Una vez,
alguien preguntó:
¿Qué fuerza es la que nos mueve a la búsqueda?
¿Cómo podríamos llamar, a aquello que nos impulsa al Conocer…?
¿Qué una respuesta, nos inspiran mil preguntas más?
¿Qué de un encuentro, nos invita a mil encuentros más?
¿Qué al mirar una estrella, nos hace suspirar por penetrar su luz?
¿Qué será aquello… que nos hace pertenecer al amanecer, al sol, al
agua, a la tierra, al aire, pero sobre todo a la Vida?
¿Cuál será esa fuerza, que nos hace admirar, el destello de la
luna en un lago?
¿Cuál será esa fuerza, que nos permite vibrar con la melodía de un
violín?
¿Cuál será esa fuerza, que nos hace sentir nostalgia en el corazón
y extrañar aquello que desconocemos, pero que tenemos la certeza que
pertenecemos?
¿Cuál será esa fuerza, que en el encierro, nos permite la libertad
de volar y que en la perdida nos permite la serenidad?
Y… ¿cuál será esa Fuerza, que nos hace cerrar los ojos, aquietar
el cuerpo, sentir la paz, y vivir la entrega?
Dicen, que es
ella…
Fuerza suave
e infinita,
Que mueve el
mundo sin percibirlo,
Que en el
detenimiento de mariposa en flor, se percibe la magnificencia de su poder,
Que en el movimiento
de un río, se percibe su esplendor,
Que en el
escalar de una montaña, se percibe su grandeza,
Y que en el
fuego de un corazón se percibe lo sagrado…
Esa fuerza… eres
tú, mi Señor.
Dedicado a los
Maestros,
Septiembre 20
del 2014, Santiago de León de Caracas
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