El Esoterismo Contemporaneo - Federico González Frías

EL ESOTERISMO CONTEMPORÁNEO

Federico González Frías
(Programa Agartha)

La presencia de la Tradición Hermética no se agotaría con la desaparición del movimiento rosacruz a mediados del siglo XVII, sino que su influencia seguiría siendo decisiva en todas aquellas corrientes esotéricas e iniciáticas que surgirían a lo largo de los siglos XVIII y XIX, como es el caso por ejemplo de la Masonería moderna. En verdad la energía espiritual del Dios que es Triple en su Sabiduría no ha dejado de manifestarse nunca en Occidente hasta nuestros días, aunque haya habido momentos en que debido a las dificultades del medio profano y desacralizado ese influjo tan sólo fecundara el corazón de unos pocos, los que sin embargo han hecho posible la continuidad de la transmisión de la Ciencia Sagrada, adaptándola a la mentalidad de sus contemporáneos y a las circunstancias especiales de este final de ciclo. Este es el caso de René Guénon (1886-1951), considerado, como ya se ha dicho, el más grande metafísico y esoterista del siglo XX, y cuya obra representa la síntesis más completa de la doctrina tradicional realizada en nuestro tiempo y en esta parte del mundo, y que ha sido también decisiva para validar los estudios y las investigaciones sobre los símbolos considerados como los vehículos del Conocimiento, actuando en este sentido su autor como un verdadero hermetista, pues la revivificación de los símbolos, portadores de las ideas de la Sabiduría Perenne, ha sido siempre una de las funciones más importantes de los maestros herméticos en todo tiempo y lugar. Una obra que en definitiva ha servido, y servirá, como guía intelectual a numerosos hombres y mujeres que buscan su realización interior mediante la profundización en la Vía Simbólica, que es precisamente una de las formas que ha tomado hoy en día el esoterismo contemporáneo en Occidente, y por tanto la Tradición Hermética, al comprender todas aquellas disciplinas que hacen referencia directa a la Cosmogonía y la Ontología, es decir al conocimiento del Ser y los diferentes planos de su manifestación, cuyo conjunto comprende la totalidad de lo que antiguamente se llamó los "Misterios menores". Pero éstos, lejos de representar la totalidad del Conocimiento constituyen tan sólo un soporte (pero eso sí, imprescindible) para acceder a los "Misterios mayores", es decir a la Metafísica, cuyos principios generales fueron también expuestos por Guénon, y que completarían, coronándolos, sus estudios sobre la Ciencia Sagrada.


Recordemos que la Metafísica se refiere a todo aquello que está más allá del edificio cósmico, e incluso más allá de su principio creador, que no es otro que el Ser, ocupándose exclusivamente del conocimiento trascendente del No-Ser. El Ser, la Unidad, es el No-Ser afirmado, y por tanto representa ya una primera determinación, que aunque sea la más primordial de todas sin embargo está condicionada con respecto a aquellas otras posibilidades, verdaderamente infinitas, que no se manifestarán jamás por su naturaleza inefable e incondicionada, y que pertenecen enteramente al No-Ser, el cual, en consecuencia, contiene tanto lo que será manifestado a través del Ser como lo que nunca se manifestará. Así pues, distinguir entre el Ser y el No-Ser, entre Kether y En Sof, es esencial para quienes emprenden el camino de la verdadera Gnosis, los cuales siempre han de tener como referencia permanente lo supra-cósmico y las ideas y principios más universales, aunque los interesados estén recién iniciando ese camino y todavía tengan que cumplimentar sus primeras transmutaciones alquímicas. O tal vez por esto mismo es por lo que han de advertir y conocer esa diferencia desde el comienzo, evitando así posteriores confusiones que les impedirían sobrepasar las condiciones que les atan a su estado individual y contingente.

Lo mismo podemos decir de la confusión entre metafísica y religión, que es otra de las cuestiones que Guénon procuró siempre clarificar, como también lo ha hecho nuestro Programa en varias oportunidades (ver sobre todo el Módulo II, 74). Esa confusión es algo bastante común hoy en día, incluso entre algunos de los que se han nutrido de la obra de Guénon, a la que por este motivo han distorsionado cuando no simplemente manipulado y traicionado. Es necesario distinguir netamente entre lo metafísico y el punto de vista religioso, entre otras razones porque éste se limita siempre a lo más exterior, considerando al elemento sentimental y devocional por encima de lo verdaderamente intelectual y espiritual, con lo cual ni tan siquiera ese punto de vista contempla la idea de una Cosmogonía, y en consecuencia la posibilidad de la iniciación en los misterios de la vida y del Ser, antesala a los grandes misterios de la Metafísica. Confundir lo metafísico con lo religioso supone la inversión total de las relaciones jerárquicas entre lo exotérico y lo esotérico, y más aún entre lo psíquico y lo espiritual.

En este sentido, y para concluir, he aquí lo que dice al respecto el propio Guénon: "La metafísica y la religión no están ni estarán jamás en el mismo plano; de ello resulta, por otra parte, que una doctrina puramente metafísica y una doctrina religiosa no pueden competir ni entrar en conflicto, puesto que sus dominios son claramente diferentes". (Oriente y Occidente, 2ª parte, cap. IV). Y asimismo: "Pretender que la iniciación pudiera haber nacido de la religión [...] es invertir todas las relaciones normales que resultan de la naturaleza misma de las cosas; y el esoterismo es verdaderamente, con respecto al exoterismo religioso, lo que es el espíritu en relación con el cuerpo, tanto es así que, cuando una religión ha perdido todo punto de contacto con el esoterismo, no queda en ella más que 'letra muerta' y formalismo incomprendido, porque lo que la vivificaba era la comunicación efectiva con el centro espiritual del mundo, y ésta solamente puede ser establecida y mantenida conscientemente por el esoterismo y por la presencia de una organización iniciática verdadera". (Apreciaciones sobre la Iniciación, cap. XI).


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