EVOLUCIÓN DE LA GNOSIS
Constant Chevillon
Dios ha dado
al hombre la inteligencia, es decir la facultad de comprender, de analizar y de
sintetizar, pero él no le ha dado la ciencia.
Para llegar a la ciencia, es necesario poner la voluntad al servicio del intelecto, es necesario conquistar la
verdad por un esfuerzo personal.
Esta es la
razón por la que la palabra de Dios se percibe por etapas; a primera vista, en su sentido inmediatamente
inteligible, ella contiene la única verdad
susceptible de ser asida por los hombres más instruidos de la época en que ella se manifiesta. Jesús, el portador
de la palabra de Dios, ha hablado muy frecuentemente en parábolas para ponerse
a la altura de sus oyentes. A sus apóstoles, él ha hablado de otra manera y
tenemos un débil eco en el evangelio de Juan. Él les ha dicho: “Yo
tengo muchas cosas más para anunciarles, pero ustedes no sabrían comprenderlas
ahora. Cuando el Espíritu de la Verdad haya venido, él los guiará”.
El Espíritu de
verdad ha llegado en diversas veces. Él ha llegado al Cenáculo y los apóstoles
han aprendido a clamar sobre los techos la verdad del momento. Él llegó sobre
la ruta de Damasco y Pablo fue iluminado para escribir sus epístolas. Él llegó
para influenciar los genios creadores de la ciencia. En cada uno de sus
descensos en el mundo, nosotros hemos comprendido
la verdad bajo un ángulo nuevo y siempre más grande. El sentido de las escrituras ha despojado muchos
de sus velos. Restan todavía para levantar; ellos caerán uno a uno cuando
nuestro ojo esté armonizado con una luz más grande. Así se creó la Gnosis, paso
a paso, bajo el influjo del Espíritu que eligió sus profetas entre los hombres
cuya voluntad supo quebrar los obstáculos.
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