A PROPOSITO
DE LOS PEREGRINAJES
René Guenon
La reciente reimpresión,
en Voile d'Isis, del notable artículo
de Grillot de Givry a propósito de los lugares de peregrinaje nos induce a
volver sobre esta cuestión, a la cual ya habíamos aludido en esta misma
publicación, tal como lo recordara Clavelle en su presentación del citado
artículo.
Anotemos, en primer
lugar, que la voz latina peregrinus,
de la que deriva "peregrino", significa a la vez "viajero"
y "extranjero". Esta simple observación sugiere, al punto, algunos
paralelos bastante curiosos: en efecto, por una parte, entre los "Compagnons" (**), algunos de ellos
se reconocen como "viandantes" y algunos otros como
"extranjeros", lo que corresponde precisamente a los dos sentidos de peregrinus (que, por lo demás, se
encuentran también en el término hebreo gershôn);
y por la otra, en la misma Masonería moderna y "especulativa" las
pruebas simbólicas de la iniciación se denominan "viajes". Por otro
lado, en muchas tradiciones de diversa fuente, los diferentes estadios
iniciáticos se describen a menudo como las etapas de un viaje; a veces, es
cuestión de un viaje ordinario, a veces también de una navegación, tal como
hemos señalado ya en otras ocasiones. Este simbolismo del viaje parece ser que
se encuentra más difundido aún que el de la guerra, del cual hablábamos en
nuestro último artículo; por lo demás, ambos simbolismos no dejan de presentar
entre sí una cierta relación, relación que algunas veces ha llegado a
reflejarse exteriormente en los hechos históricos; estamos pensando aquí en especial
en el estrecho vínculo que existió, durante la edad media, entre los
peregrinajes a Tierra Santa y las Cruzadas. Agreguemos todavía que, aún en el
lenguaje religioso más corriente, la vida terrena, entendida como un período de
probaciones, es asimilada a menudo con un viaje, o incluso más expresamente con
una peregrinación y el mundo celeste -meta de tal peregrinar- se identifica
también simbólicamente con la "Tierra Santa" o "Tierra de los
Vivientes" (1).
El estado de
"errancia", si podemos decir así, o sea de migración, es entonces, de
manera general, un estado de "probación"; y, aquí también, podemos
señalar que en efecto éste es precisamente el carácter que reviste en
organizaciones como el Compañerazgo. Además, lo que bajo este aspecto resulta
válido para los individuos puede serlo también, al menos en ciertos casos, para
algunos pueblos considerados colectivamente: un ejemplo muy claro es el de los
judíos, que vagaron durante cuarenta años por el desierto antes de alcanzar la
Tierra prometida. Pero aquí conviene hacer una distinción, puesto que dicho
estado, esencialmente transitorio, no debe ser confundido con el estado nómade
que es normal en ciertos pueblos: aun habiendo arribado a la Tierra prometida
-y hasta los tiempos de David y de Salomón- los judíos fueron un pueblo nómade,
pero, evidentemente, este nomadismo no reunía las mismas condiciones que su peregrinación
en el desierto (2). Es posible considerar, además, un tercer caso de
"errancia", que podemos designar con mayor propiedad con la palabra
"tribulación": es el caso de los judíos después de la dispersión y
asimismo, según todo parece indicarlo, también el de los gitanos; pero esto
último nos llevaría demasiado lejos y diremos solamente que también este caso
es aplicable tanto a las colectividades como a los individuos. Estas
observaciones bastan para comprender el grado de complejidad que presentan
estas cosas, y cuántos distingos es posible establecer entre quienes
exteriormente se presentan bajo las mismas apariencias confundidos con los
peregrinos en el sentido ordinario de la palabra, tanto más cuando que aún nos
queda por agregar esto: a veces sucede que algunos iniciados, ya arribados a la
meta, algunos "adeptos" inclusive, vuelvan a tomar, por motivos
especiales, la apariencia antedicha de "viajeros".
Pero volvamos a los
peregrinos: sabido es que los elementos que los distinguían eran la vénera (llamada de Santiago) y el
bastón; éste último, que se encuentra también en estrecha correspondencia con
la caña del Compañerazgo, es naturalmente un atributo del viajero, pero tiene
varios otros significados, y quizá un día dedicaremos a esta cuestión un
estudio específico. En cuanto a la vénera,
en algunas regiones francesas se la llama "creusille", palabra que debe asociarse con "creuset" [en castellano:
"crisol"], lo que nos conduce nuevamente a la idea de las pruebas,
considerada más particularmente según un simbolismo alquímico, y entendida en
el sentido de la "purificación", la Katharsis de los pitagóricos, que era precisamente la fase preparatoria
de la iniciación (3).
Siendo que a la vénera se la ve más especialmente como
un atributo de Santiago, nos vemos llevados a hacer, a propósito de esto, una
consideración concerniente al peregrinaje a Santiago de Compostela. Las rutas
que seguían en otros tiempos los peregrinos son llamadas con frecuencia, aún
hoy día, "caminos de Santiago"; pero esta expresión tiene al mismo
tiempo otra aplicación bien distinta: en efecto, el "camino de
Santiago", en el habla campesina, es también la Vía Láctea; y esto quizá
resultará menos inesperado si se tiene presente que Compostela,
etimológicamente, significa precisamente el "campo estrellado".
Encontramos aquí otra idea, aquella de los "viajes celestes", por lo
demás en correlación con los viajes terrestres; es este otro punto en el que,
por el momento, nos es imposible detenernos, y al respecto indicaremos
solamente que puede presentirse de ahí una cierta correspondencia entre la
situación geográfica de los lugares de peregrinaje y el ordenamiento mismo de
la esfera celeste; en este caso, aquella "geografía sagrada" a la que
aludimos repetidas veces se integra, pues, en una verdadera "cosmografía
sagrada".
Siempre a propósito de
los recorridos que seguían los peregrinajes, resulta oportuno recordar que
Joseph Bédier ha tenido el mérito de destacar la relación existente entre los
santuarios que jalonaban sus etapas y la formación del "cantar de
gesta". Generalizando este hecho, como creemos sea posible hacer, podría
decirse la misma cosa en lo que concierne a la propagación de una multitud de
leyendas, cuyo verdadero alcance iniciático, lamentablemente, raras veces los
modernos saben reconocer. En razón de la pluralidad de sentidos que incluían,
los relatos de este tipo podían destinarse al mismo tiempo al común de los
peregrinos y... a los otros; cada uno los comprendía en la medida de la propia
capacidad intelectual, y sólo algunos penetraban el significado más profundo,
tal como ocurre en toda enseñanza iniciática. Puede anotarse también que, por
distintos que fueran todos aquéllos que recorrían estos caminos, mercaderes
ambulantes y mendigos incluidos, se establecía entre ellos, por motivos
indudablemente difíciles de determinar, una cierta solidaridad que se reflejaba
por la adopción en común de un lenguaje convencional especial, el "argot
de la Vénera" o "habla de
los peregrinos". Cosa interesante, León Daudet señaló en uno de sus
últimos libros que muchas palabras y locuciones propias de esta lengua se
vuelven a encontrar en los escritos de Villon y Rabelais (4); y, a propósito de
este último, indica también -cosa que, siempre desde el mismo punto de vista,
vale la pena de ser subrayada- que durante varios años, Rabelais
"peregrinó a lo largo y a lo ancho de la provincia de Poitou, en aquel
entonces célebre por los misterios y farsas que allí se interpretaban y también
por las leyendas que corrían; en Pantagruel se encuentran las huellas de tales
leyendas, de aquellas farsas, y un cierto número de vocablos propios de los
habitantes de Poitou" (5). Si hemos citado esta última frase es porque,
además del hecho de que hace mención de aquellas leyendas de que hablábamos
poco antes, promueve otra cuestión relacionada con lo que venimos tratando, es
decir la cuestión de los orígenes del teatro: en sus comienzos, este último fue
por un lado esencialmente ambulante y, por otro, revestía un carácter
religioso, al menos en cuanto a sus formas exteriores -carácter religioso
comparable por otra parte al de los peregrinos y de quienes asumían sus apariencias.
Lo que resalta la importancia de este hecho, es la constatación de que el mismo
no se circunscribe al ámbito de la Europa medieval; la historia del teatro en
la antigua Grecia es completamente análoga y podríamos también encontrar
ejemplos de este tipo en la mayor parte de los países de Oriente.
Pero no pudiendo
extendernos más, consideraremos solamente todavía un último punto, a propósito
de la expresión "nobles viajeros" aplicada a los iniciados, o al
menos a una parte de los mismos, precisamente con motivo de sus
peregrinaciones. A este respecto, O. V. de L. Milosz ha escrito lo siguiente:
"Los 'nobles viajeros', es el nombre secreto de los iniciados de la
antigüedad, transmitido por tradición oral a aquellos de la edad media y de los
tiempos modernos. Ha sido pronunciado por última vez en público el 30 de mayo
de 1786, en París, en el transcurso de una sesión del Parlamento dedicada al
interrogatorio de un célebre imputado (Cagliostro), víctima del libelista
Théveneau de Morande. Los peregrinajes de los iniciados no se distinguían de
los comunes viajes de estudio, salvo por el hecho de que su itinerario
coincidía rigurosamente, bajo las apariencias de un trayecto azaroso, con las
aspiraciones y aptitudes más secretas del adepto. Los ejemplos más ilustres de
tales peregrinajes nos los brindan: Demócrito, iniciado en los secretos de la
alquimia por los sacerdotes egipcios y por el sabio persa Ostanes, así como en
las doctrinas orientales durante su permanencia en Persia y, según algunos
historiadores, en la India; Tales, formado en los templos de Egipto y de
Caldea; Pitágoras, que visitó todos los países conocidos por los antiguos (y
muy posiblemente, la India y la China) y cuya estadía en Persia se distinguió
por sus encuentros con el mago Zaratas, en las Galias por su colaboración con
los Druidas y, finalmente, en Italia por sus discursos ante la Asamblea de los
Ancianos de Crotona. A estos ejemplos, sería oportuno agregar las estancias de
Paracelso en Francia, Austria, Alemania, España y Portugal, Inglaterra,
Holanda, Dinamarca, Suecia, Hungría, Polonia, Lituania, Valaquia, Carniola,
Dalmacia, Rusia y Turquía, así como los viajes de Nicolás Flamel por España,
donde el Maestre Canches le enseñó a descifrar las famosas figuras jeroglíficas
del libro de Abraham el Judío. El Poeta Robert Browning definió la naturaleza
secreta de estos peregrinajes científicos con una estrofa extraordinariamente
rica en intuición: 'Veo mi itinerario como el ave su ruta sin huellas; un día u
otro, en Su día predestinado, llegaré. Él me guía, Él guía al ave'. Los años de
viaje de Wilhelm Meister poseen el mismo significado iniciático" (6).
Hemos considerado oportuno reproducir por entero este pasaje, a pesar de su
extensión, en razón de los interesantes ejemplos que contiene; indudablemente,
no sería difícil encontrar todavía varios otros ejemplos, más o menos
conocidos, pero éstos son particularmente característicos, aun cuando sea
posible que no todos se refieran al mismo caso entre aquellos que hemos
distinguido anteriormente, siendo necesario evitar de confundir los
"viajes de estudio" aun cuando fueran realmente iniciáticos, con las
misiones especiales de los adeptos o incluso de ciertos iniciados de menor
grado.
Volviendo a la expresión
"nobles viajeros", queremos sobre todo señalar el hecho de que el
epíteto "nobles" parece indicar que la misma debe referirse, no ya a
cualquier iniciación indistintamente, sino más propiamente a una iniciación de
Kshatriyas, o aquello que podemos llamar "arte real", según el
vocablo conservado hasta nuestros días por la Masonería. En otras palabras, se
trataría, entonces, de una iniciación que se relaciona, no ya con el ámbito
metafísico puro, sino con el orden cosmológico y las aplicaciones ligadas a
esta esfera, o sea a todo aquello que en Occidente ha sido conocido bajo la
denominación general de "hermetismo" (7). Si esto es así, entonces
Clavelle ha tenido perfectamente razón en decir que, mientras que San Juan
corresponde al punto de vista puramente metafísico de la Tradición, Santiago
correspondería más bien al punto de vista de las "ciencias
tradicionales"; e incluso sin evocar el paralelo -sin embargo asaz
probable- con el "maestre Santiago" del "Compañerazgo"
diversos indicios concordantes llevarían a comprobar que dicha correspondencia
se encuentra efectivamente justificada. Precisamente a este ámbito, que podemos
llamar "intermediario", se refiere en efecto todo lo que se ha
propagado a través del canal de los peregrinajes, así como las tradiciones del
"Compañerazgo" y aquellas de los gitanos. El conocimiento de los
"pequeños misterios", que corresponde al conocimiento de las leyes
del "devenir", se adquiere recorriendo la "rueda de las
cosas"; pero el conocimiento de los "grandes misterios", siendo
el conocimiento de los principios inmutables, exige la contemplación inmóvil en
la "gran soledad", en ese punto fijo que es el centro de la rueda, el
polo invariable a cuyo alrededor se cumplen, sin que él participe, las
revoluciones del Universo manifestado.
NOTAS
** Nota del Traductor: Hemos preferido
dejarlo en francés para mejor distinguir lo que debe ser atribuido al
compañerazgo y de este modo evitar cualquier posible confusión con el segundo
grado (Compañero) de la Masonería especulativa.
1. Por lo que concierne al simbolismo de la "Tierra
Santa", ver nuestro estudio sobre El Rey del Mundo, y también nuestro
artículo publicado en el número especial del Voile d'Isis dedicado a los
Templarios.
(Nota del Editor [Ed. Traditionnelles]: Sobre este argumento
podrá consultarse asimismo el cap. III de Sobre el esoterismo cristiano y el
cap. XI de Símbolos fundamentales de la Ciencia sagrada).
2. La distinción entre pueblos nómadas (pastores) y
sedentarios (agricultores), que remonta a los orígenes mismos de la humanidad
terrestre, es de gran importancia para la comprensión de los caracteres
especiales de las diferentes formas tradicionales.
3. Podemos referirnos aquí a cuanto dijimos en El Rey del
Mundo sobre la designación de los iniciados, en diversas tradiciones, mediante
términos que se remontan a la idea de "pureza".
4. Les Horreurs de la Guerre, págs. 145, 147 y 167.
5. Idem., pág. 173.
6. Les Arcanes, págs. 81-82.
7. A propósito de la distinción de las dos iniciaciones,
sacerdotal y real, ver nuestro último libro, Autorité spirituelle et pouvoir
temporel.
Artículo
publicado en "Voile d'Isis", nº de junio de 1930. La presente traducción se realizó para el
monográfico de SYMBOLOS Nº 13-14: "Masonería" (1997). Ver
presentación.
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