LA DISCUSIÓN CON LOS ACADÉMICOS
Idries Shah
Se
cuenta que una vez le preguntaron a Bahaudin Naqshband: “¿Por qué no discutes con los eruditos? Tal y tal sabio lo hacen con
frecuencia. Ello causa la total confusión de los eruditos y la invariable
admiración de sus propios discípulos.”
Él
respondió: “Ve a preguntarles a quienes
se acuerden de la época en que yo también discutía con los académicos. Solía
refutar sus conjeturas y sus pruebas imaginarias con relativa facilidad. Te lo
pueden decir los que presenciaron aquellas discusiones. Pero, un día, un hombre
más sabio que yo me dijo: “Avergüenzas tan a menudo y de forma tan previsible a
los hombres estudiosos, que acabas cayendo en la monotonía. Y eso sucede porque
lo haces sin objetivo alguno, ya que los académicos no tienen capacidad de comprensión
y siguen disputando mucho tiempo después de que sus opiniones han sido echadas
por tierra.”
Y
añadió: “Tus alumnos están en continuo
estado de admiración por tus victorias. Han aprendido a admirarte, y en vez de
eso, deberían haber percibido la inutilidad y falta de consistencia de tus
adversarios. Por tanto, esa victoria tuya no es completa; así que has fallado, pongamos,
en una cuarta parte.
“Además, tus discípulos gastan
mucho tiempo en esa admiración, en vez de fijarse en algo más provechoso. Por
lo que has fracasado quizá en otra cuarta parte. Dos cuartos son igual a una
mitad. Te queda media oportunidad.”
“Eso ocurrió hace veinte años. He
ahí la razón por la que ni me preocupo de los eruditos, ni molesto a los demás
a cuenta de éstos, sea para alcanzar la victoria o para ser derrotado.
“De vez
en cuando, uno puede asestar un golpe a los que se autodenominan eruditos, para
demostrar su vaciedad a los estudiantes: es como si se golpeara una olla vacía.
Hacer algo más es una pérdida de tiempo, y sería equivalente a darles a los
intelectuales, prestándoles una atención gratuita, una importancia que sin duda
no podrían alcanzar por su cuenta.”
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