jonia, han podido ellos inclinarse  delante del Verbo frustrado de Pedro, el pescador del mar de Tiberíades, o aquel,  más complicado, de Pablo el fabricante de redes?  


 Abramos por lo tanto los Evangelios y leamos; los acentos de la fe no engañan.  Aquel debe sernos suficiente, mismo sin las visiones directas registradas bajo el cielo de Judea y de Samaria que son allí, por lo tanto, en su simplicidad sin peso, para soportar la propia visión interior de nuestro espíritu. Sí, Jesús es nacido, él ha vivido entre nosotros. Descansemos sobre las palabras que él nos ha dejado como una herencia de gloria y de salud. Descansemos sobre su vida, con toda la potencia de nuestro pensamiento, para mejor conocerlo y amarlo.  


No nos detengamos, cuando se trata de él, con las negaciones contradictorias de los constructores de sistemas sofisticados. No nos detengamos a las teorías de aquellos que, sin negar su existencia terrestre, quieren explicar todo en Jesús: su vida, su doctrina y su misión, por lo humano y hacen de él, creyendo magnificarlo, un extraordinario genio. Aquel que nosotros llamamos nuestro Señor, doblando las rodillas y elevando nuestro corazón, aquél que vivió, hombre entre los hombres y Verbo en el seno de Dios, de su nacimiento hasta su muerte ; él reina todavía hoy y reinará siempre sobre las almas que lo han recibido, y en la Gloria celeste, verdadero Dios y verdadero hombre.  


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