MAS DE UN ADEPTO SE ELEVA…
Constant Chevillon
Más un adepto se eleva en
la ciencia sagrada, más se aproxima a la Luz, menos su individualidad humana
tiene lugar. Su conciencia ordinaria, aquella que lo hace una unidad entre los
hombres, se desvanece; ella es dominada por una conciencia más alta, de
naturaleza completamente espiritual. La máscara hominal desaparece ante una
entidad superior. Ella no se distingue más por una forma particular, por
necesidades o instintos, sino por sus ideas, es decir, por su contenido
cualitativo y por su modo de acción.
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Los seres en posesión de
su conciencia espiritual, tal como los seres materiales se agrupan según sus
afinidades especiales, se reagrupan sobre un plano determinado por sus
tendencias y forman Fraternidades. En estas fraternidades, cada uno de ellos
sería indiscernible en relación a los otros, si él no estuviera caracterizado
por una potencialidad personal. Ellos forman entonces entidades distintas, en
el seno de una armonía cuyas disonancias,
fundadas en un motivo único, constituyen, de alguna manera, frente
al absoluto, un coeficiente especial de
absorción, de resonancia, y de radiación.
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En este estado, las
entidades espirituales se han evadido del egoísmo primitivo. Ellas han
ultrapasado el ciclo puramente material y el ciclo intelectual, para
establecerse sobre el plano común que hace comunicar el mundo visible con su
Creador. Relacionadas por un lado con la humanidad y por el otro con Dios,
ellas reciben una misión apostólica y mediadora, aquella de conducir la masa
hacia su fin último, por la Gnosis conjugada con la Caridad. Ellas han, en efecto, llegado a esta etapa
sublime de la Mística: la deificación del Areopagita, es decir, la Santidad. La
santidad es el resultado necesario de la iniciación y del iluminismo.
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La mayor parte de los
hombres hacen de la “santidad” un sinónimo de ascetismo corporal. Esto es un
error. El ascetismo espiritual es el más alto grado de la santidad; él implica,
antes de toda cosa, el esplendor del pensamiento, sin ningún desprecio por los
esplendores de la materia. Al contrario, él eleva y purifica estas,
porque él ve en ellas el reflejo del Esplendor Divino…
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