CRISTO: EL “HOMBRE UNIVERSAL”
René Guenón
En efecto, la «operación del Espíritu Santo», en la generación de
Cristo, corresponde propiamente a la actividad «no actuante» de Purusha, o del «Cielo» según el lenguaje
de la tradición extremo oriental; la Virgen, por otra parte, es una perfecta
imagen de Prakriti, que la misma
tradición designa como la «Tierra»[i];
y, en cuanto a Cristo mismo, es aún más evidentemente idéntico al «Hombre
Universal»[ii].
Así, si se quiere encontrar una concordancia, se deberá decir,
empleando los términos de la teología cristiana, que la Tríada no se refiere a
la generación del Verbo ad intra, que
está incluida en la concepción de la Trinidad, sino más bien a su generación ad extra, es decir, según la tradición
hindú, al nacimiento del Avatâra en
el mundo manifestado[iii].
Por lo demás, esto es fácil de comprender, ya que la Tríada, al partir de la
consideración de Purusha y de Prakriti, o de sus equivalentes, no
puede situarse efectivamente más que del lado de la manifestación, cuyos dos
primeros términos son los dos polos[iv];
y se podría decir que la llena toda entera, ya que, así como se verá a continuación,
el Hombre aparece en ella verdaderamente como la síntesis de los «diez mil
seres», es decir, de todo lo que está contenido en la integralidad de la
Existencia universal.
[i] Esto es particularmente
manifiesto en la figuración simbólica de las «Vírgenes negras», puesto que el
color negro es aquí el símbolo de la indistinción de la materia prima.
[ii] Recordaremos una vez más, a
este propósito, que no entendemos contestar la «historicidad» de algunos hechos
como tales, sino que, antes al contrario, consideramos los hechos históricos
mismos como símbolos de una realidad de orden más elevado, y que es solo a este
título como tienen para nos algún interés.
[iii] La madre del Avatâra es Mâyâ, que es la misma cosa que Prakriti;
no insistiremos sobre la aproximación que algunos han querido hacer entre los
nombres Mâyâ y María, y no la señalamos más que a título de simple curiosidad.
[iv] Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. IV.
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