El Lenguaje del Corazón - Ibn Idris Ibrahim (Ignacio Sánchez)

EL LENGUAJE DEL CORAZÓN

Ibn Idris Ibrahim

(Ignacio Sánchez)

"Con profundo Amor Impersonal a nuestro maestro en el Sendero, gnóstico entre gnósticos y verdadero símbolo encarnado de "Hombre Verdadero"... en fin, un Adepto en toda su extensión!".

A Fermín Vale Amésti (Albanashar Al-Walÿ)


            La Iniciación nos abre una Puerta. La Puerta es el Símbolo natural de Paso o Ingreso. Franquear una puerta es cambiar de nivel, de medio, de centro, de vida. Es el símbolo de la inminencia de acceso a una realidad superior, al mismo tiempo que de la efusión de lo superior o celeste sobre la tierra.

            El diálogo del Venerable Maestro con el candidato, una vez introducido en el Templo con los ojos vendados, induce a este último a reflexionar acerca de “ver” y el “sentir”. Los ojos vendados aíslan de las influencias externas, de la consideración ordinaria y puramente objetiva de las cosas. La Espada, símbolo de El Verbo, de La Palabra; el Corazón, símbolo de “La Verdad que se manifiesta en lo íntimo del ser”, le están indicando que sólo debe confiar en su Guía, en su Maestro Interior, en el Conocimiento Interior (la Gnosis), un Conocimiento Directo al cual se accede por grados de realización individual; es “ver con los ojos internos y sentir con el corazón”.

            El Secreto Real, el verdadero “Secreto Masónico”, es el sentido revelado solamente a una forma particular de consciencia, pero cerrado a la inteligencia sensorial normal y que, por lo tanto, no tiene nada de convencional, y que se relaciona más particularmente con el Símbolo, que sólo puede así, por evocación, transcribir lo que no pueden las palabras porque en general, el Simbolismo es evocación de una Inteligencia que las palabras no pueden transcribir directamente, sino solamente por rodeo, circunloquio o perífrasis.


            “El Símbolo no es el resultado de una voluntad de secreto, sino que constituye una etapa indispensable en el camino hacia la Gnosis”. “El Símbolo no reviste un sentido; provoca una iluminación. Se dirige a la vez a los dos polos de la mente: la intuición y la razón. El método que expresa el Esoterismo no es dogmático, sino Iniciático y Tradicional.

            “La Enseñanza Iniciática se distingue de la enseñanza profana por el uso que hace de los Símbolos. La ciencia profana enseña por medio de las palabras, mientras que el Saber Iniciático no se puede adquirir sino a la luz de los Símbolos”. Los Símbolos están destinados “a hacer pensar”. “El Arte de Pensar es uno de los Misterios del Arte. Se adquiere por el ejercicio”.

            La Luz de Dios es “la Luz escondida en el corazón del hombre”. “El Sagrado Olivo”, el que no es ni de Oriente ni de Occidente, es el Árbol de la Gnosis. El ojo de las “percepciones universales” que los gnósticos, llaman “el Ojo de las Certeza”, o “el Ojo del Corazón”, es “el más íntimo recinto donde fluye la fuente de la inmortalidad”, y “quien bebe de esa agua, jamás tendrá sed”. Quien posee ese Ojo es el Señor de su propia existencia: es un verdadero Maestro porque ya no necesita del “experto”; porque con “el Ojo de la Certeza” puede ver el Sendero abierto ante él, a lo largo del Rayo de Luz que conecta la Luna de su Corazón con el Sol del Espíritu.

            La Masonería, al otorgar al Neófito la Iniciación Virtual y al vincularlo a su Cadena Milenaria, cumple a cabalidad con su Misión. Pero si el Iniciado, como resultado de esa Vinculación y de los demás recursos que la Orden le ofrece, realmente aspira a más que eso, se dará cuenta de que es necesario cambiar al guía (experto) simbólico y externo por el Guía Infalible Real e íntimo.

            Podríamos decir, recurriendo al simbolismo basado en correspondencias orgánicas, que el Centro de la Consciencia debe ser ahora transferido “del cerebro al Corazón”. Sólo es a partir de esto que es posible hablar de Iniciación Efectiva.

La Masonería, enseña con El Lenguaje del Corazón. Por ello “vela” en Símbolos, Mitos, Leyendas y Alegorías, el profundo contenido Doctrinal de su Tradición; no para despertar la curiosidad de conocer su significado, sino para inducir al Masón, desde el mismo instante de su Iniciación, apenas al entrar al interior del Templo, “como sello”, a Iniciar el acceso a “las voces del corazón”.


Para el Masón, recibir la Iniciación es “Recibir la Luz” o “Ver la Luz”. Existen varios tipos de luces, pero hay otro género de Luz, generalmente obscurecida, aunque latente en el hombre hasta que no despierte en él su íntima percepción. Tal es “la verdadera Luz de todo hombre que viene a este mundo” (Juan, 1, 9). “Y la Luz en las tinieblas resplandece, más las tinieblas no la comprendieron” (Juan 1, 5).

El objeto interior, Iniciático y trascendente que enseña todo el Simbolismo Masónico, puede resumirse en: Búsqueda o Revelación de La Luz. Nadie, absolutamente nadie puede convertirnos en Hijos de La Luz, ni darnos esa Luz Verdadera, sino el Ser íntimo que mora en nosotros. Únicamente ese Maestro Secreto puede abrirnos la Puerta del Templo “no hecho con las manos” que da acceso al verdadero Conocimiento del Arte Real. Por ello, “el beneficio al deseo, capacidad y esfuerzo de comprender y realizar su íntimo significado”.

El fin de la Intuición es de “formar un Puente” para re-unir el ego inferior del individuo con el Ego Superior de la Individualidad Trascendente. Es éste el primer paso esencial hacia la verdadera Iluminación que viene del Íntimo. Es entonces cuando comienza a manifestarse la percepción intuitiva, esa guía interior a la que debemos aceptar confiadamente como el Principio Director de nuestra vida.

El vehículo más sublime de la consciencia es el Espíritu Humano, porque él recibe y refleja los atributos divinos de la Luz Viviente. A medida que se despierta la Naturaleza Superior del aspirante y que ella amplia, sus órdenes y directivas ganan fuerza, y el aspirante crecerá en celo y será absorbido por esta cosa única. Entonces, elevándose gradualmente hacia el Centro lo Divino operando en su Alma. Esta acción impregna el Alma con el germen de Luz Espiritual engendrando la actividad consciente de Amor Impersonal.


                   

Para poder aspirar a convertirse en un “Hijo de la Luz”, hay que desear La Luz. No deseamos sino aquello que nos [hace] falta. Es por tanto necesario sentirse en las Tinieblas para sentir también la necesidad de salir de ellas. El verdadero candidato a la Iniciación es el hombre de espíritu inquieto, el que no está satisfecho con lo que sabe o ha aprendido. Hace falta estar descontento de sí mismo, para poder aspirar a algo mejor.

“Mientras la persona no está dispuesta a cambiar, nadie más podrá conseguirlo”. La Masonería no da ni transmite el Conocimiento, sino que lo promueve, haciéndolo “surgir” y levantarse de lo más profundo e íntimo del Iniciado. El Conocimiento Masónico es el fruto que brota del corazón del Iniciado, cuyo huerto o vergel interior ha hecho fértil la Semilla que la Orden sembró en él durante el proceso creativo y generador de la Iniciación Virtual, mediante el Rito y los Símbolos; “yo te creo, te recibo y te constituyo”.


Esa Gran Obra a realizar, ese Templo a construir, es un “Trabajo de Restitución”, que exige el reclutamiento voluntario, amoroso y cordial, de un conjunto de obreros “calificados”; es decir, probados y entrenados en “las cosas del Espíritu”, para construir la Noble Hermandad de Obreros, Artesanos y Arquitectos que, al laborar en sí mismos, trabajan por la humanidad como un todo, y cooperan con el Gran Arquitecto del Universo para establecer Su glorioso Reinado, con Sabiduría, Fuerza y Belleza; con las normas y preceptos que señala la Regla, la exactitud de la Geometría del Compás, el Conocimiento o don de inteligencia que señala la Escuadra, símbolo de todas las Artes y el don de Sabiduría del Nivel, que señala la Renovación o Restitución al Estado Primordial incondicionado que es la Meta de nuestra Búsqueda y el cumplimiento de los Planes del Gran Arquitecto del Universo. 


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