LA INMORTALIDAD DEL ALMA
Ignacio Sánchez López
“Las
vías hacia Dios son tan numerosas como las almas de los hombres” (At-turuqu
ila’ Llahi ka-nufûsi beni Adam).
Proverbio Sufí
“El
ojo es el sol del cuerpo, como el Corazón es el sol del Alma, y el Sol es a la
vez el ojo y el Corazón del Cielo”
Frithjof Schuon
“Antes
de que en el mundo hubiera jardín, vid o uva, nuestra alma estaba embriagada de
Vino Inmortal… "
Mewlana: Jalalud´din Rumi
El problema que siempre se ha planteado según hemos entendido, acerca de
la inmortalidad del Alma, es totalmente comprensible cuando un elemento
simbólico y totalmente recubierto de una connotación esotérica y tradicional,
pasa a ser abordado y racionalizado por pensamientos analíticos profanos y por
manos inexpertas para el estudio mismo de los elementos que pertenecen a
dominio de lo sagrado.
Nuestro propósito con la publicación de esta entrega referente a "La Inmortalidad del Alma", un tema tan profundo y tan complejo como tal, es la de acercar hasta el lector nuestras percepciones personales al tema. Reconocemos lo lejos que estamos de poder legar una respuesta definitiva y absoluta al titulo que encabeza este trabajo, puesto que ello, abordado desde el punto de vista simbólico, no puede tener una respuesta a modo de un Verdad absoluta; sino más bien, ya que hablamos de un "simbolismo" y como tal, es polisémico y puede tener tantas interpretaciones personales, como almas hay en este mundo. Nuestro propósito es el de compartir con vosotros este breve escrito ya presentado en su oportunidad, ante otro grupo tradicional, dado a estudiar y a penetrar éste y muchos símbolos referentes a nuestra Tradición Hermética; estudios que han dado por fortuna para nosotros, el nacimiento de muchos de los escritos presentados en esta ventana pública, destinada a la Tradición, sus formas, los maestros que han actuado como coadyuvantes para que su doctrina, pensamientos sobre sus ritos, signos, palabras sagradas, artes liberales y en fin, todo aquello que conforma a la "simbólica" en general, puedan ser entendidos y digeridos por todos aquellos con las cualificaciones necesarias para despertar las potencialidades contenidas en si mismo.
Maestros
como Fermín Vale Amesti y otros tantos sabios de la vía iniciática, han
asegurado que el Ser está compuesto de un aspecto triuno: cuerpo – alma y
espíritu. Aspecto triuno que deben de ser conciliados en el mismo centro del
iniciado, cuando éste ha alcanzado un estado de reintegración interior, en
donde todos los opuestos y las aparentes contraposiciones, han sido conciliadas
en ese justo centro. En la Masonería Simbólica se denomina a esta realidad como
“El Pilar del Medio” que bien se corresponde con el “Pilar de Consciencia” de
la tradición de la Qabbalah hebrea, cuando son conjugados y equilibrados las Sefiroths
centrales del Árbol de Vida: Kether,
Daath, Tiphareth, Yesod y Malkuth.
Una
vez identificado por el Ser la esencia que le recubre, que le santifica, que le
bendice, que le gobierna y que rige todos y cada uno de los actos de su vida,
no le queda más que a ese iniciado, comenzar el retorno o la andanza, hasta la
reunificación de sí mismo, con su esencia, es decir, el ser debe de regresar a
su casa, porque ya ha entendido que ha vagado mucho de aquí, para allá, siendo
siempre presa fácil del mundo de las ilusiones y apariencias irreales.
En
otras palabras, cuando el ser constituido por cuerpo, vivencia en lo más
profundo de su alma que él mismo tiene un Espíritu que le garantiza la comunión
con el Creador; solo le queda lograr la reunión del Alma con el Espíritu.
Rene
Guenón asegura en su obra “La Gran Triada”, en el capítulo referente a
“Destino, Voluntad y Providencia”, que el Alma representa a esa “Voluntad”, ya como elemento activo y consciente del iniciado en el aquí y en el ahora, que
por su acción constante en superar al fatídico designio del “Destino”, él puede
lograr la reunión del Alma con el Espíritu, porque es a través de la
Providencia Divina que se manifiesta el Espíritu Creador.
Es
así como el ser puede escapar al ciclo de vidas y muertes que la tradición
hindú conoce bajo el nombre de “Samsara”.
El Alma debe de escapar a toda tentación del cuerpo que es el recinto por
excelencia del “Destino”, estado perecedero capaz de conducir al hombre hasta
la muerte y a la repetición del ciclo no superado.
Es
por lo tanto a través de la “Voluntad” del Iniciado, que puede
lograr la reunión del Alma con el Espíritu, cumpliendo con el designio divino de
alcanzar la “inmortalidad” de su Alma, porque ya ha sido reintegrada a su
propio Espíritu por medio del develamiento de los dictados de la Providencia
Divina como reflejo de la Unidad de la cual todo radica.
Sobre
el Alma, nuestro buen Maestro Fermín Vale Amesti nos expresa una idea:
“Afirmaban
nuestros lejanos antecesores, los ARQUITECTOS DIONISÍACOS, que como la
CONSTRUCTIVIDAD, es la suprema expresión del Alma, el Aprendiz Masón es una
Piedra sacada de la Cantera del mundo profano, pero con la ayuda del Mazo y del
Cincel, "purga las escorias” y se convierte en maravillosa PIEDRA CÚBICA,
haciéndose de ese modo útil para la Construcción del templo Interior, imagen y
Paradigma de la Gran Logia de Lo Alto[1]”.
Cuando
hablamos de toda esta realidad del ser, plasmada en la simbólica de toda forma
tradicional, no estamos hablando de otra cosa que del retorno hasta la luz
divina o bien si se quiere para la Masonería de Tradición, lo que es conocido
como el Retorno de Henoch.
Develar
los profundos designios de nuestra arcana y augusta tradición masónica, es develar
el sendero que ha de conducirnos hasta la reintegración del ser con la Luz
Primordial, o con alcanzar ese estado de “inmortalidad”, que a través de la
“exaltación del alma o de su “elevación” por sobre el plano corporal; lo hará libre del ciclo de vidas y muertes.
Todo
ello para nuestra tradición hermética no es otra cosa más que el simbolismo del
matrimonio sagrado: “Hierogámia”,
donde los opuestos han sido conciliados y las diferencias han sido resueltas en
el centro, razón por la cual la Luz fluye en todos y cada uno de los rincones
del Templo Interior no hecho con las manos.
Entonces
respondemos bajo los pocos argumentos anteriormente esgrimidos: ¿Puede haber
equivoco o duda alguna sobre la inmortalidad del alma? Para nosotros no, ya que
el Alma es parte “central” y esencial en la conformación del ser a imagen y
“semejanza” del Creador.
El
Alma no solo es inmortal, sino que ella va ascendiendo y “trascendiendo” de
potencia en potencia, permitiendo que el Ser por su acción haga “actual” (actualidad),
todas y cada una de las cualificaciones interiores que es necesario sean
puestas en práctica, para poder ser parte de esa Luz Inmanente. De ello nos
habla el trabajo del cabalista que debe de vivenciar cada una de las potencialidades
contenidas en sí, en ese camino de retorno hacia lo no manifestado, a través de la Ciencia del Alma que ha sido revelada en todo el simbolismo cabalístico.
Para
continuar hablando de las correspondencias de la tradición cabalística, la
realidad anteriormente descrita no es más que la íntima comunicación y la
identificación interior que debe de hacer todo iniciado cuando su “Shekinah”, ha logrado develar el “Adam Kadmon” que habita en los cielos,
es decir, cuando el ser logra “recordar”, es decir, pasar de nuevo por su
corazón, ese estado primordial que poseía antes de la caída del hombre, pero
que contiene en sí y que según la acción constante de la “Voluntad Divina” que
mora en él, puede restablecer ese estado de brillantez espiritual en la medida
que actualiza todas y cada una de sus potencialidades.
Al
respecto de ello, René Guenon nos refiere:
"La
misma palabra luz es también el nombre dado a una partícula corporal
indestructible, representada simbólicamente como un hueso muy duro, y a la cual
el alma permanecería ligada después de la muerte y hasta la resurrección. Como
el hueso de la almendra contiene el germen, y como el hueso corporal contiene
la médula, esta luz contiene los elementos virtuales necesarios a la
restauración del ser; y esta restauración se operará bajo la influencia del
«rocío celeste», que revivifica las osamentas desecadas; es a esto a lo que hace
alusión, de la manera más clara, esta palabra de San Pablo: «Sembrado en la
corrupción, resucitará en la gloria» [2].
Es
la tercera columna erigida a la Gloria del Creador, en donde el Alma ha logrado
descifrar ese camino hacia el Espíritu del cual esta ínfimamente ligado, al
igual que todas y cada una de las almas de los seres manifestados y no
manifestados. Porque el Espíritu no es más que esa "Chispa Divina" con la que
todo hombre viene a este mundo.
Ahora
bien, ese recorrido no es tarea fácil, y pasamos a explicar el por qué: el ser
al estar compuesto de cuerpo, alma y Espíritu; tiene cada uno de esos tres
aspectos del hombre, un plano de acción y por medio del cual deben de ejercer
su recorrido. El cuerpo en el mundo existencial o manifestado, el alma en el
plano psíquico o sutil y el Espíritu radica en el plano Metafísico.
El
plano corporal es el plano de la creación y el de las formas irreales de la
existencia física. Constituye el estado más grosero de esa gama de los llamados
Estados Múltiples del Ser. Es en el plano corporal donde se manifiestan de
igual manera las relaciones armoniosas y las alteraciones inarmónicas que se
hagan en el plano sutil. Lo contranatura deviene hacia “abajo”, hacia el Destino
fatal del ser. Todo lo armonioso y equilibrado asciende en esa escalera que
conduce a lo Metafísico.
El Alma realiza
su recorrido, una vez que ha sido arrojada a este plano de lo manifestado, al
plano intermedio o sutil por medio del cual ha accedido a través de las vías
iniciáticas como representantes del Centro Supremo al cual están ligadas a la
Tradición Primordial. El recorrido efectivo en el plano intermedio, en donde se
presenta la mayor parte de los riesgos y peligros en el ser: estado de lo
fenoménico, en donde los vicios y las bajas pasiones toman forma en el ser,
haciendo que el “chivo” controle nuestras vidas con los impulsos inferiores que
se reflejan en el plano corporal; es el plano mediador entre lo corporal y lo Metafísico,
y será totalmente rebasado, en tanto que la iniciación pase de lo virtual a lo
efectivo y real, o; si se quiere, en tanto que la vía tradicional que se
transita, como la Masonería, vaya pasando de ser más operativa y menos
especulativa y superficial.
Arnau de Vilanova, nos ilustra sobre
la realidad de cada uno de los aspectos del ser, correspondidos simbólicamente
con los elementos que componen a la naturaleza, asemejándolos a las
características que bien puede representar a los mismos, desde un punto de
vista más sutil cuando dice:
“Han dicho que,
en efecto, nuestra Piedra tiene un alma, un cuerpo y un espíritu, lo cual es
cierto. Han comparado su cuerpo imperfecto al cuerpo, porque no tiene poder por
sí mismo; han llamado al Agua espíritu vital porque da al cuerpo, de por sí
inerte e imperfecto, la vida que antes no tenía y porque perfecciona su forma.
Han llamado alma al fermento porque, como más adelante se verá, ha dado también
vida al cuerpo imperfecto, perfeccionándolo y cambiándole en su propia
naturaleza”[3].
Ir de la
periferia al centro de la “circunferencia” o del “circulo”, a su centro,
representa el acceso efectivo del Alma hasta el lugar de las emanaciones
divinas y que representa el “motor inmóvil” que rige y dirige a todo el
Universo. Es por esta y otras tantas razones más que este simbolismo de la
“Inmortalidad del Alma”, está perfectamente correspondido y comunicado
analógicamente con el simbolismo de la “Cuadratura del Círculo”, que no es más
que la misma noción y realidad para el Ser (ya desde el punto de vista de la
Geometría Pitagórica), del recorrido del Alma hacia la reunificación o hacia la
reintegración con el Espíritu, con la Luz divina, con el tabernáculo de lo
sagrado o con el mismo Creador si se quiere.
Fermín Vale
Amesti nos refiere:
"Antes
de poder comenzar la ascensión evolutiva que es el objetivo de la Iniciación,
el Aspirante debe realizar el descenso, la exploración del Yo profundo, una
inmersión en el “caos” individual, tal como lo describe la antigua fórmula
Hermética del V:.I:.T:.R:.I:.O:.L:., en espera del RE-nacimiento. Con la
práctica del “silencio interior” (Silencio y en Logia), y la RECTIFICACIÓN
Alquímica de la MEDITACIÓN, el Iniciado logra descubrir el “espejo” del fondo
del Alma reflejando la LUZ del Espíritu”[4]
Entonces
cuando hablamos de Alma y su relación inherente y propia sobre la inmortalidad,
encontramos en ella su modo de expresión en la “Gnosis” eterna en los cielos,
es decir, en el conocimiento no aprendido, directo, que brota desde la crátera
del corazón que el Compañero Masón debe de “abrir” como resultado de la técnica
interior, la “Ascesis”, aplicada con constancia, regularidad, disciplina y
orden sobre sí mismo, para develar esa “esencia” inmortal contenida en él que
le hace distinto a cualquier ser sobre la faz de la tierra, porque a él
solamente se la ha dado la “posibilidad” en forma de “potencia” o de
“cualificación”, para poder reunirse con su Padre, con el Creador, no tanto en
Demiurgo sino que en fuerza creadora.
Fermín
en su basta y profunda sabiduría y en la capacidad que tuvo de reconocer
efectivamente el oro del cual estaba hecho, es decir, habiendo el maestro
podido enganchar su carro a las estrellas, nos refiere:
"Generación y gnosis tienen una misma connotación; no solo por su misma raíz etimológica, sino porque además, la ascensión del individuo por la vía de la gnosis, se "abre" por un acto de “fecundación”: el iniciado recibe la "semilla" divina de la luz, el Fiat creador, su alma virginal, sigue un proceso de "concepción" y elaboración o germinación que va a producir en ella el hombre nuevo, la gran experiencia intima. Porque la gnosis, coma la define un sufí de nuestro tiempo, “es algo que le acontece a uno…”.[5]
René Guenon vuelve a reforzar la
idea de la siguiente manera: “…y, en efecto, la misma división general
ternaria le es igualmente aplicable: pertenece por el espíritu al dominio de la
manifestación informal, por el alma al dominio de la manifestación sutil, y por
el cuerpo al dominio de la manifestación grosera”[6].
Concluimos
este trabajo vivencial sobre la Inmortalidad del Alma, con unas palabras de
nuestro mentor espiritual, que con sus
sabias, humildes y sentidas enseñanzas, ha podido allanar nuestro camino de
entendimiento sobre el papel trascendental del hombre, del iniciado en la
develación del aspecto más sagrado y trascendental en él, que le puede permitir
la verdadera coronación en el Arte Real de los misterios de la tradición
iniciática:
“Los Ritos
Órficos estaban basados en el Romance de Orfeo y Eurídice; ritos en los cuales,
el dinamismo siempre activo de los Símbolos, los convertía en Dramas Sagrados,
cuyas fabulaciones tenían una gran significación Cosmológica y Metafísica. Por
eso afirma René Guenon que "los Ritos son Símbolos puestos en
acción." La figuración Mítica expresa los conflictos reales y subjetivos
del Alma del Hombre. ¿Acaso no son los Mitos, producción del Alma Humana? Es
por ello que muchos Símbolos pueden servir para liberarse de inhibiciones,
complejos y prejuicios. Recordemos, por ejemplo, como en el Mito de Jasón, el
Canto de Orfeo "encanta y adormece el Dragón..." Esto ya lo sabían
los Iniciados de la Tradición pre-Védica, entre los 2000 y 1500 años A.C., y la
Psicología sin Alma de nuestro tiempo ha comenzado por redescubrirlo”[7].
NOTAS:
NOTAS:
[1] Fermin Vale Amesti:
“Conocimiento Iniciático y cultura profana”.
[2] René Guenon: “El Rey del
Mundo: Luz o la morada de la inmortalidad”.
[3] Arnau de Vilanova: “Semita Semitae”
[4] Fermín Vale Amesti: “El
Arte Real o el Hermético en la Masonería”.
[5] Fermín Vale Amesti: “La Gnosis. La gran tradición imperecedera”.
[6] René Guenon: “La Gran
Triada: El Hombre y los tres mundos”
.
Comentarios
Publicar un comentario