LA LUZ
CREADORA
Oswald Wirth
Crear significa sacar de
la nada. Pero, para que los seres y las cosas puedan ser sacados de esa
pretendida Nada, es necesario que ésta sea sustancial en cierto modo. Cuando el
espíritu humano evoca la imagen de un Abismo sin fondo, llamándolo Apsú, o bien
el abismo del espacio infinito personificado por Urano, se ve siempre obligado
a colmar el vacío que ha imaginado, con Tiamath o con Rea, divinizaciones de la
sustancia etérica extendida en el infinito. Esta sustancia no es todavía algo,
es decir, una cosa propiamente dicha, susceptible de distinguirse: es la Cosa
en sí, anterior a toda particularización distintiva.
Si imaginamos muerta a
esta sustancia nos equivocamos, porque está esencialmente viva y, con razón,
Tiamath ha sido cantada como la madre de toda vida. Para colmar el Universo hay
que vibrar sin reservas, bajo la acción del dinamismo infinito. Las vibraciones
se transmiten integralmente en un medio homogéneo, como el que se atribuye a la
sustancia primordial. Nada detiene las ondas del Océano cósmico, que sigue
uniformemente fluido, sin que nada se forme en su seno. ¿Cuál es, pues, el
misterio de la Creación?, ¿Cómo ha sido fecundada la esterilidad O? Gráficamente, la respuesta es fácil, y está dada por un punto marcado en el Círculo
S. Parece que éste es el esquema de la fecundación del óvulo; pero los alquimistas
ignoraban la embriología, y es el Sol quien representa a sus ojos el nuevo
signo.
Un centro que emana ondas
circulares, como una piedra lanzada al agua, es la imagen evocada. Así se han
imaginado los antiguos sabios el movimiento animador del Cosmos. Han imaginado
una radiación que parte de un centro y se propaga interminablemente en todos
los sentidos a través del espacio, como la luz que emana de una lámpara
luminosa. Pero el término Luz fue escogido por analogía, porque la Verdadera
Luz no es aquella que golpea la retina.
Los cabalistas entienden por Aor Ensoph,
Luz infinita, el agente que desenreda el caos antes de las luces celestes,
centros para nosotros de luz física. Hay que representarse esta radiación
inicial como partiendo simultáneamente de todas partes, no de un centro único,
sino de centros luminosos de emanación, multiplicados hasta el infinito. En la
realidad pura, O no es anterior a S porque la luz data del comienzo; pero las
palabras se burlan de los pensamientos que hacen surgir los encuentros de
logomaquia. ¿Qué es el comienzo, cuando se trata de algo que no tiene principio
ni fin?
Filósofos prudentes y
taciturnos, los herméticos se han trazado límites al tratar la solución del
problema del origen de las cosas. Si bien se refieren a la Luz en sí,
preexistente a los objetos iluminados, no se han detenido en este fantasma
subjetivo. Para ellos, sólo la Luz que ilumina es digna de atraer la atención.
Pero no confundamos: Luz que ilumina significa aquí agente activo. Pero, ¿cómo
hemos de representarnos una acción efectiva, sea lo que sea?
Conviene distinguir ante
todo un centro del cual parte la acción (punto central del círculo), después la
acción misma en su actividad (ondulación o irradiación), y finalmente el
resultado de la acción (circunferencia del círculo). Visto de esta manera, el
Signo S se relaciona con el Gran Agente primordial, que se opone a sí mismo
para engendrar en primer lugar formas y, progresivamente, apariencias
compactas. Este agente es el creador de todas las cosas, pero, en el orden de
los metales, realiza su obra maestra al reflejarse en el Oro, que tiene el
mismo signo que el Sol S.
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