LA ASTROLOGÍA Y LAS DEIDADES
Federico González Frías
Para
la Ciencia Sagrada los planetas son los aspectos visibles y los símbolos de las
entidades numinosas o dioses, los que con su hálito vital les animan y dan
movimiento. Precisamente en el esoterismo judeo-cristiano e islámico se
menciona a los ángeles como los verdaderos regentes de las esferas planetarias.
Recordemos que los dioses planetarios son ciclos cósmicos que engloban a otros
más reducidos como los del hombre, a los que sellan con sus influencias. Así,
lo que los relatos mitológicos, leyendas y teogonías expresan como luchas,
oposiciones, coincidencias y amores entre las distintas fuerzas divinas, no son
sino el alternarse de unos ciclos en otros, que cuando se relacionan con los
ritmos zodiacales inciden de manera notoria en el plano horizontal del mundo
terrestre, desplegándose en el espectáculo multiforme de la vida. Igualmente, y
desde el punto de vista de la Ciencia Sagrada, estas vinculaciones entre las
deidades configuran un misterio (recordemos que la palabra "misterio"
tiene la misma raíz que la palabra "mito"), es decir, revelan un modo
de ser arquetípico y una determinada cualidad del alma universal, e igualmente
de la humana.
De
la unión o conjugación de las energías de Venus, diosa del amor y la feminidad
trascendente, y de Marte, dios de la guerra y la virilidad espiritual, nace una
hija que es llamada Armonía, pues al decir de los filósofos antiguos cuando los
opuestos se unen con la exacta y debida proporción surge de ellos una
maravillosa consonancia que mantiene en un tenso equilibrio el orden de los
seres y las cosas. O como dice Platón, la Armonía trata de atar y tejer juntos
a los que por naturaleza son opuestos y contrarios. Del matrimonio de
Zeus-Júpiter, dios del rayo iluminador y omnipotente padre de los dioses, con Maya, que personifica la substancia
plástica y generadora del cosmos, nace Hermes-Mercurio, que como sabemos
representa el numen que comunica lo celeste a lo terrestre, lo divino a lo
humano, y viceversa. A su vez Hermes-Mercurio, al "copular" con
Venus, procrea y genera al Hermafrodita o Rebis alquímico, que como su propio
nombre indica reúne la Sabiduría y el Conocimiento teúrgico de Hermes con la
Belleza y el Amor de la hija del cielo, Afrodita, la Venus Urania. Es esta una
unión que promueve ese amor al Conocimiento tan necesario para la realización
espiritual.
Cuando Saturno-Cronos, el Rey de la Edad de Oro y Antiguo Primordial, con la sabia y profunda madurez que lo caracteriza, se relaciona con el ímpetu y la rapidez de inteligencia del joven Mercurio, se origina una de las combinaciones más alabadas por los maestros herméticos del Renacimiento, que se sintetizó en una frase célebre: "Haz lentamente lo urgente", aludiendo con ello a la prudencia que ha de regir en todos los actos y pensamientos del alquimista, del que también se ha dicho que es un puer senex, es decir un "niño-viejo". Las ideas, llegadas a su punto máximo de maduración, son liberadas gracias a la intervención del mistagogo e iniciador Mercurio, pues a través de su conducto se expresan al exterior.
El
dios Zeus, tiene una directa influencia sobre sus hijas las Musas (nacidas de
su unión con Mnemósyne, la Memoria)
relacionándose frecuentemente con las demás deidades y con los hombres por
intermedio de ellas. Cada dios posee su Musa y cada Musa inspira al hombre el
conocimiento de una ciencia y un arte sagrados. Dios del fuego y la luz
sobrenatural, Apolo, que dirige su coro, preside el rito fundamental del
sacrificio del alma humana, que es irresistiblemente arrebatada a su morada
celeste cuando "escucha" los maravillosos acordes y armonías que
extrae de su divina lira, regalo de Hermes, liberándose así de los lazos que la
mantienen unida a su condición terrestre.
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