Sobre la "Guerra Santa" y el conflicto en Gaza - Ibn Idris Ibrahim (Ignacio Sánchez)


SOBRE LA "GUERRA SANTA" Y EL CONFLICTO EN GAZA

Ibn Idris Ibrahim (Ignacio Sánchez) 

        Por más barreras, diferencias, limitaciones, pretextos sin sentido y demás artimañas y falsas razones que quieran imputar para que el odio y la mezquindad sigan reinando en Gaza; es imposible borrar la huella indeleble que representan en sí las tradiciones musulmana y hebrea.

      Entre una y otra se cuela la cristiana y juntas, conforman la identidad del hombre Occidental y medio oriental. Sólo basta indagar y estudiar en nuestras propias genealogías como seres humanos, para ver que somos hijos de una mezcla de las tres identidades y síntesis que naciesen de Abraham. Cuando hablamos de judaísmo, islamismo y cristianismo, no podemos entender estas tres vías y formas tradicionales, sino como tres distintas maneras de entender una línea sucesoral, que parten de una misma y única Influencia Espiritual que heredase Abraham; siendo a éste que lo veamos como un personaje, un pueblo sagrado o una misma escuela de Misterios.



        Abraham a partir de las síntesis de Ur, de Caldea y del mismo pueblo de Egipto, crea una nueva y única síntesis tradicional que más tarde conoceríamos como "judaísmo" (más exactamente identificada con la Qabbalah como vía interior del pueblo hebreo) pueblo tradicional que nace del hijo de Abraham y Sara. De allí las doce tribus de Israel, como la de Judea de la cual formasen parte David y el mismo Jesús, el maestro nazareno.

       Por otro lado, nacería una nueva vertiente (la primera en realidad) a partir de la síntesis que representaría Ismael, hijo de Abraham y Agar. De allí las doce tribus del pueblo musulmán que no serían tan recordadas y tan mencionadas en los textos sagrados como las que nacieron de Isaac.

        Ahora bien, analizando desde el punto de vista Tradicional, todas estas síntesis, la de Abraham, la de Isaac y la de Ismael, junto a la que se formaría a partir del Maestro de Galilea: Jesús de Nazaret; no son más que tres distintas vías que representan de una manera efectiva, el soporte ideal para el hombre occidental que busca una verdadera y real realización interior, íntima y pura. Tan íntima y pura como cualquiera de ellas mismas, tomadas en su propio sentido e identidad.


        Son por lo tantos tres formas tradicionales semíticas muy símiles en su esencia y con ciertos rasgos substanciales diferentes, que el hombre de hoy día se ha encargado de resaltar hasta devenir en el terrible e incomprensible conflicto que se vive en el Oriente Medio. 

        Tanto Abrahma, como Isaac, Ismael y el mismo Ieshua, fueron investidos por la misma y única Inlfuencia espiritual capaz de otorgar al nivel de desarrollo interior que detentaron estos tres maestros para la Tradición Única y Perenne (héroes epónimos en toda su extensión). Hablamos de la "Orden de Melkisedeth", única capaz de investir a un total y completo "Adepto" en el Sendero, con la triple condición necesaria para ser un "Mesías" y un restaurador de la Tradición Primordial: Rey, Profeta y Sacerdote. De allí el simbolismo de los tres regalos que presentaron los reyes magos, que tras seguir a la Estrella de Oriente, habían llegado hasta el mismo lugar donde se había consumado la profecía. 

      Esta triple condición solamente puede ser otorgada de manera real e interior, por medio de la Divina Providencia, cuando el ser ha logrado llevar a cabo en el aquí y en el ahora, superar la muerte a la cual estamos atados por medio de los Samsaras, hasta tanto no logremos el recorrido por los llamados Estados Superiores del Ser; todo ello, a través de la ascensión de la "vertical", una vez que se han logrado rebasar en cierto sentido, los límites de la individualidad humana.

    Entonces podemos apreciar como el judaísmo, el islamismo y el cristianismo, representan tres vías poco singulares y con mucho en común, que fueron creadas tanto para el hombre místico, como para el Iniciado en los misterios de cada una de estas tres vías, con el fin de guiarlo tras un arduo y esforzado trabajo, hasta el seno de Dios, su gran Templo y el lugar mismo de las emanaciones divinas; porque en la esencia misma de cada una de ellas, de estas tres vías abrahámicas, podemos ver sin ningún equivoco los atributos propios del Creador y como su obra los posee. 

        Incentivar la división, el odio, el racismo y las diferencias contingentes de una u otra raza, representa la reparación de lo substancial por sobre lo Esencial, es decir, lo material por sobre lo espiritual, signo que a todas luces nos habla del estado actual que vive la humanidad de nuestras eras, como por efecto de la caída del hombre, aquella que venimos arrastrando desde que fuimos expulsados del paraíso celeste. Y que según pareciera, estamos cada vez más lejos de retornar.


       Cuando habló del retorno a la Jerusalén Celeste, hablo de la "Tierra Principio" que representa una condición "ideal" para el Ser, en donde las dicotomías y las oposiciones han sido resueltas en un justo equilibrio y balance de los opuestos en medio de la "recámara" intima del ser, en su Corazón simbólico, única condición capaz de permitirnos una comunicación y una comunión (común unión), entre nosotros y el Creador.

        Es lo que en nuestra Tradición Hermética se conoce como la puesta en contacto entre el microcosmos y el Macrocosmos.

     Poco hubiesen deseados Mesías como Abraham, Moisés, Jesús y profetas como el mismo Muhammad, que el conflicto del cual hoy somos testigos (muy a nuestro pesar), haya llegado a las magnitudes de odio y de muerte visceral al cual ha calado esta situación entre los pueblos de Israel, la Palestina no reconocida y la masacre a cristianos en Irak. Es imposible voltear nuestros rostros para apartar la mirada del problema tan grave que se extiende como una pandemia en los corazones de los hijos de Abraham; en los de todos nosotros.

      Si no aprendemos a vernos como hermanos que somos, más allá de las diferencias físicas, culturales, políticas y religiosas, jamás podremos alcanzar a ver el rostro de Dios en los ojos de quien nos mira. Poder contemplar en toda su plenitud a nuestro Creador, en los ojos de quien tenemos en frente, representa el acto de Amor, de Esperanza y de Certeza, más pura que podamos alcanzar en nuestras vidas.


     El resto queda en las contingencias inferiores que lejos de unirnos, nos separan. Contingencias en tanto que necesarias por la naturaleza de cada ser que viene a este mundo, pero que no pasan de tener un carácter secundario y ulterior al principio mismo de toda vía Espiritual y religiosa, ya que alcanzar el equilibrio de nuestras cargas, de nuestros deseos, de nuestros pensamientos y de nuestros actos en su justo "centro", representa la misión que cada uno de nosotros debemos de develar en nuestro peregrinaje interior, permitiendo que los ciclos cósmicos sigan su transitar divino y el rol al cual están llamados a realizar por Obra y Gracias Divina.

      Todo ello llevado a cabo representa el rol del hombre que ha logrado "descifrar" los designios por medio de los cuales la Providencia Divina se nos manifiesta, haciendo que seamos coadyuvantes de la Gran Obra Universal, humildes obreros de las directrices que surgen de nuestra propia Logia interior. Es de esta manera que podemos alcanzar ese estado de iluminación interior y de "inmortalidad" que nos hará merecedores de conocer la vía directa de reintegración con la Luz Divina. Es superar al "destino" y a ese mecanismo de vidas y muertes que bien describe el simbolismo de la "Rueda".

      Todo iniciado que ha sabido conocer los rincones de su alma y de su corazón no es menos cristiano que los monjes que destinan su vida a la gloria de Jesús, ni menos musulmanes que aquellos que se postran cinco veces al día hacia la Kabba o menos hebreos que aquellos que rinden sus plegarias frente al muro de los lamentos cuando son ordenados a hacerlo.


      La única y real "Guerra Santa", la Yihad interior; es la que libramos contra nosotros mismos, contra nuestro ego, contra las tendencias inferiores y dictatoriales de la mente y de los bajos pensamientos. Para el alquimista sería la destilación siempre constante y repetitiva de los bajos metales. Para el masón, cavar los calabozos a los vicios para darle paso a la elevación del Templo Interior no hecho con las manos.

       Que cesen los conflictos externos, las bombas, las masacres a los seres inocentes y lo que es peor, que esos niños y niñas no sigan pagando las consecuencias de los falsos doctores e "interpretadores" de las leyes sagradas, que sea dicho de aso, tienen una valida interpretación simbólica y evocativa, no racional. De los falsos ulemas y de los irresponsables políticos que por evitar las muertes de unos millones, permiten que unos miles pierdan la posibilidad de llevar a cabo parte del peregrinaje al cual están llamados a realizar en esta vida.

      Nada escapa de los designios del Creador. Pero que sea la naturaleza y el normal desenvolvimiento de la vida, la que dictaminen hasta cuando vamos a estar en este plano existencial. De no ser así la Ley Cósmica seguirá operando y continuará siendo la misma Providencia Divina, la que imponga la "Justicia" que el hombre ha quebrantado.


Ibn Idris Ibrahim

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